Los vecinos de Caborca, en mitad del fuego de los hijos de El Chapo: ¡°Los militares se escondieron y nos dejaron solos¡±
Una comunidad de Sonora vivi¨® durante 24 horas una situaci¨®n de guerra: decenas de sicarios de los hijos de ¡®El Chapo¡¯ Guzm¨¢n sembraron el terror en sus calles a punta de rifles, asesinaron a dos personas, secuestraron a cinco y agujerearon fachadas
Todo comenz¨® con el aviso de los traileros. Mensajes de radio donde alertaban, desde el martes por la tarde, que se ven¨ªa la tragedia a los pueblos. Hombres armados para destruir una ciudad, decenas de camionetas con blindaje artesanal, perforadas para encajar los rifles de asalto de un calibre capaz de tumbar helic¨®pteros, marcadas con una X, como en una guerra, para no confundir con el enemigo. Se mov¨ªan r¨¢pido hacia el norte, seg¨²n avisaban los conductores de cami¨®n que trataron de alertar con horas de antelaci¨®n de lo que estaba a punto de suceder. Sin nadie pis¨¢ndoles los talones, ...
Todo comenz¨® con el aviso de los traileros. Mensajes de radio donde alertaban, desde el martes por la tarde, que se ven¨ªa la tragedia a los pueblos. Hombres armados para destruir una ciudad, decenas de camionetas con blindaje artesanal, perforadas para encajar los rifles de asalto de un calibre capaz de tumbar helic¨®pteros, marcadas con una X, como en una guerra, para no confundir con el enemigo. Se mov¨ªan r¨¢pido hacia el norte, seg¨²n avisaban los conductores de cami¨®n que trataron de alertar con horas de antelaci¨®n de lo que estaba a punto de suceder. Sin nadie pis¨¢ndoles los talones, conscientes del poder de sus pistolas, estos hombres vestidos de militar y equipo t¨¢ctico, se tomaron el tiempo de echar gasolina a sus carros, de grabarse en v¨ªdeo presumiendo de artiller¨ªa y cilindradas: ¡°Ya lleg¨® la Chapiza: venimos con todo¡±.
La noche del martes nadie miraba a Caborca, la ¨²ltima ciudad del desierto de Sonora que comunica con Estados Unidos, de unos 89.000 habitantes. Y los hijos despiadados del que fuera el mayor narcotraficante del mundo, Joaqu¨ªn El Chapo Guzm¨¢n, estaban a punto de sitiar de nuevo una localidad completa. Mientras eso suced¨ªa, toda la informaci¨®n nacional estaba rebasada por la divisi¨®n entre los partidarios de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador y sus adversarios por una investigaci¨®n period¨ªstica contra el hijo mayor del mandatario; los habitantes de las zonas acomodadas de la Roma y la Condesa, en la capital, protestaban en redes por la ¡°invasi¨®n yanqui¡± que ha disparado los alquileres; los periodistas se un¨ªan por primera vez porque los est¨¢n matando en las provincias; el pa¨ªs herv¨ªa desde el centro y mientras eso suced¨ªa, una guerra se acababa de desatar en el norte, pero tambi¨¦n en Michoac¨¢n, en Colima, en Guerrero o en Zacatecas, y miles de habitantes rezaban en sus casas para que las balas no atravesaran la pared. Todo esto pasa en M¨¦xico todos los d¨ªas al mismo tiempo.
Alrededor de las siete de la tarde del martes, un convoy con m¨¢s de 20 camionetas desfil¨® desde Altar (Sonora) hacia Caborca, unos 35 kil¨®metros al norte. Este pu?ado de millas des¨¦rticas divide el poder de dos principales c¨¢rteles de la droga, hist¨®ricamente unidos. En Altar se han hecho fuertes los hijos de El Chapo, conocidos como Los Chapitos, m¨¢s sanguinarios e impredecibles de lo que fuera su padre, seg¨²n los expertos consultados. En este pueblo rec¨®ndito a pocos kil¨®metros de Estados Unidos, el narcotr¨¢fico ha encontrado en los ¨²ltimos a?os otro negocio muy rentable: los migrantes. Hasta este punto llegan todos los dramas que riegan el resto del pa¨ªs, los miles de hacinados en Tapachula, los otros miles que logran salir de centros de detenci¨®n, los que consiguen avanzar hacia el norte. Un embudo de cientos de ellos cada d¨ªa que buscan cruzar del otro lado por precios que van desde los 4.500 d¨®lares a los 7.500 por persona.
