Luis Astorga: ¡°No hay pol¨ªtica de Estado en materia de seguridad, solo ocurrencias sexenales¡±
Doctor en sociolog¨ªa, Astorga es el mayor experto en M¨¦xico sobre tr¨¢fico de drogas y la evoluci¨®n de las relaciones entre crimen y pol¨ªtica. Se muestra muy duro con L¨®pez Obrador: ¡°Es el mayor demagogo de todos¡±
En tiempos de explicaciones r¨¢pidas y soluciones cosm¨¦ticas, el acad¨¦mico Luis Astorga (Culiac¨¢n, 1953) exige reflexi¨®n y mesura. Doctor en sociolog¨ªa, integrante del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, acaba de publicar ?Sin un solo disparo? Inseguridad y delincuencia organizada en el Gobierno de Pe?a Nieto, un libro que enriquece la serie de investigaciones sobre el tr¨¢fico de drogas en M¨¦xico y las relaciones entr...
En tiempos de explicaciones r¨¢pidas y soluciones cosm¨¦ticas, el acad¨¦mico Luis Astorga (Culiac¨¢n, 1953) exige reflexi¨®n y mesura. Doctor en sociolog¨ªa, integrante del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, acaba de publicar ?Sin un solo disparo? Inseguridad y delincuencia organizada en el Gobierno de Pe?a Nieto, un libro que enriquece la serie de investigaciones sobre el tr¨¢fico de drogas en M¨¦xico y las relaciones entre crimen y pol¨ªtica, a la que ha dedicado media vida.
Aunque el libro trata sobre el Gobierno de Enrique Pe?a Nieto (2012-2018), parte de lo que narra le remite al presente. Astorga muestra su enojo con L¨®pez Obrador a cuenta de la ¡°militarizaci¨®n¡± del pa¨ªs. No es decepci¨®n, dice, porque no esperaba nada bueno. ¡°La demagogia se le da muy f¨¢cil a todos los pol¨ªticos, pero hay unos m¨¢s demagogos que otros, parafraseando a Orwell. Y L¨®pez Obrador ha sido el campe¨®n de todos¡±, critica.
¡°La restauraci¨®n autoritaria es clar¨ªsima. A mis estudiantes les digo que esta administraci¨®n me recuerda mucho a 1984¡å, dice, en referencia a la novela del mismo Orwell. ¡°Lo que dice es exactamente lo contrario a lo que hay que entender. En el lenguaje de esta administraci¨®n, el autoritarismo se llama democracia. La concentraci¨®n de poder en el Ejecutivo es el s¨²mmum de la democracia. Todos los dem¨¢s poderes son corruptos. Y si los militares son el ejemplo de la honorabilidad, ?por qu¨¦ no un presidente militar?¡±, dice, ir¨®nico.
M¨¦xico vive una crisis intensa. Quienes tratan de entenderla, de asirla, como Astorga, asumen la dificultad de trabajar en medio del hurac¨¢n. Los n¨²meros dibujan la cat¨¢strofe. El pa¨ªs cuenta casi medio mill¨®n de asesinatos desde el a?o 2000, inicio de la administraci¨®n de Vicente Fox, del partido Acci¨®n Nacional (PAN), concreci¨®n simb¨®lica de la alternancia. El PRI, que hab¨ªa gobernado de manera absoluta el pa¨ªs durante d¨¦cadas, consignaba finalmente su derrota.
Astorga se?ala que la alternancia empez¨® antes, cuando el PAN y el PRD, la izquierda escindida del PRI, empezaron a acumular poder a nivel local. Y que en ese deshielo, la ¡°correlaci¨®n de fuerzas¡± ¡ªexpresi¨®n que usa con cierta asiduidad¡ª entre el poder pol¨ªtico y el criminal, empez¨® a cambiar. El control que la Direcci¨®n Federal de Seguridad (DFS), aparato represivo del Estado, hab¨ªa ejercido sobre el tr¨¢fico de drogas y sus operadores se fractur¨®. La autonom¨ªa de las organizaciones de criminales aument¨®, sus intereses variaron.
¡°Los partidos se olvidaron por completo de la seguridad. Como si no hubiese indicios, ya desde finales de los a?os 60, de que la correlaci¨®n de fuerzas entre el campo delictivo y el pol¨ªtico se estaba modificando de manera acelerada¡±, critica Astorga. ¡°Pensaron que las reglas electorales iban a ser suficientes para que todo lo dem¨¢s funcionara de manera autom¨¢tica, algo bastante ingenuo. Es eso, o es que simplemente no les import¨®¡±, a?ade.
El Estado se libr¨® del virus priista, pero otros ocuparon el espacio. En estos 23 a?os, tanto Fox como sus sucesores han intentado revertir la situaci¨®n, contener la sangr¨ªa. Se han implementado pol¨ªticas de mano dura, se han creado corporaciones, han desaparecido otras¡ El resultado ha sido nefasto. Adem¨¢s del medio mill¨®n de asesinatos, M¨¦xico cuenta m¨¢s de 110.000 desaparecidos y m¨¢s de 5.000 fosas clandestinas. ¡°Desde un principio no hubo un inter¨¦s en conformar una pol¨ªtica de Estado en materia de seguridad, lo que hemos tenido son ocurrencias sexenales¡±, se?ala.
