El veneno, el ant¨ªdoto y el infierno: un grito de auxilio desde la zona cero de la epidemia de fentanilo
Atrapada entre la violencia del narco y los efectos devastadores de una demanda insaciable, la frontera se aferra a la naloxona, un medicamento que salva vidas de la sobredosis en EE UU pero que es pr¨¢cticamente imposible de encontrar en M¨¦xico
Channing Vel¨¢zquez se acost¨® sobre la cama, cerr¨® poco a poco los ojos y empez¨® a dejar de ver todo lo que estaba a su alrededor. ¡°Me acuerdo de que me sent¨¦ a ver televisi¨®n y todo se puso gris. Despu¨¦s, me quise parar y no pod¨ªa moverme. Sent¨ª que mi coraz¨®n palpitaba bien bajo. Todo se empez¨® a apagar, era como estar dentro de un t¨²nel¡±, cuenta.
Vel¨¢zquez creci¨® en Nogales (Arizona), una ciudad de poco m¨¢s de 20.000 habitantes en la frontera entre M¨¦xico y Estados Unidos, s¨®lo separada por el muro de Nogales (Sonora), su ciudad hermana y con 10 veces m¨¢s poblaci¨®n. Recuerda que era un muchacho inquieto y muy activo. Un d¨ªa estaba jugando b¨¦isbol con sus amigos del barrio y lleg¨® su turno para batear. Le peg¨® recio a la bola y lleg¨® con facilidad a primera base. Sigui¨® corriendo, pero se tuvo que barrer y se lastim¨® para alcanzar segunda. No pens¨® que fuera nada grave, pero su tobillo qued¨® resentido. Le recetaron Vicodin, un analg¨¦sico potente. Ten¨ªa 11 a?os cuando empez¨® todo.
Cuando tomaba el medicamento, su dolor desaparec¨ªa y sus preocupaciones, tambi¨¦n. Dice que era como elevarse del suelo: lo bueno era muy bueno y lo malo no importaba. Cuando su cuerpo desarroll¨® tolerancia al Vicodin, se pas¨® a OxyContin (oxicodona), otra medicina para el dolor intenso. Todav¨ªa hasta ese momento, nunca se vio a s¨ª mismo como un adicto. S¨®lo hac¨ªa lo que le hab¨ªan dicho los m¨¦dicos, hasta que de un d¨ªa para otro, le cortaron la dosis.
A los 23 a?os, busc¨® drogas en la calle por primera vez. Fue f¨¢cil, todo mundo sab¨ªa d¨®nde encontrarlas y a qui¨¦n preguntar. Una pastilla de metanfetamina con fentanilo costaba solo 10 centavos de d¨®lar, mucho menos que un chicle o una lata de refresco. Ten¨ªa un trabajo, una familia y la vida por delante. A los 26 a?os, cuando tuvo su primera sobredosis, ya lo hab¨ªa perdido todo. ¡°Primero me dio miedo, pero lo m¨¢s triste es que en un punto, lo aceptas y te dices a ti mismo ¡®me voy a morir¡±, afirma.
No muri¨®. Channing Vel¨¢zquez despert¨® solo en su casa, desorientado y con la cara p¨¢lida. Alcanz¨® a inyectarse naloxona, una sustancia que revierte los efectos de las sobredosis por fentanilo y que le salv¨® la vida. M¨¢s de 107.000 consumidores de drogas no corrieron con la misma suerte en Estados Unidos, donde la epidemia por el uso de opioides mat¨® el a?o pasado a una persona cada cinco minutos, seg¨²n datos oficiales.
La naloxona es un antagonista de los opi¨¢ceos: se adhiere a los receptores del cuerpo para los opioides, los bloquea y elimina sus efectos. Hace respirar a quien ha dejado de hacerlo, devuelve la consciencia a quien ha ca¨ªdo rendido y se ha convertido en un signo de esperanza en medio de la emergencia para usuarios, familiares y param¨¦dicos. Tambi¨¦n es el principal s¨ªmbolo de contraste entre las pol¨ªticas de drogas que se siguen en ambos lados de la frontera.
