El reencuentro de Marlon y Jonathan, los dos amigos marineros que resistieron la furia de ¡®Otis¡¯
Estos dos j¨®venes, de 24 a?os, sobrevivieron al hurac¨¢n mientras cuidaban los yates de su patr¨®n. Seis meses despu¨¦s recuerdan su historia en la bah¨ªa de Acapulco, donde decenas de personas que estaban en los barcos todav¨ªa no han aparecido
Caminan por el malec¨®n de Acapulco con algo de verg¨¹enza. Les da pena posar para la c¨¢mara en el mismo lugar desde el que durante a?os salieron a trabajar. Conocen a los pocos que est¨¢n aqu¨ª un medio d¨ªa de final de abril bajo un sol feroz. Los saludan, sonr¨ªen amables, les chocan la mano. Van explicando: ¨¦l es corredor de yates, el otro es quien los renta, aquellos buscan a los turistas que van a ocuparlo. Ahora el trabajo est¨¢ casi paralizado. Han pasado seis meses desde que el hurac¨¢n Otis destrozara Acapulco. Las cifras oficiales se quedaron en 52 muertos y 32 desaparecidos. La mayor¨ªa de ellos, de los muertos y de los que faltan, fueron en el mar. Marlon Valdez y Jonathan Chino, de 24 a?os, caminan por el malec¨®n de Acapulco y se?alan: ¡°Ah¨ª est¨¢bamos cuando pas¨® Otis, en la Marina de Santa Luc¨ªa¡±. Todav¨ªa m¨¢s exacto: ¡°Ah¨ª en ese muelle¡±. Ah¨ª cuidando de los barcos, ah¨ª antes de hundirse, ah¨ª antes de que les ahogaran las olas y el di¨¦sel, antes de nadar, brincar, enfrentarse solos a un hurac¨¢n de categor¨ªa cinco. Ah¨ª antes de sobrevivir.
¡ªMira esa medusota, ?s¨ª la viste?
¡ªS¨ª, ah¨ª va pues.
La pl¨¢tica se cuela por el micr¨®fono. Est¨¢n sentados en un escal¨®n de hormig¨®n con vistas a la bah¨ªa. Justo en este punto era donde embarcaban los turistas en los dos barcos que ellos manejaban: La Roca y El Atrevidos. Ambos propiedad de un mismo patr¨®n, del que ninguno ¡ªdespu¨¦s de tres entrevistas¡ª ha querido dar el nombre, ¡°para no crear m¨¢s problemas¡±. Jonathan llevaba cinco a?os trabajando en el mar, era capit¨¢n, responsable de las dos embarcaciones; Marlon ten¨ªa dos a?os de experiencia, era marinero, a punto de ascender. ¡°Aqu¨ª embarc¨¢bamos¡±, dice uno. ¡°Aqu¨ª hab¨ªa una pasarela, ah¨ª sigue, pero nada m¨¢s que qued¨® tirada. Es ese pedazo de tubo que est¨¢ ah¨ª. Aqu¨ª se sub¨ªa la gente¡±, apunta el otro. Unos metros m¨¢s all¨¢, el equipo de Claudia Sheinbaum prepara el pr¨®ximo mit¨ªn de la candidata presidencial. Prueban el sonido con m¨²sica de Peso Pluma, interrumpen la grabaci¨®n. Hay que moverse.
Se conocen desde los 15 a?os, estuvieron en el mismo sal¨®n de bachilleres, terminaron juntos la preparatoria, iban en el mismo grupo de amigos, se hicieron inseparables a los 22, cuando empezaron a trabajar juntos todos los d¨ªas. Jonathan fue quien invit¨® a Marlon a unirse al empleo en los barcos. Valdez llevaba una mala racha y estaba sin trabajo, despu¨¦s de estudiar Mercadotecnia. Dijo que s¨ª. El sueldo era poco ¡ªunos 4.000 pesos al mes, 230 d¨®lares¡ª, pero se ganaba en propinas. EL PA?S entrevist¨® a Valdez el 28 de octubre de 2023. Hac¨ªa tres d¨ªas que Otis lo hab¨ªa devorado todo y el marinero hab¨ªa aguantado el hurac¨¢n en el mar. Al ver la ciudad, no parec¨ªa posible. ?C¨®mo hab¨ªa sobrevivido un muchacho a la fuerza que hab¨ªa doblado las ceibas, pelado los hoteles, arrancado el cemento?