Y en Caborca mantienen el poder los herederos del hist¨®rico capo de los noventa, Rafael Caro Quintero, agrupados bajo su lugarteniente, apodado El Cara de Cochi. Todos de Sinaloa y todos antiguos socios que han controlado las rutas del desierto desde hace d¨¦cadas para el tr¨¢fico de droga hacia Estados Unidos. La desgracia de los cabecillas, la de El Chapo, cumpliendo cadena perpetua en Estados Unidos, y la de Caro, tras 28 a?os en prisi¨®n y ahora pr¨®fugo, ha fragmentado al poderoso cartel de Sinaloa, que se pelea esta codiciada plaza. Los Chapitos quieren todo el negocio: las rutas de la droga, las armas y los migrantes, cuentan veteranos reporteros de la zona. Por este motivo, amenazan y sitian, cuando se les antoja, la ciudad del enemigo.
Los balazos se escuchaban cada vez m¨¢s cerca. Una vecina de Caborca, de 45 a?os, cuenta desde el otro lado del tel¨¦fono c¨®mo desde las siete de la tarde del martes sab¨ªan, a trav¨¦s de grupos de Whatsapp, lo que hab¨ªan avisado los traileros. Tambi¨¦n lo supo desde ese momento la polic¨ªa, la Guardia Nacional y hasta el Ej¨¦rcito. Se metieron en sus casas y esperaron a que comenzara el asedio de su pueblo sin que una autoridad lo impidiera. Desde sus salones y habitaciones escucharon balazos sin tregua durante horas, el rafagueo de metralletas cada vez con m¨¢s claridad. Y la taquicardia, la psicosis colectiva: ¡°?Nos vamos de aqu¨ª?, ?a d¨®nde?, ?a un hotel?, ?vendr¨¢n a por m¨ª?¡±. ¡°Empieza como si estuvieras en una zona de guerra, como si se fueran contra la ciudad. Los primeros balazos los escuchamos a las 12 de la noche y los ¨²ltimos a las seis de la madrugada del mi¨¦rcoles. Nadie durmi¨®¡±, cuenta la mujer, que prefiere no dar su nombre por miedo a represalias del narco.
Lo que ning¨²n vecino de Caborca comprende es c¨®mo un convoy de ese tama?o pudo pasar por delante del destacamento de la Guardia Nacional, con m¨¢s de 150 hombres, y despu¨¦s, de otro de la Secretar¨ªa de la Defensa, sin que nadie, ni un solo soldado, se asomara a defender el pueblo. Mucho menos la polic¨ªa municipal. ¡°No hubo una sola autoridad que saliera a enfrentarlo, se escondieron todas las corporaciones. Nos dejaron solos, nos abandonaron¡±, se?ala la vecina. Y no es la primera vez que sucede algo as¨ª, esos mismos hombres, que en aquel momento sumaban m¨¢s de 100, tomaron la ciudad en marzo del a?o pasado.
No se trat¨® de un enfrentamiento entre carteles, sino de una declaraci¨®n de intenciones. De una exhibici¨®n de fuerza que comenz¨® con la toma de la ciudad, desolada a esas horas, con balaceras a casas, agujereadas sus fachadas, el asesinato de dos hombres que quedaron tendidos en la calle y la b¨²squeda de posibles enemigos en casas. ¡°Una vecina me cont¨® c¨®mo los sicarios se asomaban por las ventanas, por las azoteas, con sus armas, como buscando a gente, posiblemente narcomenudistas de los contrarios, con toda la impunidad del mundo¡±, agrega la mujer.