En Estados Unidos, donde el consumo de opioides est¨¢ disparado pero es reconocido como una crisis de salud p¨²blica, la naloxona est¨¢ por todas partes, se consigue con facilidad y es clave para la reducci¨®n de da?os. En M¨¦xico, donde el consumo de fentanilo es una realidad que se queda fuera de los discursos y los registros oficiales, el medicamento es igualmente necesario, pero es de uso restringido y encontrarlo es una misi¨®n pr¨¢cticamente imposible. Y eso hace que cada vez m¨¢s personas hagan el viaje al otro lado para traerlo o tengan que depender de donaciones para conseguir una dosis. El veneno cruza la frontera todos los d¨ªas. El ant¨ªdoto tambi¨¦n, pero en la direcci¨®n contraria.
La letalidad del fentanilo reside en una paradoja: el cuerpo genera r¨¢pido tolerancia a la droga y eso hace que las personas que han desarrollado una dependencia tengan que consumir con m¨¢s frecuencia o en cantidades mayores. En el caso del fentanilo, una sola dosis puede ser letal. Dos miligramos pueden ser mortales. Pero no consumirlo cuando uno es dependiente es una pesadilla. Channing Vel¨¢zquez cuenta que la malilla, como los usuarios de drogas sint¨¦ticas le llaman al s¨ªndrome de abstinencia, era tan fuerte que no pod¨ªa dejarlo. ¡°Sientes que tu sistema entra en shut down [colapsa], tu coraz¨®n late rapid¨ªsimo, sientes que te est¨¢s hundiendo o ahogando, es como si te estuvieran picando los huesos con un clavo, es horrible¡±, asegura Vel¨¢zquez.
No tiene recuerdos de su segunda sobredosis ni met¨¢foras sobre su ¨²ltimo encuentro con la muerte. Solo se acuerda de que se fue. Y de la soledad. En el pico de la adicci¨®n, ya no ten¨ªa a nadie a su alrededor. Machac¨® un pu?ado de pastillas M-30, una de las presentaciones m¨¢s mort¨ªferas del fentanilo, y las inhal¨®, como acostumbraba. Un familiar lo encontr¨® inconsciente y alcanz¨® a aplicarle la naloxona. Poco despu¨¦s, supo que hab¨ªa tocado fondo y emprendi¨® una batalla de dos a?os para dejar la droga. ¡°Ah¨ª lo ¨²nico que te queda es bajarle poquito a poquito, sufrir un d¨ªa tras otro hasta quit¨¢rtelo cold turkey, dejarlo de un d¨ªa para otro¡±.
Vel¨¢zquez, de 34 a?os, lleva limpio desde 2020. A principios del a?o pasado comenz¨® a colaborar con C¨ªrculos de Paz, una organizaci¨®n civil enfocada en apoyar a la comunidad latina, el 95% de la poblaci¨®n de Nogales (Arizona), en temas como la justicia restaurativa, la violencia machista y el consumo de drogas. ¡°Soy un adicto ayudando a otros adictos¡±, dice Vel¨¢zquez, que pas¨® por el programa de rehabilitaci¨®n de la asociaci¨®n y ahora se gana la vida ayudando a quienes est¨¢n pasando por lo mismo que ¨¦l pas¨®.
El sol de oto?o cae a plomo en el desierto de Sonora y Arizona, y las calles del lado estadounidense de Nogales est¨¢n pr¨¢cticamente vac¨ªas. Vel¨¢zquez propone ir a visitar el parque que rodea la biblioteca de la ciudad, un punto lejos de los mirones y los polic¨ªas, donde la gente se re¨²ne para consumir sustancias. La peor crisis de drogas que ha azotado a Estados Unidos emerge a la superficie de forma cruda: est¨¢ en la foto de unos padres que perdieron a un hijo, en un pupitre que qued¨® vac¨ªo, en vidas que se apagaron sin previo aviso. Pero a veces, el rastro es mucho m¨¢s sutil y est¨¢ en los restos imperceptibles de un parque.