Entonces estaba en shock, ten¨ªa ¡ªseguir¨¢ teniendo¡ª pesadillas, relataba que lo primero que hab¨ªa hecho al sobrevivir fue buscar a su mejor amigo.
¡ª?Qu¨¦ pensaste cuando saliste del mar?
¡ªSolamente le agradec¨ª a Dios por darme la oportunidad de estar aqu¨ª. Pero estaba preocupado por la otra embarcaci¨®n, que era donde estaba mi mejor amigo, que es como mi hermano. Cuando sal¨ª fui a reconocer cuerpos para ver si no estaba muerto.
¡ª?Y lo viste?
¡ªNo, est¨¢ vivo. Herido, pero vivo.
El 28 de octubre, Marlon y Jonathan todav¨ªa no se hab¨ªan encontrado. No sab¨ªan la historia del otro. No sab¨ªan que en las horas m¨¢s complicadas de su vida, los dos hab¨ªan estado busc¨¢ndose. Esta es la historia de ese reencuentro.
24 de octubre de 2023
Era martes, una semana antes del puente por el D¨ªa de Muertos. El d¨ªa empez¨® nublado. Quedaron a las 9.30 de la ma?ana. Ten¨ªan que darle mantenimiento al yate m¨¢s grande porque no le funcionaban los motores. Adem¨¢s de preparar las embarcaciones para la noche: protegerlas y colocarlas, a La Roca en el muelle, al Atrevidos en una boya. En esos momentos, Otis era una fuerte tormenta tropical, seg¨²n las mediciones de la Comisi¨®n Nacional de Agua (Conagua). ¡°Recuerdo que le dije a Marlon ¡®hoy al tiro¡¯, porque acababan de pintar los costados del barco, as¨ª que cualquier rayoncito se iba a ver todo ah¨ª¡±, dice Jonathan, que sali¨® a comprar m¨¢s cuerdas para asegurarlos.
Los dos j¨®venes estaban acostumbrados a la tarea de velar los barcos. Una pr¨¢ctica habitual en el sector mar¨ªtimo en M¨¦xico que consiste en dormir dentro de los yates durante las noches con peor climatolog¨ªa para cuidarlos. Ese d¨ªa esperaron a los mec¨¢nicos y a un buzo. Este ¨²ltimo iba a ayudarlos con los amarres a una gran piedra que est¨¢ enterrada en el fondo del mar y a la que llaman ¡°muerto¡±. Mientras trabajaban en la protecci¨®n de los barcos, Otis se convirti¨® en hurac¨¢n.
El hurac¨¢n iba acerc¨¢ndose a Acapulco. Iba subiendo de potencia. A las cinco de la tarde empez¨® a llover. ¡°Pero no mucho, flojito, los mec¨¢nicos se fueron porque justo hab¨ªa empezado a pringar¡±, cuenta Jonathan. ¡°Ya no hicimos las pruebas del motor que hab¨ªan reparado¡±, dice Marlon. ¡°No lo intent¨¦ prender, nunca se me ocurri¨®¡±, termina Jonathan. Se quedaron a limpiar y cuando ya ten¨ªan todo acomodado, se fueron a sus casas para prepararse. Otis ya era un hurac¨¢n de categor¨ªa cinco, la m¨¢xima en la escala Saffir-Simpson, lo que significa que sus vientos iban a ser de m¨¢s de 250 kil¨®metros por hora. No lo sab¨ªan.
A las siete de la tarde lleg¨® Marlon a su casa en la colonia Alta Progreso. Se ba?¨®, se sent¨® a comer con su madre, Ivonne Villag¨®mez. ¡°Ella me dijo que no me subiera al barco de vuelta. Que no me regresara. S¨ª tuvimos una peque?a discusi¨®n por eso, pero al final de cuentas, como le dije a ella, yo ten¨ªa que cumplir con cuidar el barco, con mi trabajo¡±. A unos minutos de all¨ª, en otra casa de la colonia Francisco Villa, la conversaci¨®n se repet¨ªa. La madre de Jonathan Chino le ped¨ªa a su hijo que no se fuera. ¡°A ella nunca le ha gustado que yo fuera a cuidar los barcos, dec¨ªa que para qu¨¦, que era muy peligroso. Yo ya no le dec¨ªa nada, le dec¨ªa ¡®est¨¢ bien mami¡¯. Pero como cada noche antes de que yo me fuera a velar, ella me dec¨ªa: ¡®Hay que orar¡¯. Oramos juntos unos minutillos, me abraz¨®, me dijo cu¨ªdate, ma?ana nos vemos, yo dije s¨ª y ya, o sea, me sal¨ª¡±. Esa fue la ¨²ltima vez que Jonathan estuvo en su casa, que quedar¨ªa destruida por un deslave causado por Otis. ¡°Me acuerdo mucho de ese trayecto¡±.
21.00 horas: las provisiones
Iban tarde. No les dio tiempo a comprar la cena, solo algo de provisiones. Se r¨ªe Jonathan: ¡°Marlon se puso a agarrar muchos dulces¡±.
¡ªAgarr¨¦ una bolsa de tamborcitos, que era la que me estaba comiendo cuando se hund¨ªa el barco, rejillas de agua, refrescos, Sabritas, chucher¨ªas.
¡ªCoca, mucha coca, pan¡ Coca pero de la que se toma, Coca-Cola, perd¨®n.
(Se r¨ªen los dos).
Eran las nueve de la noche cuando entraron en la Marina a esperar al resto de sus compa?eros. Yahir, de 18 a?os, iba a irse con Marlon a El Atrevidos; Jonathan se quedar¨ªa en La Roca, que es m¨¢s grande, con otros dos marineros. Empez¨® a llover un poco m¨¢s fuerte. Al primer barco le pusieron dos anclas, un muerto delante y otro atr¨¢s, estaba est¨¢tico, no coleaba. A La Roca le pusieron ocho cabos a cado lado, un ¡°sprint¡± atr¨¢s, la cadena, el ancla. ¡°Era una cantidad exagerada, yo dec¨ªa para qu¨¦ tanto cabo, pens¨¦ que era mucho¡±, recuerda Chino.
Cuando vieron que el viento arreciaba, se fue cada grupo a proteger un yate. Deb¨ªan ser las 22.20 horas. Empezaron a preocuparse pronto, cuando el viento levant¨® como papel motores gigantes y se los llevaba volando. A las 22.38, Marlon subi¨® un video a su estado de WhatsApp: el mar parece enfurecido. Comparti¨® el ¨²ltimo a las 22.58, hay muchos yates alrededor, a¨²lla el viento. ¡°Es a las 23.30 cuando empieza lo feo¡±, dice Jonathan, que ya hab¨ªa probado que el ¨²nico motor que ten¨ªa su barco, no funcionaba. ¡°Todo se sali¨® de control¡±, apunta Marlon, mientras colocaba fenders de protecci¨®n.
Los barcos m¨¢s peque?os empezaron a soltarse. Tambi¨¦n los que ten¨ªan marineros arriba. Cuatro se fueron a la playa, otros contra las piedras. ¡°Fue cuando dije ya mejor v¨¢monos¡±, relata Jonathan. Un velero se hab¨ªa volcado sobre el muelle, el m¨¢stil se hab¨ªa partido y se mov¨ªa como un p¨¦ndulo sobre la pasarela de salida. No pod¨ªan salir. ?l y sus dos compa?eros se pusieron los chalecos, se encerraron en la salita dentro del yate, con los pies haciendo presi¨®n sobre la puerta. ¡°Nos jaloneaba mucho. Hasta que lleg¨® un momento en donde se escuch¨® un crujido muy fuerte, demasiado, que hasta le ganaba al aire de fuerte. Volte¨® a ver uno de mis compa?eros y con la cabeza agachada me dice: ¡®Ya estamos sueltos¡¯. Tantos cabos que ten¨ªamos y todos se hab¨ªan roto¡±, relata Chino. ¡°Era algo feo: te gritaba el aire en los o¨ªdos¡±. En cuesti¨®n de segundos, La Roca qued¨® a merced del hurac¨¢n, empez¨® a dar vueltas con los tres marineros dentro, a chocarse con todo lo que encontraba a su paso. ¡°Yo ya dije: no me quiero morir aqu¨ª¡±. Jonathan lleg¨® a ver hacia donde iba su pr¨®ximo golpe.
23.45: el choque
Uno de los pocos yates que segu¨ªa firme era El Atrevidos. Dentro, Yair y Marlon aguantaban el viento. Hasta que como una granada, otro barco les embisti¨®. ¡°Vi que nos fuimos encima de Marlon, le despedazamos la proa, le rompimos todo donde estaban las anclas, el muerto de adelante, todo donde estaba amarrado se lo destrozamos. Y seguimos girando. No volv¨ª a ver la embarcaci¨®n donde estaba Marlon¡±, dice Chino. Tras el choque, El Atrevidos se empez¨® a hundir. Marlon hizo dos llamadas. A su patr¨®n para avisarle de que no pod¨ªa salvar el barco, y a su madre, para decirle que iba a estar bien. Yahir lloraba. Se sentaron a tratar de rezar. Ninguno de los dos sab¨ªa. Dijeron un padre nuestro, esperaron 10 minutos y cuando apenas quedaba distancia: saltaron al mar.
Mientras, Jonathan iba dentro de un remolino. ¡°Era como un tornado. Pero yo todav¨ªa pensaba, tal y d¨®nde estamos, el barco no se va a hundir por completo, m¨ªnimo se va a ver una puntita, porque no es tan profundo y de ah¨ª nos agarramos y no nos ahogamos¡±. No se ve¨ªa nada. ¡°A unos tres metros ya ve¨ªas blanco. Oscuro pero blanco¡±. Marlon y Yahir estaban siendo arrastrados por la corriente. ¡°Estuvimos como basura, flotando entre la basura, tratando de esquivar golpes, tratando de estar vivos¡±. Iban agarrados, nunca se soltaron, Yahir ten¨ªa un profundo corte en el brazo, y Marlon empezaba a perder las fuerzas: ¡°Estuve a punto de rendirme¡±. Entonces, lleg¨® la calma: el ojo del hurac¨¢n.
¡°Toda la bah¨ªa se empez¨® a despejar, se vio clarito c¨®mo pas¨® el ojo, el agua se estaba calmando. Y lo primero que hice fue subir a la parte de arriba del barco y empezar a gritar a Marlon, sal¨ª a ver d¨®nde deber¨ªa estar El Atrevidos, me tard¨¦ porque no se ve¨ªa casi nada, quer¨ªa ver d¨®nde estaba Marlon, pero ya no estaba el barco, ya no hab¨ªa nada ah¨ª... puras puntitas de barcos hundidos¡±. Desde el agua, Marlon supo que esa calma iba a ser su ¨²nica oportunidad. Oy¨® el motor de un barco y llevando a Yahir nadaron hacia all¨ª. Grit¨® que no embragaran, se agarr¨® de un cabo suelto, golpe¨® la superficie. Hasta que sali¨® un se?or que los ayud¨® a subir. Estaban a salvo.
En La Roca, Jonathan y sus dos compa?eros se preparaban para saltar al mar y nadar hasta el Club de Yates, estaban muy cerca. Quiso agarrar una mochila con papeles y documentaci¨®n del barco. Lo dice ahora y se r¨ªe. ¡°Como cuando en las pel¨ªculas de que ya tiene alguien la salvaci¨®n, pero dice ¡®esp¨¦rame, voy por eso¡¯. Est¨¢bamos a nada de brincar al agua cuando se suelta otra vez, fue una cosa de cinco segundos. El viento ven¨ªa fuert¨ªsimo y ahora del lado contrario¡±.
25 de octubre de 2023: sobrevivir
El relato de la madrugada del 25 de octubre es una pel¨ªcula de terror. El hurac¨¢n hab¨ªa trasladado el barco de Jonathan a mitad de la bah¨ªa. Sin la protecci¨®n de la marina, las olas eran enormes, y el viento, insportable. Como si fuera el Titanic, el yate empez¨® a hundirse por la parte de la popa. Chino perdi¨® de vista al primero de sus marineros. Corri¨® al otro extremo, donde estaba el mando del barco. Encaramado en los barandales aguant¨® unos minutos. ¡°Era demasiado fuerte¡±. Al tratar de levantarse, una ola lo estrell¨® contra el parabrisas. Se cort¨®. Le quedaron colgando dos dedos de los pies, los de una mano, la pantorrilla despegada de la pierna. Todo dol¨ªa. Perdi¨® de vista a su segundo compa?ero.
¡°Estaba viendo el barco hacia abajo, ya hundido y en vez de sentir miedo, sent¨ª mucho coraje y tristeza porque yo dije aqu¨ª se est¨¢ hundiendo todo el tiempo que no sal¨ª con mi familia, que mi novia me dec¨ªa vente y yo dec¨ªa no puedo, cinco a?os de no hacer nada, A?o Nuevo, nada, Navidad, nada. Todo por estar en el barco. Dije me voy a morir y no disfrut¨¦ nada del dinero por el que estuve trabajando. O sea hubiera preferido que me quitaran todo mi dinero y poder seguir vivo¡±.
En las tres horas que Chino sobrevivi¨® al hurac¨¢n en el mar estuvo muchas veces a punto de rendirse. Las olas le revolcaban, perd¨ªa mucha sangre, apenas flotaba con el chaleco. Entonces sali¨® un enorme sofa de otro barco del fondo. ¡°Me alegr¨¦ demasiado porque dije no manches esta cosa me va a salvar, nad¨¦ hacia ¨¦l, me avent¨¦ y lo abrac¨¦. Ahora estaba con las olas pero arriba del sof¨¢¡±. Eso le ayud¨® un rato, pero segu¨ªa perdiendo fuerzas. ¡°Empec¨¦ a agarrar la espuma del sof¨¢ para meterla en el short, en el chaleco, en la chamarra para ya cuando dejara de respirar, pues flotara m¨¢s r¨¢pido, o sea, no me hundiera por completo y me encontraran m¨¢s f¨¢cil¡±. Se hizo bolita en el sofa, sinti¨® flojo el cuerpo y comenz¨® a hundirse.
¡°Empec¨¦ a tener un pensamiento muy fuerte que me empez¨® a decir tranquilo, vas a salir, tu mam¨¢ est¨¢ orando, tranquilo. Yo mismo dentro de mi mente dec¨ªa c¨®mo voy a salir si ya no puedo ni respirar¡±. Vio un foco fuerte a lo lejos, era un remolcador al lado de un muelle. Hab¨ªa cruzado parte de la bah¨ªa. Hab¨ªa una parte buena: estaba m¨¢s cerca de tierra firme. Y una mala: es ah¨ª donde estallan las olas, de una se hacen 20. Jonathan ya no pod¨ªa respirar. Su cuerpo se azotaba contra el muelle. ¡°Ya sent¨ªa mi coraz¨®n muy chiquito¡±. Una de esas olas gigantes lo alz¨® tanto que lo dej¨® arriba del muelle. ¡°Pero el agua se empez¨® a regresar y me empez¨® a jalar. Me agarr¨¦ con las u?as. Me arrastr¨¦ hasta una pared. Todo se ve¨ªa blanco, pens¨¦ que estaba muerto. Lo primero que dije fue: Marlon y mis compa?eros. Mi idea era caminar hasta all¨¢ a buscarlos¡±. Todo estaba inundado, el dolor no le permiti¨® seguir, vio algunos cad¨¢veres, se asust¨®, lleg¨® hasta una jardinera y entre unos arbustos se durmi¨®.
En ese momento, Marlon ya hab¨ªa curado a Yahir, se hab¨ªa quitado su ropa llena de di¨¦sel y excremento del mar. Se ech¨® a domir. A las seis de la ma?ana le despert¨® la verdadera tripulaci¨®n del barco, lo primero que dijo fue: ¡°Yo no rob¨¦ nada¡±.
A Jonathan le ayud¨® un chico al que no conoc¨ªa, ¨¦l le cur¨® las heridas, le hizo un torniquete. Pero no le ayudaron los militares a los que tambi¨¦n vio pasar temprano. Tampoco la mayor¨ªa de las personas que a partir de las 6 de la ma?ana salieron a tomar fotos y videos. Los saqueos fueron masivos. No es hasta las ocho de la ma?ana que una doctora lo traslad¨® a su cl¨ªnica, donde le cosieron en la banqueta, porque el centro m¨¦dico no ten¨ªa luz.
Marlon y Yahir salieron sobre las 12 de la ma?ana de la embarcaci¨®n. ¡°Fuimos caminando hasta el Z¨®calo, en todo ese tramo fui reconociendo cuerpos para buscar a Jonathan. Ah¨ª fue donde vi que estaba muy feo en todas partes no solamente en el mar¡±, dice el marinero. Valdez se da cuenta de que solo tiene una manera de llegar a su casa: caminando. Una parte la hizo descalzo, despu¨¦s agarr¨® unas chanclas de una tienda saqueada y ech¨® a andar.
Sobre las tres de la tarde, Jonathan, que segu¨ªa esperando en la cl¨ªnica, vio entrar a Yahir. El muchacho se tir¨® al suelo, le abraz¨®, grit¨®: ¡°Pens¨¢bamos que estabas muerto. Marlon me ayud¨®, ¨¦l me salv¨®¡±. ¡°A partir de ah¨ª yo sent¨ªa todav¨ªa muchas emociones, pero me sent¨ªa m¨¢s tranquilo porque ya sab¨ªa que este g¨¹ey estaba bien, eso era mucho¡±. Chino consigui¨® que alguien lo acercara a las siete de la tarde en una moto a la casa de Marlon, pero el otro marinero todav¨ªa no hab¨ªa llegado. Ve a su madre, Ivonne, quien se lanz¨® a preguntar por su hijo. Lo supo vivo, empez¨® a llorar. Es ella quien llev¨® a Jonathan a su casa y por eso no estaba cuando Marlon por fin regresa. ¡°Los vecinos me rega?aron, pensaron que me hab¨ªa ido de pinta¡±, dice ahora ri¨¦ndose.
29 de octubre de 2023: el reencuentro
Jonathan todav¨ªa segu¨ªa cur¨¢ndose las heridas cuando Marlon y otro amigo acuden a verlo. ¡°Yo llor¨¦¡±, apunta Valdez.
¡ªEntra este vato y me abraza y empieza a llorar, me dio mucho sentimiento, me dio mucha risa.
¡ªRisa de nervios.
¡ªAj¨¢, yo sent¨ª bonito de que dije ¡°ay, s¨ª se preocupan¡±. Y ¨¦l rega?¨¢ndome, y dici¨¦ndome: ¡°Ay negro, pens¨¦ que estabas muerto¡±. Not¨¦ su preocupaci¨®n y eso es lo que me hizo sentir bonito.
Ninguno de los dos marineros se plantea volver al mar. Jonathan ha vuelto a estudiar y Marlon, que ya hab¨ªa terminado la carrera de Mercadotecnia, se est¨¢ dedicando a algunos emprendimientos que ten¨ªan. Los dos extra?an ser marineros. ¡°Pero todo lo que pas¨® es por algo¡±. Mientras, la Marina sigue buscando al menos a 24 marineros que se ahogaron esa madrugada. ¡°Nosotros porque tuvimos la bendici¨®n de poder salir, de poder estar contando qu¨¦ fue lo que pas¨®, pero pudimos haber sido como muchos compa?eros que no salieron¡±.
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