Las golondrinas
La Fiesta en M¨¦xico va al cementerio donde descansa en paz el bolero y la zarzuela, la blanqueada pared del otrora muralismo policromado
En M¨¦xico se cantan Las golondrinas cuando ya de plano no hay nada que hacer con la melancol¨ªa y la tristeza de las p¨¦rdidas, los amores contrariados y ese algo que se muere en el alma, cuando un amigo se va. Sirvi¨® de m¨²sica de fondo para la hist¨®rica faena en blanco y negro (nunca mejor dicho) de Paco Camino con Traguito, toro berrendo de Santo Domingo, y ya en colores fue el himno triste con el que Pedro Guti¨¦rrez Moya se despidi¨® de los ruedos en una...
En M¨¦xico se cantan Las golondrinas cuando ya de plano no hay nada que hacer con la melancol¨ªa y la tristeza de las p¨¦rdidas, los amores contrariados y ese algo que se muere en el alma, cuando un amigo se va. Sirvi¨® de m¨²sica de fondo para la hist¨®rica faena en blanco y negro (nunca mejor dicho) de Paco Camino con Traguito, toro berrendo de Santo Domingo, y ya en colores fue el himno triste con el que Pedro Guti¨¦rrez Moya se despidi¨® de los ruedos en una Monumental Plaza M¨¦xico que ya no se llena ni con promociones en Twitter u ofertas de Instagram. ?Se puede creer que en la m¨¢s reciente actuaci¨®n de Morante de la Puebla en la ahora llamada CDMX los tendidos del inmenso embudo apenas sumaron 30 mil asistentes, que no todos aficionados? En t¨¦rminos de soberbia chilanga (tambi¨¦n tipificado como falso orgullo mexica) era antiguamente penoso que la plaza m¨¢s grande del mundo s¨®lo lograse asistencia equivalente a Las Ventas de Madrid y es que veloz y fatigada, la llamada m¨¢s bella de las fiestas viene cantando un R¨¦quiem desde hace 25 a?os¡ y ahora s¨ª, parece que estamos al filo del abismo.
Seremos testigos ¨C m¨¢s tempano que tarde¡ªde los llorosos aficionados que tendr¨¢n que explicarle a los ni?os que hubo un coso del arte, un embudo de fantas¨ªas diversas all¨ª donde aprovechan el hoyo inmenso para el parking de miles de veh¨ªculos el¨¦ctricos de miles de consumidores de diversas chatarras en tiendas de reconocido o dudoso prestigio. Seremos testigos del vac¨ªo y del olvido, de la lenta amnesia con la que todo se volver¨¢ sepia y trasnochado¡ y quiz¨¢, tambi¨¦n seremos testigos de un repunte de corridas clandestinas, en saraos o garitos a imagen y semejanza de las peleas de gallos en Indochina o los duelos de ruleta rusa de un Apocalipsis Right Now: ahora mismo en que parecen multiplicarse los argumentos irracionales de los villamelones y las condenas prohibicionistas de supuestos libertarios de buen rollito biodegradable; ahora mismo en que hay legisladores de la estulticia y verborrea de baba suelta que parecen erguirse en voceros de un discurso absolutamente degradante y troglodita: el discurso que niega la definici¨®n de cultura, los p¨¢ramos ilimitados de la libertad y el paisaje personal de los gustos. Es ahorita mismo que se est¨¢n cocinando los m¨¢s nefandos argumentos para dejar morir la tauromaquia en M¨¦xico y por domin¨®, intentar cambiarle el alma a Espa?a, Colombia, Per¨² y dem¨¢s parajes del planeta de los toros.
Es evidente garant¨ªa del desahucio todo esfuerzo ex¨®geno que intenta la prohibici¨®n (y por ende, desaparici¨®n de las corridas de toros). Es decir, las enmiendas legales, los argumentos constitucionales, la regulaci¨®n minuciosa de todo pelaje animal¡ el imperialismo yanqui con la cocacolizaci¨®n de siempre y de todo, los c¨®digos ¨¦ticos e hip¨®critas de Hollywood y dem¨¢s pa?uelos en el tendido, pero son a¨²n m¨¢s dolorosos los errores end¨®genos y los gazapos internos que contribuyen al desastre anunciado.