En un callej¨®n abandonado, entre la biblioteca y una sucursal del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n, Vel¨¢zquez recoge con paciencia foils, pedacitos de papel aluminio donde se colocan las pastillas pulverizadas y se queman para inhalar el humo con popotes o bol¨ªgrafos. Entre la maleza est¨¢ el pl¨¢stico quemado, las bolsitas de droga deshechas y las jeringas vac¨ªas de quienes prefieren inyectarse la dosis. Junto a las botellas de alcohol y las cajetillas de cigarro terminadas, tambi¨¦n hay latas de aire comprimido, una alternativa ¡°legal¡±, barata y cada vez m¨¢s com¨²n para intoxicarse.
En los tickets de compra de cada bote, que se vende por cinco d¨®lares en las tiendas departamentales, se lee que el cliente recibi¨® un descuento porque era veterano de las Fuerzas Armadas. Son esbozos de pistas menos obvias sobre la crisis y de temas que se han convertido en tab¨²: algo de lo que todos sufren, pero de lo que nadie quiere hablar. El doble estigma es patente entre la comunidad latina y otras minor¨ªas racializadas. La mitad de las personas que mueren por sobredosis en Arizona no son blancos, seg¨²n cifras oficiales. ¡°El estigma nunca ha cambiado y no va a cambiar, esta es una ciudad chica y todos se conocen¡±, zanja Vel¨¢zquez.
No solo el consumo est¨¢ atravesado por el estigma, tambi¨¦n la lucha contra las sobredosis. Arizona declar¨® en junio de 2017 el estado de emergencia por el alto n¨²mero de muertes causadas por los opioides y, desde entonces, la naloxona es distribuida por el Gobierno de forma gratuita. Aun as¨ª, muchas personas no buscan ayuda porque no quieren ser vistas como adictas o por el miedo al qu¨¦ dir¨¢n.
Blanca Acosta, directora de C¨ªrculos de Paz, comenta que la organizaci¨®n ya hab¨ªa identificado que los opioides empezaban a ser un problema en Nogales desde 2012, primero impulsado por los medicamentos que recetaban los doctores y despu¨¦s, por las versiones ¡°pirata¡± y las drogas adulteradas con fentanilo que siguen inundando las calles. Tambi¨¦n porque las sustancias no solo irrumpieron en las casas, sino que se quedaron en ellas y no solo era el paciente quien ten¨ªa acceso a los narc¨®ticos, tambi¨¦n el resto de la familia. ¡°El problema nos rebas¨® poco a poco¡±, explica. ¡°Si t¨² miras las noticias, todos los d¨ªas hay un decomiso de droga, todos los d¨ªas hay una sobredosis, todos los d¨ªas detienen a alguien por conductas agresivas a ra¨ªz de la droga¡±.
El veneno estaba por todas partes, pero la cura no. Durante a?os, C¨ªrculos de Paz se dio cuenta de que m¨¢s gente ten¨ªa acceso a la ayuda si se le ofrec¨ªa de forma an¨®nima. A principios de a?o, la organizaci¨®n fue un paso m¨¢s all¨¢ e impuls¨® que se instalaran botiquines en las calles ¡ªconocidos como naloxboxes¡ª para que los usuarios de fentanilo pudieran acceder a la naloxona sin necesidad de responder preguntas ni dar explicaciones. Y tambi¨¦n para que el ant¨ªdoto est¨¦ listo donde se necesita, como en el parque de la biblioteca. Sobre una pared blanca de ladrillos se lee opioid rescue kit, kit de rescate para opiodes. Cada caja tiene dos empaques de Narcan, el nombre comercial del medicamento, y un instructivo para uso de emergencia en ingl¨¦s y en espa?ol. Fueron colocados en 18 puntos del condado de Santa Cruz, donde est¨¢ Nogales. Es la ¨²nica zona de Arizona donde est¨¢n disponibles.
La guerra contra las drogas se libra tambi¨¦n en rincones olvidados. En estacionamientos vac¨ªos, a un costado de las v¨ªas del tren, a espaldas de empacadoras de frutas y verduras, donde los trabajadores se meten las sustancias para aguantar largas jornadas y donde los jefes tambi¨¦n han dejado de hacer preguntas. En los descampados se observan casitas improvisadas, asientos traseros de camionetas cubiertos por la hierba y lonas que se convierten en refugios en medio del desierto.
