Polarizaci¨®n, fallos de seguridad y leyes favorables a las armas: el caldo de cultivo ideal para el atentado de Trump
El intento de asesinato del expresidente deja tras de s¨ª interrogantes sobre la log¨ªstica del evento y la responsabilidad de los pol¨ªticos en la crispaci¨®n que vive EE UU
Estados Unidos despert¨® este domingo a¨²n frot¨¢ndose los ojos con la irrealidad de las im¨¢genes del atentado de la tarde anterior a Donald Trump, en un mitin en Butler, al noroeste de Pensilvania. Tambi¨¦n, con una bater¨ªa de preguntas urgentes por responder.
?Fueron ...
Estados Unidos despert¨® este domingo a¨²n frot¨¢ndose los ojos con la irrealidad de las im¨¢genes del atentado de la tarde anterior a Donald Trump, en un mitin en Butler, al noroeste de Pensilvania. Tambi¨¦n, con una bater¨ªa de preguntas urgentes por responder.
?Fueron los actos de Thomas Matthew Crooks, el joven de 20 a?os que hiri¨® de levedad al expresidente y mat¨® a una persona, consecuencia de la creciente polarizaci¨®n que alimenta desde ambos lados del espectro cada d¨ªa la clase pol¨ªtica de este pa¨ªs? ?Qu¨¦ fall¨® en los protocolos de seguridad para que el tipo pudiera apuntar c¨®modamente desde la azotea de un edificio industrial situado a 150 metros del lugar en el que Trump estaba dirigi¨¦ndose a miles de sus seguidores? ?Tardaron demasiado tiempo en actuar los servicios secretos y los agentes locales y estatales, a los que algunos testigos sostienen que avisaron durante minutos de la presencia del tirador? Y tambi¨¦n: ?unas leyes de control de armas m¨¢s estrictas que las de Pensilvania habr¨ªan evitado un intento de magnicidio que resucit¨® los peores fantasmas de la historia de la violencia pol¨ªtica en Estados Unidos?
El propio Trump trat¨® el domingo por la ma?ana de responder en su provecho pol¨ªtico a la primera de las preguntas con un mensaje en su red social, Truth, que dec¨ªa: ¡°En este momento, es m¨¢s importante que nunca que permanezcamos unidos y mostremos nuestro verdadero car¨¢cter como estadounidenses, manteni¨¦ndonos fuertes y decididos y no permitiendo que el mal gane¡±. No deja de ser ir¨®nico que el autor de esas palabras sea el mismo que aliment¨® la gran mentira de que las elecciones de 2020 fueron un fraude y que Joe Biden ¨Dque tambi¨¦n llam¨® a la unidad¨D es un presidente ileg¨ªtimo. El mismo, tambi¨¦n, que luego instig¨® a una turba de sus simpatizantes a que asaltaran el Capitolio el 6 de enero de 2021.
Aquel episodio marc¨® un antes y un despu¨¦s en la polarizaci¨®n pol¨ªtica que enfrenta desde hace a?os a las dos Am¨¦ricas y que se acentu¨® con la pandemia. Un Congreso completamente paralizado, v¨ªctima del enfrentamiento entre dem¨®cratas y republicanos, pol¨ªticos ultras como Marjorie Taylor Greene abandonando el decoro para pasar a los ataques personales, y el discurso defectuoso que alientan las redes sociales son los ingredientes de un peligroso caldo de cultivo. La receta ideal para que cunda entre los estadounidenses la sensaci¨®n de que viven m¨¢s enfrentados que nunca en su historia reciente.
Son frecuentes los recuerdos en estos meses de un ciclo electoral especialmente convulso: el de 1968, a?o de los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King. Tal vez por eso, despu¨¦s de conocerse el atentado, la campa?a de Biden anunci¨® que deten¨ªa la emisi¨®n de anuncios electorales, que a menudo alimentan sin pudor la ret¨®rica del enfrentamiento. A las pocas horas, y tras un breve espejismo de conciliaci¨®n, unos y otros volvieron a acusarse de instigar el ataque contra Trump con su ret¨®rica partidista.
Como reflejo de esa deriva, la teor¨ªa de que la amenaza de una segunda guerra civil podr¨ªa estar incub¨¢ndose ha hecho fortuna en ciertos c¨ªrculos acad¨¦micos, y tambi¨¦n en las salas de cine: Civil War, una de las pel¨ªculas que m¨¢s ha dado que hablar este a?o, imagina un pa¨ªs sumido en una contienda fratricida. Episodios como el ataque a martillazos en 2022 a Paul Pelosi, marido de la entonces presidenta de la C¨¢mara de Representantes, y el ascenso de milicias extremistas con miembros fuertemente armados, atiborrados de teor¨ªas de la conspiraci¨®n y abonados al supremacismo blanco, as¨ª como la alarma en el FBI ante un creciente n¨²mero de actos del denominado ¡°terrorismo dom¨¦stico¡± completan el retrato de una sociedad en tensi¨®n.