Hablo de los aficionados de anta?o que por covid o desidia, defunci¨®n o default dejaron perderse sus Derechos de Apartado, rompieron el relevo generacional y se acomodaron en la poltrona del video. Hablo de cientos de aficionados que dejaron pasar los domingos a favor del Super Bowl de la NFL y que as¨ª como prefieren la misa televisada por aquello de librarse de la limosna y los diezmos, as¨ª tambi¨¦n obviaron la asistencia por esa realidad virtual que empez¨® con la pantalla de televisi¨®n y ahora ocupa hasta la palma de la mano con los tel¨¦fonos mal llamados inteligentes.
Hablo tambi¨¦n de no pocos protagonistas de la Fiesta que dejaron filtrarse la absoluta falta de afici¨®n o cultura taurina como pecata minuta: novilleros que no s¨®lo desconocen los nombres de los quites de anta?o y su ejecuci¨®n, sino los elementos mismos del vestido de torear o la raz¨®n de las rayas conc¨¦ntricas en los ruedos, pintadas ya con cal o pintura. Hablo tambi¨¦n de ganaderos que mienten en las notas de tienta y que califican como pasables o notables a sus vacas mansas y aborregadas que han engendrado no pocas reatas de bureles vergonzosos (aunque aguaten 80 muletazos sin peligro, as¨ª solo aguanten un puyazo leve) y hablo de matadores acomodaticios (los peninsulares que cobran en euros y a lo grande para lidiar animales que enfrentaron en sus comienzos sin caballos y americanos que esperan como limosna la inclusi¨®n en los carteles de Madrid o Sevilla o Bilbao o Albacete con rinocerontes que evitan las figuras) y hablo de banderilleros que llevan el par hecho y que celebran sus dardos a cabeza pasada y picadores que traicionan el oro de su condici¨®n de caballeros andantes lanceando donde caiga, con carioca y tapando la salida y hablo de mucha dejadez y de un des¨¢nimo muy parecido al de los ya extintos h¨¦roes de los circos.
As¨ª como los antiguos domadores de leones han tenido que reciclarse en malabaristas y tragafuegos no descartemos que la disputa por la tauromaquia se resuelva con una as¨¦ptica propuesta de volver a lidiar en festividades incruentas a tanto famoso toro indultado (con el mismo torero que lo inmortaliz¨® hace a?os o con otros toreadores) y que acudamos a la alta tecnolog¨ªa oriental para la construcci¨®n de bureles electr¨®nicos, dirigidos desde el burladero por el apoderado o el pap¨¢ del torero y que surja una nueva generaci¨®n de arlequines que prosigan con la ya cansina y mon¨®tona faenita modelo que en gran medida tambi¨¦n abona el pa?o para la desaparici¨®n.
Hablo de la faenita de p¨¦ndulo y rep¨¦ndulo, de muletazos ligados ad nauseam no en abono del temple sino en aras de la circularidad cinematogr¨¢fica; hablo del histrionismo con el que se grita a voz en cuello al ejecutar un pase de pecho alejado de todo peligro, pero fard¨¢ndolo como rejoneador con esteroides y hablo de confundir las manoletinas o bernardinas con efectos especiales o juegos pirot¨¦cnicos sin sabor a nada, salvo al riesgo (pero lo mismo ser¨ªa permitir que los monosabios sean tambi¨¦n quebradores, esa onda circense de bebida energ¨¦tica que no ha sido a¨²n denostada por la posmodernidad milenial).
?Ad¨®nde va la Fiesta en M¨¦xico, tan fatigada por diversos abandonos y el sabor rancio de todo lo que se nos fue oxidando? Al cementerio donde descansa en paz el bolero y la zarzuela, la blanqueada pared del otrora muralismo policromado y las cuerdas desafinadas de la lucha libre o el boxeo; al olvido que ya somos quienes habitamos un mundo donde lo humano iba por delante de todo animal y a la callada nada donde ya nadie repare en el callado milagro de un pellizco de tela al filo de la muerte, como ala de golondrina.
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