En uno de ellos viv¨ªa Javier, un hombre corpulento que acab¨® en la calle y que forma parte de un grupo de rehabilitaci¨®n dirigido por Vel¨¢zquez. ¡°Me corrieron de mi casa y estuve 14 a?os dando vueltas, hasta que me cans¨¦ de todo eso y ya no pude m¨¢s. Llevo un a?o y medio limpio¡±, se sincera sobre el infierno que pas¨® frente a sus compa?eros, sentados en c¨ªrculo durante la sesi¨®n.
A su lado est¨¢ Alberto Cortinas, un m¨²sico que empez¨® a consumir hace 10 a?os, despu¨¦s de sufrir un accidente de coche y de que un doctor le recetara Percocet, un analg¨¦sico que combina oxicodona con paracetamol. ¡°No solo me la recetaron a m¨ª, se la recetaron a mi hermano y a mi esposa porque todos ¨ªbamos en el carro, pero aparte de eso a mi pap¨¢ ya se la hab¨ªan recetado, se la recetaban a mi abuela, a mi t¨ªa y a mi prima. ?ramos siete en la familia, cuando se nos acababa, la rol¨¢bamos. Todos nos hicimos adictos, menos mi hermano¡±, cuenta.
Los registros oficiales se?alan que en 2013, el a?o del accidente de Cortinas, se expidieron m¨¢s de 17 millones de recetas de Percocet en Estados Unidos, a pesar de que las autoridades ya llevaban al menos cuatro a?os investigando su papel en cientos de muertes por sobredosis cada a?o. El m¨²sico de 43 a?os, que lleg¨® a estar de gira por Estados Unidos y Europa, tambi¨¦n acab¨® en las calles y asegura haber perdido m¨¢s de 100.000 d¨®lares en droga. Despu¨¦s de recibir Percocet durante seis a?os, de repente se la quitaron, pero la malilla era tan fuerte que ya no pod¨ªa parar. Y ah¨ª entr¨® el fentanilo. ¡°Me considero una v¨ªctima de este sistema¡±, afirma. ¡°Nogales es un lugar invadido por la droga. Te das cuenta de que no eres el ¨²nico. Todos conocemos a alguien que consume, que vende o que ha muerto por esto¡±.
El alcalde, Jorge Maldonado, asegur¨® este a?o que Nogales era la ciudad con el mayor n¨²mero de decomisos de fentanilo en toda la frontera. Entre octubre de 2022 y septiembre de 2023, Estados Unidos se incaut¨® de 12,2 toneladas de la sustancia, seg¨²n datos de la patrulla fronteriza (CBP). Seis toneladas se detuvieron solo en el sur de Arizona, casi m¨¢s que todas las regiones fronterizas combinadas y m¨¢s que en la zona metropolitana de Tijuana y San Diego, que tiene casi 5,5 millones de habitantes. En comparaci¨®n, ambos Nogales no pasan del medio mill¨®n de personas. ¡°Es una bomba nuclear recorriendo nuestras calles¡±, lamenta el mayor Maldonado.
Una crisis oculta
¡°Nosotros no producimos y no tenemos consumo de fentanilo¡±, declar¨® en marzo el presidente, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, en medio de los reclamos de Washington para que actuara contra el narcotr¨¢fico. En el terreno, la historia es diferente. La droga no solo pasa por la frontera, tambi¨¦n se queda. El viejo esquema del narcotr¨¢fico entre ambos pa¨ªses, con M¨¦xico como pa¨ªs productor y de paso y EE UU como el gran consumidor, se est¨¢ derrumbando y la demanda de fentanilo crece de manera preocupante al sur de la frontera, como una realidad reconocida por las autoridades locales.
¡°Realmente es una situaci¨®n en cuanto al fentanilo complicada, sabemos que su venta es demasiado r¨¢pida y va en aumento¡±, reconoce Nicole Salazar, la directora de Salud Municipal de Nogales (Sonora), el ¨®rgano que est¨¢ al tanto de los casos de sobredosis del lado mexicano y que, sin embargo, no tiene autorizaci¨®n para hacerlos p¨²blicos. Es un problema que se extiende por todo M¨¦xico, donde las cifras que se conocen son pocas, poco precisas y est¨¢n desactualizadas. La ¨²ltima encuesta nacional de adicciones se public¨® hace siete a?os.