Una encuesta publicada el mes pasado y llevada a cabo por el profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Chicago Robert Pape concluy¨® que el 7% de los encuestados apoyar¨ªa el uso de la fuerza para devolver a Trump a la Casa Blanca, y que uno de cada 10 ver¨ªa con buenos ojos ese recurso a la violencia para todo lo contrario: evitar que el republicano vuelva a ser presidente. De esos, un tercio respondi¨® afirmativamente a la pregunta de si pose¨ªa un arma.
Aunque eso no deber¨ªa sorprender a nadie: se calcula que los estadounidenses (unos 333 millones, seg¨²n el ¨²ltimo censo) atesoran un arsenal que los supera holgadamente en n¨²mero: unos 393 millones de armas en total. Su uso est¨¢ consagrado por la Segunda Enmienda de la Constituci¨®n y por un Tribunal Supremo de tendencia superconservadora que una y otra vez renueva su compromiso con ese derecho.
El caso de Pensilvania
Pensilvania se cuenta entre los Estados con leyes permisivas con el uso de armas. Crooks dispar¨® al expresidente con un AR-15, un rifle semiautom¨¢tico que suele concursar en la mayor¨ªa de los tiroteos masivos que asuelan un pa¨ªs aquejado de una aut¨¦ntica epidemia de violencia armada. Lo hab¨ªa comprado su padre hace cinco meses, pero podr¨ªa haberlo hecho ¨¦l mismo: en Pensilvania basta con tener 18 a?os para adquirir un arma de ese tipo, capaz de disparar centenares de balas en pocos segundos (para comprar una pistola se requiere parad¨®jicamente haber cumplido los 21, edad en la que se permite el consumo de alcohol). El AR-15 es un rifle patentado en los a?os cincuenta con fines militares que con las d¨¦cadas se ha convertido desgraciadamente en un icono indispensable para descifrar los misterios de la vida americana.
En Pensilvania, Estado decisivo en las elecciones presidenciales de noviembre, no hay l¨ªmite para el n¨²mero de armas que est¨¢ permitido tener y no se precisa capacitaci¨®n alguna para hacerse con una. Adem¨¢s, es legal, salvo en Filadelfia, su ciudad m¨¢s poblada, ir con ellas a la vista de todo el mundo: en el cinto, por ejemplo, o, en el caso de un rifle como el empleado por Crooks, colgado del hombro.
El coto a la posesi¨®n de ese tipo de armas de asalto de gran capacidad es uno de los viejos caballos de batalla de Biden, que cuando era senador sac¨® adelante en 1994 una ley que las prohib¨ªa. Esa ley estuvo en vigor durante m¨¢s de tres d¨¦cadas hasta que el Congreso dej¨® pasar la oportunidad de renovar su vigencia. Cada vez que se produce una de las muchas tragedias armadas que sacuden al pa¨ªs, se dejan o¨ªr las voces que piden un acuerdo entre ambos partidos para hacer algo al respecto. Pero al final, nunca pasa nada. La pregunta ahora es si los simpatizantes de Trump, que suelen serlo tambi¨¦n de no poner l¨ªmites a la Segunda Enmienda, cambiar¨¢n de idea. Y la respuesta es que ese escenario es altamente improbable.
Sobre los fallos de seguridad, cualquiera que haya asistido a un mitin de Trump sabe que son eventos extremadamente protegidos: hay arcos para la detecci¨®n de metales, del estilo de los de los que uno pasa en los aeropuertos, y los francotiradores del Servicio Secreto no pierden detalle desde las azoteas cercanas de todo lo que sucede ah¨ª abajo, entre los asistentes, que suelen contarse por miles.
?C¨®mo pudo entonces Crooks subirse al lugar desde el que apunt¨® al expresidente? Falta a¨²n informaci¨®n para saberlo, aunque el domingo cundi¨® la idea de que la investigaci¨®n que se avecina dejar¨¢ en mal lugar a los encargados de la log¨ªstica y la seguridad del evento. De momento, el Comit¨¦ de Supervisi¨®n y Responsabilidad de la C¨¢mara de Representantes de Washington ya ha anunciado que estudiar¨ªa el intento de asesinato del expresidente y solicit¨® a Kimberly A. Cheatle, directora del Servicio Secreto, que acuda a testificar el 22 de julio en el Capitolio.
Tambi¨¦n arreciaron con el paso de las horas las dudas sobre si los agentes desoyeron las advertencias de los asistentes al mitin. Seg¨²n cont¨® uno de ellos a la BBC, avisaron sin ¨¦xito de que un sospechoso armado estaba apostado en un edificio cercano. Por fortuna, Crooks result¨® ser un tirador con mala punter¨ªa.
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