Su nuevo libro, heredero del ¨¦xito editorial de El siglo de las drogas y de los can¨®nicos, Mitolog¨ªa del narcotraficante y Seguridad, Traficantes y militares, se centra en el Gobierno de Pe?a Nieto, del PRI. Parte de una idea muy sencilla: ante la ignorancia o desidia de los nuevos gobernantes, el cambio en materia de seguridad fue meramente discursivo. Con Pe?a, los funcionarios del ramo usaban una misma expresi¨®n cuando se realizaba una detenci¨®n que consideraban importante. Para tratar de distanciarse del Gobierno anterior, presidido por Felipe Calder¨®n (2006-2012), dec¨ªan que la captura se hab¨ªa realizado ¡°sin un solo disparo¡±.
Desde luego, se hicieron cosas. Pe?a Nieto jug¨® con la idea de devolver el Ej¨¦rcito a sus cuarteles. Con Calder¨®n, tambi¨¦n del PAN, los militares hab¨ªan elevado su perfil en tareas de seguridad, liderando operativos contra la delincuencia organizada en medio pa¨ªs. El salvajismo de las organizaciones criminales, por un lado, y la respuesta no menos salvaje de las Fuerzas Armadas, en muchas ocasiones, generaron un fuerte rechazo de la poblaci¨®n, que abandon¨® al PAN en 2012.
Las intenciones de Pe?a Nieto chocaron, sin embargo, con su falta de estrategia. El presidente habl¨® entonces de la creaci¨®n de una nueva corporaci¨®n, la gendarmer¨ªa, que se nutrir¨ªa de militares y marinos y que, bajo mando civil, heredar¨ªa el trabajo del Ej¨¦rcito. Nunca ocurri¨®. Mientras tanto, Pe?a, su gabinete y cargos pol¨ªticos de todos los niveles hablaban de grupos delictivos, c¨¢rteles, c¨¦lulas y dem¨¢s parafernalia pseudoacad¨¦mica, que quer¨ªa transmitir cierta sensaci¨®n de control sobre la realidad.
Astorga dedica algunas p¨¢ginas a aquella discusi¨®n que domin¨® el debate durante unas semanas en 2017, acerca de la presencia de c¨¢rteles en Ciudad de M¨¦xico, tras la detenci¨®n del presunto l¨ªder de una organizaci¨®n criminal que ten¨ªa su base supuestamente en el sur de la capital, conocida como C¨¢rtel de Tl¨¢huac. En el libro, Astorga escribe: ¡°La discusi¨®n no deber¨ªa ser sobre las etiquetas, sino sobre las caracter¨ªsticas y diferencias entre organizaciones delictivas¡±. El punto de partido de una pol¨ªtica de Estado, la base para entender la realidad.
El acad¨¦mico desarrolla la idea en la entrevista. ¡°Las etiquetas son detalles folkl¨®ricos que alimentan a la prensa. Yo recuerdo preguntarle a militares que qu¨¦ cosa era una c¨¦lula criminal. Y me dec¨ªan una serie de cosas sin fundamento¡ Piensan en el cuerpo humano como met¨¢fora¡±, se?ala. ¡°El cuerpo humano est¨¢ formado por millones de c¨¦lulas y todo lo dem¨¢s. Cuando hablan de una organizaci¨®n delictiva, lo piensan como un organismo, donde hay subgrupos, que les denominan c¨¦lulas¡ ?Pero en realidad nadie sabe! Es una feria sem¨¢ntica, de etiquetas¡ Ya no saben las propias autoridades c¨®mo hacer. Ante la dificultad para atrapar a los delincuentes en la vida real, los quieren atrapar de manera simb¨®lica, con una etiqueta que engloba todo¡±.
Ante la falta sistem¨¢tica de estrategia de seguridad a largo plazo, defiende Astorga, la inercia de los gobiernos, desde antes incluso del cambio de siglo, ha sido incorporar a los militares a la vida p¨²blica. Es la gran paradoja: desde el discurso, el viento manda, los pol¨ªticos cazan al vuelo opiniones mayoritarias para desplegar sus tesis. Debajo de la mesa, le pasan el control al Ej¨¦rcito.
¡°O sea, cambias el discurso, pero al mismo tiempo est¨¢s siguiendo una pauta que empez¨® en los a?os 70, a ra¨ªz de la operaci¨®n c¨®ndor, el primer gran operativo militar en Am¨¦rica Latina de destrucci¨®n de cultivos il¨ªcitos¡±, explica. Estados Unidos fue el gran patrocinador de esos esfuerzos, primero en M¨¦xico y luego en Sudam¨¦rica. Y la l¨®gica del gran vecino del norte permea hasta nuestros d¨ªas.
¡°No es nada m¨¢s la decisi¨®n de un presidente en un determinado momento¡±, explica. Astorga critica las etiquetas que L¨®pez Obrador ha usado estos a?os, la guerra de Calder¨®n, los muertos de Calder¨®n. No es que defienda al expresidente, es que todos tienen culpa, porque todos han reaccionado igual, con ocurrencias, siempre buscando el refugio de las Fuerzas Armadas, ninguno como el actual Gobierno.
¡°Es, por un lado, el papel de EEUU, su insistencia en combatir la producci¨®n y tr¨¢fico de drogas y, por otro, la aceptaci¨®n de los gobernantes mexicanos de tener a militares en posiciones cada vez m¨¢s operativas de aparatos de seguridad¡± matiza. ¡°Todo por la visi¨®n de EE UU sobre el peligro que representa el tr¨¢fico de drogas para la seguridad nacional. No son los muertos ni de Calder¨®n, ni del vecino del norte, son los muertos de cada uno de los presidentes, porque cada uno tiene su responsabilidad pol¨ªtica, como comandantes supremos de las Fuerzas Armadas.
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