Salazar agrega, sin embargo, que el consumo es cada vez m¨¢s generalizado y ya no sigue patrones definidos de g¨¦nero, edad o condici¨®n social. ¡°Eso aumenta el trabajo que tenemos que hacer para identificar d¨®nde est¨¢ el problema. En el momento que tenemos la vida de cualquier persona en nuestras manos, tenemos la responsabilidad de salvarla¡±. Las autoridades sanitarias emprenden desde hace meses campa?as de prevenci¨®n y concienciaci¨®n sobre los efectos devastadores de la droga, m¨¢s potente, m¨¢s barata y m¨¢s f¨¢cil de traficar.
A falta de estad¨ªsticas, otros indicadores dan cuenta del tama?o del problema en territorio mexicano. Nogales salt¨® a los titulares en mayo pasado, cuando un beb¨¦ de 10 meses tuvo que ser internado en un hospital p¨²blico por intoxicaci¨®n por fentanilo. El ni?o sufri¨® un paro cardiorrespiratorio y los m¨¦dicos tuvieron que administrarle naloxona para salvarlo. Encontraron unas pastillas de color azul en su pa?al, se?alaron las autoridades sanitarias.
Fue tambi¨¦n en esta misma frontera donde se identific¨® el consumo de fentanilo desde 2016, seg¨²n la prensa local, y donde se empez¨® a hablar por primera vez en M¨¦xico del llamado ¡°fentanilo arco¨ªris¡±, una variedad parecida a los caramelos, el a?o pasado. A veces, la droga emerge de formas imprevisibles: escondida en tamales, en inodoros o en adornos de fiesta para saltar a EE UU. Otras, su senda es apenas visible en la mirada perdida de personas que deambulan por sus arroyos secos, en llamadas de emergencia cada vez m¨¢s frecuentes, en el testimonio de quienes piden ayuda.
¡°Tengo un a?o batallando con el fentanilo, pero la droga esta es muy celosa y muy adictiva, tienes que estar consumiendo a cada rato porque el efecto se te baja muy r¨¢pido¡±, lamenta Mart¨ªn Renter¨ªa, un hombre de 37 a?os internado en el Centro de Integraci¨®n para Adictos y Alcoh¨®licos en Recuperaci¨®n (Ciaar). Renter¨ªa llevaba siete a?os sin consumir hasta que conoci¨® el fentanilo. Empez¨® desde los 16 a?os con hero¨ªna, cristal [metanfetamina] y coca¨ªna, hasta que logr¨® rehabilitarse y encontrar un trabajo. Pero ten¨ªa que cubrir turnos de 16 horas en una cocina y no hab¨ªa forma de aguantar sin darse un pase. Un amigo que trabajaba en una gasolinera le dio a probar fenta hace un a?o y no ha podido dejarlo desde entonces, pese a que el ¡°consumo es muy penado¡±. ¡°Muchas veces los mismos narcos te la dan y te dan pa¡¯ que vendas, pero otras los mismos apoyos de ellos te agarran con una pastilla y ya te quieren hasta matar. Me pas¨® varias veces, me tuve que esconder¡±, cuenta.
¡°Los muchachos tienen m¨¢s miedo a los sicarios que a la droga¡±, afirma Jos¨¦ Luis Quihuis, el director del Ciaar. En medio de las tensiones binacionales por la crisis del fentanilo, Los Chapitos y otras facciones del Cartel de Sinaloa desplegaron mensajes en octubre en los que anunciaban una supuesta prohibici¨®n de compra y venta de fentanilo en varias ciudades del norte de M¨¦xico. Pero la sustancia sigue siendo com¨²n en algunos bares pegados a la l¨ªnea [la frontera] y en los tiraderos, las zonas de venta del narco, desperdigados por los barrios m¨¢s conflictivos de la ciudad y vigilados por los halcones del crimen organizado.
¡°Siempre ha habido mucha droga aqu¨ª, pero ya la mayor¨ªa llega por fentanilo y llegan tambi¨¦n m¨¢s da?ados que con otras drogas, algunos hasta llegan doblados¡±, asegura Quihuis, en referencia a como los usuarios pierden fuerza muscular y se doblan cuando est¨¢n padeciendo una sobredosis. El cuerpo pierde tambi¨¦n la capacidad de respirar, la piel suele perder su coloraci¨®n habitual y el paciente pierde la consciencia ante el riesgo de un paro card¨ªaco o respiratorio que puede ser fatal.
El director del Ciaar dice que la propia polic¨ªa y el narco le llevan gente para internarla en el centro. ¡°Son buenos para traerlos y dejarlos, pero ?qui¨¦n nos apoya a nosotros? Habiendo algo que les puede salvar la vida, el Gobierno no se preocupa. La naloxona aqu¨ª casi no se encuentra ni en los hospitales, los m¨¦dicos y los de la Cruz Roja¡ ellos hacen lo que pueden, pues¡±, dice Quihuis molesto, pero tambi¨¦n visiblemente triste. Humberto, un muchacho que estuvo en el anexo (como se conoce a este tipo de centros en M¨¦xico) hasta hace tres d¨ªas, muri¨® por una sobredosis de fentanilo. Consumi¨® una pastilla a las pocas horas que fue dado de alta. ¡°Ten¨ªa como 34 a?os, dej¨® una ni?a¡±.
¡°Fue un caso desgarrador¡±, cuenta uno de los param¨¦dicos que atendi¨® esa emergencia. La familia llam¨® a Humberto para comer, pero cuando abrieron la puerta de su cuarto, lo encontraron r¨ªgido. ¡°Sus pap¨¢s gritaban y gritaban, nos ped¨ªan que hici¨¦ramos algo, pero ya no hab¨ªa nada qu¨¦ hacer. Una sola pastilla, ?te imaginas?¡±, relata. Hace tres a?os, la Cruz Roja de Nogales atend¨ªa una sobredosis cada mes y de forma espor¨¢dica del lado mexicano. Ahora tienen hasta tres llamadas de emergencia cada semana. ¡°Ya no ten¨ªamos naloxona, se nos hab¨ªa acabado¡±.
En M¨¦xico, la naloxona est¨¢ clasificada como una ¡°sustancia psicotr¨®pica¡± en la Ley General de Salud, por lo que su acceso est¨¢ altamente restringido. La legislaci¨®n hace que el ant¨ªdoto est¨¦ pr¨¢cticamente prohibido y que su venta requiera de una receta m¨¦dica, lo que impide que pueda aplicarse en situaciones de emergencia. Esto, a pesar de que no es adictiva. Y mientras en un lado de la frontera es omnipresente, del otro lado es pr¨¢cticamente imposible de conseguir, fuera de las principales instituciones p¨²blicas de salud y un par de cl¨ªnicas privadas. En una de ellas, una sola ampolleta se vende por m¨¢s de 2.000 pesos, un precio prohibitivo en un municipio donde casi siete de cada diez habitantes son pobres, seg¨²n datos del Gobierno federal.
¡°Es la diferencia entre la vida y la muerte¡±, afirma Guadalupe Gonz¨¢lez Bucio, la comandante de la Cruz Roja de Nogales (Sonora). Es una diferencia real: con naloxona, un caso de sobredosis se puede revertir en tres minutos, el paciente recupera la consciencia, puede incorporarse y hablar como si nada hubiera pasado, cuenta la jefa de los param¨¦dicos. ¡°Pero no lo encuentras, t¨² puedes tener todo el dinero del mundo y no lo hallas. Nos hace mucha falta¡±, lamenta. ¡°M¨¢s que un exhorto, esta es una solicitud de auxilio para que podamos seguir haciendo nuestro trabajo¡±.
Una iniciativa de ley est¨¢ estancada desde hace casi dos a?os en el Senado mexicano para sacar a la naloxona de la lista de sustancias restringidas. En abril pasado, el proyecto fue aprobado en comisiones, pero no ha pasado a discusi¨®n en el pleno en este periodo ordinario de sesiones, que concluy¨® esta semana. La propuesta ha enfrentado resistencias, incluso bajo el argumento de que facilitar el acceso al ant¨ªdoto, solo abre la puerta a que las personas sigan consumiendo o con prejuicios labrados a la sombra de la llamada guerra contra las drogas. ¡°Lo que tiene que quedar claro es que garantizar el acceso a la naloxona es proteger el derecho humano a la salud y el derecho humano a la vida¡±, defiende la senadora Olga S¨¢nchez Cordero, autora de la iniciativa. La legisladora espera que el proyecto pueda ser discutido a partir de febrero, cuando inicia el pr¨®ximo periodo de sesiones.
La urgencia por combatir una crisis soterrada, pero cada vez m¨¢s visible en el norte de M¨¦xico ¨Ddonde se concentra el consumo de fentanilo¨D ha llevado a m¨¦dicos, primeros respondientes y activistas a cruzar la frontera y buscar ellos mismos las dosis de naloxona. Mientras el veneno alimenta la crisis de salud p¨²blica que asola a EE UU, la cura llega a cuentagotas a M¨¦xico en la direcci¨®n contraria a las rutas de narcotr¨¢fico y a la estela de violencia que deja el crimen organizado. Mientras los carteles de la droga reciben una atenci¨®n inusitada, las poblaciones m¨¢s vulnerables al uso y al abuso de drogas en M¨¦xico siguen estando en las sombras. En Arizona, a un paso del muro y donde la crisis sigue estando m¨¢s extendida (pero es reconocida), cinco personas mueren a diario por el consumo de opioides, pero se atienden con ¨¦xito 10 sobredosis al d¨ªa. Se salvan m¨¢s del doble de los que mueren en medio de la epidemia, seg¨²n cifras oficiales. Tres de cada cuatro casos no fatales se atienden con naloxona.
Por eso, las donaciones son cr¨ªticas. En colaboraci¨®n con las autoridades de ambos pa¨ªses y con una coalici¨®n de asociaciones e instituciones que integran el Consejo Binacional de Salud, C¨ªrculos de Paz ha impulsado desde 2021 una v¨ªa legal para donar alrededor de 1.200 dosis del medicamento a M¨¦xico. La ¨²ltima fue de 75 dosis para la Cruz Roja, que fueron entregadas esta semana por la Direcci¨®n de Salud Municipal de Nogales (Sonora).
¡°Nos dol¨ªa ver lo que pasaba porque somos parte de la misma comunidad, tenemos familia, crecimos en M¨¦xico, hablamos espa?ol y parte de nuestro equipo vive del lado mexicano¡±, afirma Acosta. Todav¨ªa hace falta trabajar en un registro para consignar c¨®mo se us¨® cada dosis, a qui¨¦n benefici¨®, y c¨®mo se dio seguimiento a cada paciente en M¨¦xico, pero las donaciones son un resquicio de esperanza y la principal fuente de acceso para las agencias mexicanas. Es tambi¨¦n uno de los esfuerzos m¨¢s decididos de ambos pa¨ªses para buscar soluciones conjuntas a una crisis compartida, aunque el diagn¨®stico del problema, las din¨¢micas de consumo y el impacto en la poblaci¨®n siguen l¨®gicas diametralmente distintas. Y a pesar de las prohibiciones, los subregistros y los desacuerdos que todav¨ªa predominan.
¡°Nunca vamos a ganar la guerra contra el uso de sustancias, eso ya se acept¨®. Pero la guerra contra la muerte va mejor¡±, afirma Channing Vel¨¢zquez. Dos d¨ªas despu¨¦s de la entrevista, el parque de la biblioteca de Nogales (Arizona) se ha vuelto a llenar de aluminio, de popotes y bol¨ªgrafos quemados. Dos personas sin hogar, excompa?eros de clase enganchados a los opioides, saludan a Vel¨¢zquez. Uno de ellos le pregunta si tiene Narcan. ?l se lo da y se despiden antes de volver a deambular sin rumbo por las calles desiertas de la frontera. La epidemia vuelve a emerger a la superficie, pero tambi¨¦n hay una dosis de naloxona menos en el botiqu¨ªn del parque. Alguien se salv¨®. Alguien obtuvo ayuda.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs