Destino AIFA: un primer aterrizaje en el coraz¨®n del ¡®lopezobradorismo¡¯
La inauguraci¨®n del nuevo aeropuerto se convierte en una fiesta para los seguidores del presidente. EL PA?S viaj¨® en el vuelo de bautizo
Es decir ¡°Santa Luc¨ªa¡± y ruge la cola del avi¨®n. ¡°Les damos la bienvenida a este primer vuelo inaugural¡¡±, arranca la azafata y los pasajeros completan la frase a gritos: ¡°?es un honor estar con Obrador!¡±. Tel¨¦fonos celulares en alto para grabar lo que para muchos de los presentes es un momento ¡°hist¨®rico¡±. Algunos levantan banderas mexicanas por encima de los asientos y otros blanden libros del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. Esperan conseguir un aut¨®grafo a su llegada al Aeropuerto Internacional Felipe ?ngeles (AIFA), antes base a¨¦rea de Santa Luc¨ªa. El primer vuelo comercial que aterriza en la primera gran obra del sexenio en ser inaugurada es una fiesta alada de orgullo mexicano pero, sobre todo, de camarader¨ªa lopezobradorista.
¡°Es una obra maestra¡±, sentencia Mar¨ªa Guadalupe Izaguirre, antes de embarcar, sobre un aeropuerto que todav¨ªa no ha visto. Viste discreta, con sombrero y pantalones negros y arrastra una peque?a maleta met¨¢lica. No carga insignias ni banderas, pero declara una militancia inquebrantable. Vive en Chicago, EE UU, desde hace 30 a?os y ha volado a Guadalajara especialmente para tomar el vuelo. Su jefe en la guarder¨ªa donde trabaja no sabe que est¨¢ en M¨¦xico. Ve la ma?anera casi a diario y anot¨® en rojo el 21 de marzo en su calendario. Normalmente, es solo la fecha del nacimiento de Benito Ju¨¢rez; ahora tambi¨¦n lo ser¨¢ del aeropuerto. ¡°Desde que se dio la fecha yo ya quer¨ªa estar all¨ª¡±, explica esta mujer de 59 a?os. Cuando aterrice, dice que se quedar¨¢ hasta la noche paseando por sus terminales, puertas y pasillos.
Toca abrocharse los cinturones. Los c¨¢nticos se paran un momento durante las instrucciones de seguridad y el despegue. En cuanto el piloto anuncia los 10.000 pies, vuelve la fiesta. El l¨ªder de Morena, Mario Delgado, deja su caf¨¦ a un lado para levantar el pu?o y recordar a los pasajeros, a los incr¨¦dulos, que se trata de un d¨ªa ¡°hist¨®rico¡±. ¡°?C¨®mo va ese ¨¢nimo? ?Arriba M¨¦xico! ?s¨ª se puede!¡±, exclama. ¡°Es un honor estar con¡¡±, es la r¨¦plica desde la cola, donde se concentran los seguidores m¨¢s entusiastas. Aunque el liderazgo de Delgado ha sido muy cuestionado por la militancia de base, este no es d¨ªa para rencores. Se le acerca un pasajero para tomarse un selfie ¡°para los hijos¡± y otro le llama ¡°m¨¢nager¡± cari?osamente.
Entre selfie y selfie, Delgado defiende el proyecto de su l¨ªder y quita hierro a las cr¨ªticas que se le han hecho al AIFA. ?Que solo hay seis rutas diarias?: ¡°Es normal, poco a poco se convertir¨¢ en la mayor terminal a¨¦rea del pa¨ªs¡±. ?Que los accesos est¨¢n inacabados y hay malas conexiones con el actual aeropuerto? ¡°Evidentemente, tendr¨¢n que construirse¡±. Por encima de todo, el AIFA es, de acuerdo a Delgado, una demostraci¨®n de que el Estado puede construir de forma ¡°austera¡±, palabra clave en este sexenio. ¡°El Ej¨¦rcito lo hizo m¨¢s r¨¢pido y m¨¢s barato que cualquier otra empresa¡±, comenta para este peri¨®dico. ¡°?Bravo!¡±, ¡°es un honor estar¡¡±, interrumpen en la cola del avi¨®n cuando se anuncia que hay barra libre a bordo. ¡°Mega cuernos¡± de jam¨®n y queso y bebidas cortes¨ªa de VivaAerob¨²s.
En medio de tanto entusiasmo, Eduardo Ram¨ªrez, abogado de 27 a?os, come su mega cuerno en silencio. Apasionado de la aviaci¨®n, no ha querido perderse la inauguraci¨®n, pero confiesa que no se hace ilusiones. ¡°Estoy m¨¢s en contra del AIFA que a favor, pero aqu¨ª estamos¡±, dice. ?l prefer¨ªa Texcoco, el aeropuerto que fue cancelado por este Gobierno por considerarlo muy oneroso, aunque su aeropuerto favorito es el Charles de Gaulle de Par¨ªs. ¡°Est¨¢ conectado con todo el mundo. Este por lo pronto solo tiene vuelos a Caracas¡±, se?ala. Adem¨¢s de Venezuela, tres aerol¨ªneas nacionales ¡ªVivaAerob¨²s, Volaris, Aerom¨¦xico¡ª ofrecen seis destinos diarios en M¨¦xico. Para conectar con otros vuelos internacionales o nacionales, los viajeros van a tener que ir al antiguo, a una hora en autob¨²s.
Otra vez a abrocharse los cinturones. El avi¨®n inicia su descenso hacia los campos secos y los fraccionamientos desolados del norte de la capital. Hay un poco de neblina, pero los pasajeros se pegan a las ventanillas para ser los primeros en distinguir el AIFA. El aparato sobrevuela el nudo de carreteras que dan acceso al aeropuerto, algunas de ellas todav¨ªa por terminar, y la gigantesca estatua ecuestre del general Felipe ?ngeles, el militar revolucionario que da nombre al complejo. Por fin, poco despu¨¦s de las 10.30, aterriza con un par de resbalones que dan sustancia a la idea de promesa cumplida. El avi¨®n tiene su bautizo al pasar debajo de dos chorros de agua. ¡°?Viva el ag¨¹ita!¡±, ¡°mant¨¦ngase en sus¡¡±, ¡°?huele a nuevo!¡±, ¡°...asientos con los cinturones abrochados¡¡±, ¡°?s¨ª se pudo!¡±.
Los pasajeros bajan del avi¨®n sin tiempo que perder. Algunos quieren un aut¨®grafo del presidente, que acaba de llegar a la ceremonia de inauguraci¨®n, y otros simplemente ir al ba?o. O ambas cosas a la vez, como el matrimonio L¨®pez Santana. Se han detenido frente a unos lavabos inspirados en el personaje de Cri Cri, el grillo cantor. Los espejos tienen antenas de grillo, pero los grifos no sueltan agua. ¡°?No est¨¢n terminados!¡±, llega un empleado corriendo. Graciela Santana entra de todos modos. Al rato, vuelve a salir: ¡°No est¨¢n habilitados, pero est¨¢n terminados y son muy bonitos¡±. No est¨¢ dispuesta a que le arruinen esta experiencia nada m¨¢s aterrizar. Mientras avanza por un largo pasillo resplandeciente con m¨¢rmol, hace un balance r¨¢pido: ¡°Conozco los aeropuertos de Madrid y San Diego y este no le pide nada a ninguno¡±.
Santana y su esposo, Jos¨¦ Luis L¨®pez, de 77 a?os, son seguidores del presidente desde los a?os 90, antes de que saltara a la fama como jefe de Gobierno de la capital. Es su consistencia lo que estiman. ¡°Si ves un discurso de 1990 y lo ves ahora, est¨¢ haciendo exactamente lo que prometi¨®¡±, apunta ¨¦l, que carga con dos de sus libros m¨¢s recientes bajo el brazo. ¡°Creo que no hay aeropuerto en el mundo que se haya construido tan r¨¢pido¡±, dice ella. Acostumbrados a obras eternas que se heredaban a los siguientes sexenios, los mexicanos tienen frente a s¨ª un aeropuerto construido en apenas dos a?os y medio, aunque a costa de decretar las obras como de ¡°seguridad nacional¡± para evitar amparos judiciales de los vecinos.
Jos¨¦ Manuel, hijo de los L¨®pez, compr¨® los boletos como regalo de cumplea?os para su padre, extrabajador del aeropuerto de San Diego. Conoce bien la pasi¨®n que mueve a sus padres. ¡°Son muy fan¨¢ticos¡±, asegura, con un sombrero de vaquero. ?l desconf¨ªa de la religi¨®n de sus padres y se declara m¨¢s ¡°anal¨ªtico¡±. ¡°Hasta ahorita el aeropuerto se ve bien¡ hasta que pierdan el equipaje¡±, bromea soltando una risotada.
¡°?Misi¨®n cumplida!¡±, congratula L¨®pez padre a un militar que come galletas en un rinc¨®n. El aire marcial est¨¢ presente desde el aterrizaje. Los altavoces de la terminal reclaman a un general de divisi¨®n en la puerta tres. Militares dan informaci¨®n sobre d¨®nde recoger las maletas, los mariachis llevan las siglas de la Secretar¨ªa de la Defensa (Sedena) bordadas en el traje de charro y un militar, el director de la orquesta sinf¨®nica de la Sedena, marca el paso a los ni?os que dan la bienvenida a los reci¨¦n llegados con sus trombones y violines. El Ej¨¦rcito construy¨® el AIFA en un tiempo r¨¦cord a petici¨®n de L¨®pez Obrador y, superado el reto, ahora se encargar¨¢ de su operaci¨®n a pesar de tratarse de un aeropuerto civil.
Los pasillos con escasos pasajeros y m¨²sica ranchera dan paso al hall de entrada, donde se concentran miles de seguidores llegados por tierra para asistir a la ceremonia y vendedores cargados de tazas, mu?ecos y camisetas con la cara del presidente. Todav¨ªa hay muchos locales en busca de due?o y anuncios que proclaman la pr¨®xima llegada de caf¨¦s y sucursales. Los pocos comercios que ya han abierto no dan abasto.
Al ¨²nico Starbucks se le ha acabado el caf¨¦ y al servicio de taxis, los taxis. De una flota de 33, han hecho ya 60 viajes y hay una larga fila de personas preguntando c¨®mo salir de all¨ª. Seguramente se calme cuando, tras la inauguraci¨®n, el aeropuerto se asiente en su normalidad de 12 vuelos diarios, pero ahora todo es confusi¨®n. Las conexiones con la ciudad y el antiguo aeropuerto, a unos 45 kil¨®metros de distancia, son dos de los pendientes y ser¨¢n claves para su ¨¦xito -o fracaso-.
Ana Beaven, llegada de Houston con escala en Guadalajara, est¨¢ sentada sobre una pila de maletas en la salida. Solo hay un autob¨²s al d¨ªa al World Trade Center, cerca de donde vive, y los ubers le est¨¢n cancelando. El taxi que espera tardar¨¢ una hora, pero se ha armado de paciencia. ¡±Venimos a la aventura¡±, dice esta restaurantera de 50 a?os. Est¨¢ harta del antiguo aeropuerto, a donde vuela una vez al mes por trabajo y que se ha quedado peque?o. Siempre intenta ir al ba?o antes de despegar de Houston para evitar hacerlo a su llegada. ¡°Este est¨¢ construido como se necesita. Con grandes espacios¡± , afirma. Sobre los ba?os sin agua nada m¨¢s aterrizar, se muestra clemente: ¡°Se les debe permitir un margen de error. No es el fin del mundo¡±.
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