Vencido Trump, vencer al trumpismo
La batalla se traslada ahora a las filas republicanas. Entre quienes quieren recuperar el alma del partido y quienes quieren convertirlo en una formaci¨®n extremista y tribal
El principio solo se entiende al final. Abundaban al empezar los indicios, pero quedaban entre par¨¦ntesis por el peso de las instituciones, el pragmatismo y la responsabilidad que se le supone a un gobernante y el nebuloso optimismo con el que solemos afrontar las mayores amenazas. Una observaci¨®n atenta de la campa?a electoral y del personaje no deb¨ªa inducir a dudas: la extrema derecha iba a entrar en la Casa Blanca, en la persona de un nacionalista blanco, supremacista, xen¨®fobo, racista e intolerante.
El partido republicano, sus candidatos derrotados en las primarias y sus l¨ªderes p...
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El principio solo se entiende al final. Abundaban al empezar los indicios, pero quedaban entre par¨¦ntesis por el peso de las instituciones, el pragmatismo y la responsabilidad que se le supone a un gobernante y el nebuloso optimismo con el que solemos afrontar las mayores amenazas. Una observaci¨®n atenta de la campa?a electoral y del personaje no deb¨ªa inducir a dudas: la extrema derecha iba a entrar en la Casa Blanca, en la persona de un nacionalista blanco, supremacista, xen¨®fobo, racista e intolerante.
El partido republicano, sus candidatos derrotados en las primarias y sus l¨ªderes parlamentarios se mostraron dispuestos a tragar todos los sapos a cambio de los r¨¦ditos que reportaba un presidente obediente: nombrar jueces derechistas, bajar los impuestos y desregular la econom¨ªa. Fue un negocio f¨¢ustico. Los conservadores perdieron el control del partido y su identidad ideol¨®gica. Terminada la pugna presidencial, la campa?a, la elecci¨®n y el torturado camino hasta la investidura, la batalla se traslada a las filas republicanas. Entre quienes quieren recuperar el control del partido, de su cultura liberal conservadora y de su alma, y quienes quieren convertirla en una formaci¨®n definitivamente extremista y tribal, representante exclusiva de la antigua mayor¨ªa blanca, anglosajona y protestante, en trance de convertirse en minor¨ªa, todav¨ªa la de mayores dimensiones.
Trump quiere seguir al mando de la tribu en este combate. Le ayudar¨¢ Steve Bannon, su ex estratega en jefe, inculpado por corrupci¨®n e indultado en el ¨²ltimo minuto. El objetivo es construir un mito alrededor de su deslumbrante e incomparable presidencia, partiendo del robo de las elecciones y la ilegitimidad de Joe Biden. Es decir, solo una mentira inmensa puede envolver el torrente de mentiras que le ha aupado y no ha cesado de acompa?arle.
Este mito presidencial culmina con otro mito falaz, el de una protesta pac¨ªfica ante el Capitolio manipulado por los adversarios, los Antifa. Con sus condenas verbales a la violencia, tras haber llamado a la insurrecci¨®n, o su atribuci¨®n a una conspiraci¨®n de los enemigos, Trump se sit¨²a en la posici¨®n bien conocida de quienes justifican o explican el terrorismo por unas reivindicaciones pol¨ªticas supuestamente leg¨ªtimas aunque digan que no comparten sus m¨¦todos. Trump tiene todav¨ªa sus bazas. El control de la burocracia del partido. Los 147 congresistas que rechazaron el escrutinio a favor de Biden. Los senadores que no querr¨¢n votar el impeachment. Los cr¨¦dulos votantes republicanos, que tragan sus mentiras y le dieron 74 millones de votos.
Ahora es el partido quien tiene la mano. Si en nombre de la reconciliaci¨®n, prefiere dejar sin castigo el golpe antidemocr¨¢tico del presidente derrotado y sus c¨®mplices en la insurrecci¨®n contra el Congreso, el trumpismo organizado lo intentar¨¢ de nuevo. Si no levanta un muro de contenci¨®n pol¨ªtica y moral con la extrema derecha insurgente, primero dividir¨¢ al partido y luego se lo comer¨¢. Para que venza del todo la democracia, como ha anunciado Biden, ahora hace falta vencer al trumpismo.