Con una de las camionetas tumbaron el port¨®n el¨¦ctrico de la casa de los Uribe a las tres de la madrugada. Cuando la madre de Eduardo Uribe se despert¨®, un grupo de 10 sicarios hab¨ªa rodeado su cama. Buscaban a su hijo. Estaba durmiendo en otro cuarto con su amigo, Sebasti¨¢n Manr¨ªquez, hijo de un veterano periodista de Caborca. Se los llevaron a los dos a la fuerza, pese a los gritos y s¨²plicas de la madre desesperada. Los subieron a dos camionetas distintas. A las ocho de la noche del d¨ªa siguiente, mi¨¦rcoles, apareci¨® Manr¨ªquez. Su amigo ha aparecido con vida este jueves. Otros tres m¨¢s fueron secuestrados esa noche, todav¨ªa hay dos desaparecidos.
Este jueves, Caborca sigue herida. Las escuelas han cerrado, el presidente municipal, Abraham David Mier Nogales, ha recomendado a los comercios un toque de queda no oficial para las 10 de la noche. ¡°Reconozco que los hechos vividos esta madrugada rebasaron el nivel de respuesta de las corporaciones policiacas, ya que no fuimos capaces de prevenir estos lamentables hechos¡±, reconoci¨® el alcalde. El Ej¨¦rcito, la polic¨ªa y la Guardia Nacional se desplegaron el mi¨¦rcoles en las entradas del municipio, cuando los balazos hac¨ªa horas que no se escuchaban. ¡°Ya sabemos c¨®mo es esto. Los operativos duran dos o tres d¨ªas y luego se relajan las corporaciones. Y vuelve la misma situaci¨®n. Como si les estuvieran dando chance a los sicarios, vacaciones, mientras ellos simulan que tienen el control¡±, se?ala una vecina indignada.
Hace solo seis d¨ªas, L¨®pez Obrador emprend¨ªa una gira por Sonora, gobernada por el que fuera su jefe de Seguridad, Alfonso Durazo, gobernador desde septiembre. El recorrido inclu¨ªa la revisi¨®n de las obras en estadios de b¨¦isbol y reuniones con autoridades de los pueblos y¨¦cora, seri y yaqui. La estrategia del Gobierno federal, como ha sucedido en otro de los puntos m¨¢s calientes del pa¨ªs, Michoac¨¢n, es aumentar la presencia de soldados y agentes de la Guardia Nacional. Pero la cantidad de uniformados no ha evitado los balazos, ni en Sonora ni tampoco en Michoac¨¢n o Zacatecas, otro de los Estados con m¨¢s presencia del crimen organizado en el ¨²ltimo a?o.
El Estado, de casi tres millones de habitantes, tiene una tasa de homicidios que ronda los cinco al d¨ªa. En 2021 murieron asesinadas 1.968 personas, una cifra que no ha dejado de crecer y que bati¨® un r¨¦cord letal de 23% m¨¢s muertes que el a?o anterior. Durazo convirti¨® el tema de la inseguridad en su eje principal de campa?a en las elecciones de junio del a?o pasado, y lleg¨® a sacar pecho de los siete cuarteles de la Guardia Nacional construidos en el Estado, as¨ª como del despliegue de casi 3.000 efectivos del pol¨¦mico cuerpo de esp¨ªritu castrense nacido ex profeso para controlar la violencia en el pa¨ªs. Formada por exmilitares y expolic¨ªas, el mando civil de la Guarda Nacional estuvo a cargo de Durazo como responsable de Seguridad. Pero la violencia, despu¨¦s de sus cinco meses de Gobierno en la entidad, sigue siendo la principal deuda pendiente.
Los criminales abandonaron Caborca despu¨¦s de 24 horas de sitio. Al menos un centenar de hombres con la capacidad de pasear con armas largas y grabarse en v¨ªdeos que publicaron en redes sociales mientras tomaban las calles sin que una autoridad les pusiera un freno. Escondida en sus casas, una ciudadan¨ªa acorralada por el poder real que gobierna su pueblo. Y as¨ª, hasta la pr¨®xima intervenci¨®n. Las promesas de campa?a, la pomposidad de los soldados y los cuarteles, se han silenciado a fuerza de balazos.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs