Till Lindemann: el pen¨²ltimo inquietante del rock
Casi un cuarto de siglo despu¨¦s de que Rammstein se hiciera popular con su ¨¦xito ¡®Du Hast¡¯, a¨²n llenan estadios cuando las pandemias y los esc¨¢ndalos les permiten
Pocos habr¨ªan pensado, cuando la banda alemana de (digamos, por tratar de encontrar una etiqueta) ¡°metal industrial¡± Rammstein se hizo popular en 1999, con su ¨¦xito Du Hast, que aquel fen¨®meno ser¨ªa m¨¢s que una llamarada de petate. Pero lo fue. Casi un cuarto de siglo despu¨¦s, los muchachos (ya al borde de la sesentena) de Rammstein siguen vivos, tienen un ¨¢lbum reci¨¦n aparecido en los mercados y las plataformas que est¨¢ recibiendo cr¨ªticas notables (Zeit), a¨²n repletan estadios cuando las pandemias y los esc¨¢ndalos les permiten irse de gira, han vendido m¨¢s de cincuenta millones...
Pocos habr¨ªan pensado, cuando la banda alemana de (digamos, por tratar de encontrar una etiqueta) ¡°metal industrial¡± Rammstein se hizo popular en 1999, con su ¨¦xito Du Hast, que aquel fen¨®meno ser¨ªa m¨¢s que una llamarada de petate. Pero lo fue. Casi un cuarto de siglo despu¨¦s, los muchachos (ya al borde de la sesentena) de Rammstein siguen vivos, tienen un ¨¢lbum reci¨¦n aparecido en los mercados y las plataformas que est¨¢ recibiendo cr¨ªticas notables (Zeit), a¨²n repletan estadios cuando las pandemias y los esc¨¢ndalos les permiten irse de gira, han vendido m¨¢s de cincuenta millones de discos en el orbe y se han convertido, de alguna manera, y casi a su pesar, en unos cl¨¢sicos del rock contempor¨¢neo.
Parte central de esa explosi¨®n se debe al carisma y la personalidad del cantante y l¨ªder del grupo, Till Lindemann, un tipo al que acaso podr¨ªamos describir como ¡°renacentista¡± si es que los genios de aquella gloriosa ¨¦poca se hubieran dedicado, en vez de a la ciencia, la pl¨¢stica y la filosof¨ªa, al dise?o de modas, la nataci¨®n, la actuaci¨®n, el arte burlesco, la m¨²sica popular, la producci¨®n de vinos y hasta la pirotecnia. Todo eso ha hecho Lindemann y en todo (o casi) ha triunfado a su modo, a contracorriente de modas y tendencias, y en ocasiones hasta del buen sentido de sus cr¨ªticos. Pero los detractores le vienen guangos.
Cuando no lleva sus ropajes de concierto, Lindemann es un tipo de rasgos duros y aspecto f¨²nebre. Parece un boxeador deformado por los golpes o un viejo torero en decadencia. Pero, cuando se engalana de cuero, estoperoles, colores y l¨¢tex, es la pen¨²ltima estrella en este negocio que a¨²n retiene el poder subversivo, inquietante, transgresor y un poco melodram¨¢tico de los viejos dinosaurios del rock. Y su popularidad, al menos hasta ahora, lo ha blindado. Y ¨¦l sigue en pie de guerra.
Naci¨® en 1963 en Leipzig, Sajonia, en lo que entonces era la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA, por sus siglas en alem¨¢n). Su madre, periodista, y su padre, escritor, se divorciaron cuando era peque?o. Se dedic¨® en la infancia y la temprana juventud a la nataci¨®n, alcanzando un s¨¦ptimo lugar en los juveniles europeos de 1978. Fue preseleccionado para asistir a los Juegos Ol¨ªmpicos de Mosc¨² 1980, pero se escap¨® de una concentraci¨®n en Roma un a?o antes y lo castigaron ech¨¢ndolo del equipo. Luego se lesion¨® y dej¨® el deporte para siempre.
A principio de los noventa, se uni¨® a una banda de punk que llevaba el elegante nombre de First Arsch; tocaba la bater¨ªa. De all¨ª lo sac¨® el guitarrista Richard Kruspe, en 1994, ya en tiempos de la reunificaci¨®n alemana, para formar Rammstein, ya en el puesto de cantante. Como en pel¨ªcula, la nov¨ªsima agrupaci¨®n gan¨® una especie de ¡°batalla de las bandas¡± convocada por el Senado de Berl¨ªn ese mismo a?o. As¨ª, con el premio, pudieron realizar su primera grabaci¨®n profesional.
Pero la salida del anonimato vino de la mano de uno de los grandes h¨¦roes de Lindemann, el vanguardista director de cine David Lynch, quien eligi¨® la ya citada Du Hast para la banda sonora de su pel¨ªcula ¡°Lost Highway¡± en 1997 (a?os despu¨¦s, las hermanas Wachowski tambi¨¦n la usar¨ªan en Matrix). A partir de all¨ª se sucedieron multiventas, apariciones en la televisi¨®n, premios, giras junto a gigantes como Ramones, Ice T, Korn, Orgy¡
Lindemann es t¨¦cnico en pirotecnia calificado y sus obsesiones con el fuego quedan claras al ver cualquier presentaci¨®n de Rammstein: hay cohetes, estallidos, llamaradas¡ Todas controladas, claro, pero con secuelas... ¡°Le gusta quemarse, le gusta el dolor¡±, dicen sus compa?eros, divertidos.
Tambi¨¦n es un adicto a las pol¨¦micas, impulsado siempre por su humor r¨ªspido e insolente. Por ejemplo, fue a una firma de aut¨®grafos en Mosc¨² acompa?ado por una modelo en galas sadomaso, que actuaba como su esclava. Y gusta de mostrar esculturas sexualmente expl¨ªcitas, de su autor¨ªa, en sus recitales (mientras m¨¢s conservador es el pa¨ªs que visita la banda, m¨¢s palmarias las im¨¢genes que muestran). Y ha sido detenido en varias ocasiones por comportamiento obsceno en p¨²blico (todo fan de Rammstein sabe que en alg¨²n momento de sus conciertos habr¨¢ pantomimas de actos sexuales, sacrificios humanos, eyaculaciones, etc¨¦tera).
Al borde de los sesenta, Till Lindemann sigue bramando con voz de bar¨ªtono, sigue mascullando cosas en alem¨¢n que muchos de sus fans internacionales sufren para entender, sigue vistiendo de manera extravagante y llamativa (lo mismo se atav¨ªa de terrorista suicida que de hero¨ªna manga)¡ Y lo mejor es que no le gusta el ruido. Se compr¨® una casa de campo en el norte de Alemania y pasa la mayor parte de su vida en ella. Porque dice que cualquier sonido mec¨¢nico o humano, al margen de la naturaleza, lo pone de mal humor. Menos cuando hace estremecerse a la audiencia con gritos y guitarrazos, hemos de suponer.
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