Encontrar una casa para Pollito: el desalojo que moviliz¨® a los vecinos de Serapio Rend¨®n
Arnoldo P¨¦rez tiene 79 a?os y llevaba tres viviendo en una camioneta en la colonia San Rafael cuando la alcald¨ªa Cuauht¨¦moc le quit¨® sus pertenencias y lo dej¨® en la calle sin alternativa de vivienda
Oy¨® los golpes y corri¨® la cortinita del vidrio de la camioneta. Vio dos patrullas y una gr¨²a de la delegaci¨®n Cuauht¨¦moc, de Ciudad de M¨¦xico. ¡°Ah¨ª est¨¢, est¨¢ ah¨ª adentro¡±, dijeron, ¡°b¨¢jese, b¨¢jese¡±, apuraron. Se puso los pantalones que estaban doblados para no arrugarse, el cubrebocas, los zapatos, no le dio tiempo a los calcetines, y sali¨® del veh¨ªculo. ¡°Nos vamos a llevar su camioneta, nos la reportaron como abandonada¡±, advirtieron. A Arnoldo P¨¦rez, de 79 a?os, le empez¨® a entrar el nerviosismo: ¡°Pero no lo est¨¢, yo la cuido¡±. Pidi¨® uno...
Oy¨® los golpes y corri¨® la cortinita del vidrio de la camioneta. Vio dos patrullas y una gr¨²a de la delegaci¨®n Cuauht¨¦moc, de Ciudad de M¨¦xico. ¡°Ah¨ª est¨¢, est¨¢ ah¨ª adentro¡±, dijeron, ¡°b¨¢jese, b¨¢jese¡±, apuraron. Se puso los pantalones que estaban doblados para no arrugarse, el cubrebocas, los zapatos, no le dio tiempo a los calcetines, y sali¨® del veh¨ªculo. ¡°Nos vamos a llevar su camioneta, nos la reportaron como abandonada¡±, advirtieron. A Arnoldo P¨¦rez, de 79 a?os, le empez¨® a entrar el nerviosismo: ¡°Pero no lo est¨¢, yo la cuido¡±. Pidi¨® unos minutos para que llegara el due?o del auto. ¡°Esp¨¦renme tantito¡±. Mientras, baj¨® algunas cosas: una mesa doblada, dos bancos. Pero los agentes cerraron el pestillo. Dentro se qued¨® su celular nuevo, la licuadora, la plancha para la ropa y la ropa, la radio vieja y grande. ¡°Oigan no sean as¨ª, resp¨¦tenme que soy una persona de la tercera edad, a d¨®nde me mandan, no sean as¨ª, por favor¡±, insisti¨® y no sirvi¨®. Un mi¨¦rcoles de mediados de mayo, con una pandemia y sin alternativa de domicilio, Arnoldo P¨¦rez, conocido como Pollito, se vio en la calle.
Han pasado varias semanas y este hombre flaco y erguido camina por Serapio Rend¨®n, en la colonia San Rafael, saludando a cada paso, conoce al portero y al taquero. Describe los hoteles de una y otra banqueta. Todos tienen nombres de ciudades espa?olas, cuenta. Y habla del f¨²tbol, que le da muy buenos ratos, y de que le encanta el Barcelona y el Madrid, pero que ¨¦l le va al Am¨¦rica, siempre. Anda r¨¢pido y se detiene poco. En un momento se?ala una camioneta desvencijada, con marcas de ¨®xido y lluvia, cubierta por una lona roja. ¡°Ese era mi dormitorio¡±, dice y sigue caminando por la calle en la que vivi¨® los ¨²ltimos tres a?os.
El 19 de mayo, tras una denuncia ciudadana, los agentes de la delegaci¨®n Cuauht¨¦moc, entonces dirigida por N¨¦stor N¨²?ez, acudieron a Serapio Rend¨®n 113 a llevarse una camioneta reportada como abandonada. Dentro Arnoldo P¨¦rez escuchaba la radio. Pudo ser Encuentro con tu ¨¢ngel, En tu camino o Radio Mar¨ªa. No lo recuerda bien. ¡°Me gustan los pasajes de la Biblia y eso estaba escuchando cuando hab¨ªa mucha algarab¨ªa afuera¡±. Trat¨® de contar a los polic¨ªas que ¨¦l no era el due?o de la camioneta, pero que este, que estaba comprando despensas en el mercado de La Merced, ven¨ªa ya de camino para explicarles. Dice que le hicieron a un lado. Acudieron los vecinos y a gritos preguntaron a d¨®nde se llevaban la camioneta.
El Pollito recuerda esa ma?ana hablando despacito, subi¨¦ndose el cubrebocas que se baja a cada rato. La tela le tapa un bigote poblado y una nariz aguile?a; le enmarca unos ojos muy claros. Mira fijamente y pide perd¨®n las pocas veces que pierde el pie del relato. Dice que cuando le desalojaron tuvo miles de ideas. ¡°?Qu¨¦ voy a hacer? Qu¨¦ verg¨¹enza con mi hijo, va a pensar que me corrieron. ?Qu¨¦ voy a hacer con mis cosas?¡±. Algunas se las dijo a los agentes que le dejaron sin casa: ¡°Ustedes vienen por la camioneta, pero no por las cosas, esas cosas son m¨ªas, luego se las roban. Estamos en plenas votaciones, yo tengo ah¨ª mis documentos, con qu¨¦ voy a votar, y mire c¨®mo estoy, sin ropa, sin cobija, sin nada¡±.
Arnoldo P¨¦rez termin¨® viviendo en esa camioneta varada despu¨¦s de conducirla durante a?os. Cuando el due?o dej¨® de pagar el permiso de circulaci¨®n, empez¨® a utilizarla como un puesto fijo en el que vender comida preparada. El Pollito la lavaba y la vigilaba. Recib¨ªa como pago 100 pesos a la semana, unos cinco d¨®lares, y una comida al d¨ªa. Dorm¨ªa en la parte delantera, donde guardaba sus cosas. En los negocios u hoteles de alrededor le permit¨ªan ir al ba?o y asearse. Cada ma?ana se planchaba los pantalones y las camisas y sal¨ªa a esperar sonriente a los clientes. La cena se la preparaba con una parrilla y un tanque de gas. ¡°Para economizar¡±, cuenta. Arnoldo P¨¦rez trabaj¨® desde que se qued¨® hu¨¦rfano con 11 a?os. Fue reponedor y velador en una gasolinera, fue ch¨®fer y mudancero. Pero no cuenta con ahorros ni propiedades. ¡°No me titul¨¦ de nada, y pues el poco dinero que uno gana aqu¨ª o all¨¢ no llega para comprarse un cuartito o un apartamento¡±, dice. Recibe 1.200 pesos al mes (50 d¨®lares) de ayuda del Gobierno. ?l se la calcula en d¨ªas: tiene 45 pesos para gastar cada jornada.
Lo que pas¨® despu¨¦s del desalojo tiene nombre de red vecinal. ¡°Una se?ora de por aqu¨ª, que es licenciada, me palme¨® el hombro, me vio tan afligido que me dijo ¡®si quiere llorar, llore, para que se desahogue¡¯. S¨ª llor¨¦¡±, dice sentado en una cafeter¨ªa a pocos metros de all¨ª. Fueron los vecinos quienes pusieron dinero para encontrarle una habitaci¨®n, los que se informaron del corral¨®n en el que estaba la camioneta, le acompa?aron y hablaron con los agentes para que pudiera entrar a por sus cosas. ¡°No se llevaron nada, estaba todo¡±, cuenta feliz. Fueron los vecinos quienes le prestaron las maletas para guardar sus pertenencias, quienes le pagaron comidas y cenas, quienes evitaron con cobijas que pasara fr¨ªo por las noches.
Una vez recuper¨® todo, el Pollito se fue al sur, a vivir a casa de su hijo. Todav¨ªa est¨¢ adapt¨¢ndose, porque dice que all¨ª todos andan siempre con la computadora y le falta con quien platicar. Pero est¨¢ feliz de ver a sus nietos crecer. Dos o tres veces a la semana agarra un pesero y dos l¨ªneas de metrob¨²s y vuelve a Serapio Rend¨®n. Aqu¨ª viven su hermano y sus sobrinas, aqu¨ª trabaja su amigo H¨¦ctor ?ngel M¨¢rquez, a quien conoce desde que el kioskero ten¨ªa 18 a?os. ¡°Vengo con mucho amor, porque yo conoc¨ª esta colonia, esta cuadra, desde el 82, ya lo siento como parte de mi vida¡±, cuenta y recuerda c¨®mo le salvaron sus vecinos de esta calle a la que todav¨ªa denomina ¡°su guarida¡±.
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