Momento chilango: ?Sandra Cuevas o Caty Monreal?
El coraz¨®n de M¨¦xico est¨¢ en manos de las ocurrencias del alcalde de turno sin que autoridades superiores o debates p¨²blicos de altura puedan organizar lo m¨¢s hermoso de la capital
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Chilango moment, le dicen, as¨ª en ingl¨¦s, para que el complejo idiom¨¢tico se traduzca en glamour. Se refieren a la espl¨¦ndida fama que atraviesa la Ciudad de M¨¦xico, donde ahora confluye el inter¨¦s de medio mundo por su gastronom¨ªa, la cultura extendida por todas las calles, hoteles de envidia, dise?o y arquitectura y cierto desorden ca¨®tico y popular que hace las delicias de los viajeros m¨¢s rom¨¢nticos, una perfecta mezcla entre un mundo que se va acabando y otro que empieza con fuerza renovada. Para todos los gustos, vaya. Este es el momento, como dicen los taurinos, de parar, templar y mandar. Es decir, de sentarse a reflexionar qu¨¦ debe conservarse de la vieja identidad y potenciar de la nueva. Y no es mala fecha, ahora que los citadinos est¨¢n en elecciones y pueden mandar a los candidatos su carta de Reyes Magos.
A los efectos citados, decir Ciudad de M¨¦xico es decir el coraz¨®n tur¨ªstico de la capital, que se ha ido ensanchado con este oleaje y abarca ya alcald¨ªas aleda?as donde hierven toda clase de muestras culturales en el sentido m¨¢s amplio de la palabra. En la Cuauht¨¦moc, la que llaman la capital de la capital, se dio la semana pasada un acto bien simb¨®lico: la candidata por Morena a la delegaci¨®n, Caty Monreal, reuni¨® a unos artistas callejeros para pintar los puestos ambulantes que la anterior alcaldesa hab¨ªa despojado de sus r¨®tulos artesanos y dejado m¨¢s desnudos que un refrigerador sin personalidad. As¨ª pues, cabe entender que, si llega al poder, aquellos r¨®tulos de tonos c¨¢lidos devolver¨¢n a la ciudad otra vez su idiosincrasia popular. Pintar y borrar, volver a pintar, volver a borrar. ?Puede una ciudad como esta, la gran urbe cultural de Am¨¦rica Latina, bailar al son que va tocando cada alcalde?
El d¨ªa que la muy pol¨¦mica Sandra Cuevas, uno de los personajes m¨¢s estramb¨®ticos de la pol¨ªtica citadina, decidi¨® limpiar los miles de puestos ambulantes que venden comidas y otras mercader¨ªas se arm¨® un revuelo art¨ªstico de primer orden. Pero lo hizo. Despu¨¦s sac¨® la motosierra y seg¨® las p¨¦rgolas que cubr¨ªan las terrazas de los restaurantes. Y tambi¨¦n trat¨® sin ¨¦xito de eliminar la m¨²sica tradicional de una de las plazas m¨¢s emblem¨¢ticas de la capital, la del quiosco morisco, donde vive ella. Tanta controversia provocaba que se le hizo indigerible. Y no es que le faltara raz¨®n en todo o en parte, es que lo hizo a la brava, sin di¨¢logo ni medida. Porque ¡°as¨ª se ve una mujer exitosa, inteligente, estudiada, amada, hermosa, leal, trabajadora, apoyada en un gran equipo y creyente de Dios¡±. Chin pon.
Se necesita algo m¨¢s que todos esos autohalagos para gobernar el coraz¨®n de una capital como esta. Por ejemplo, templanza, sosiego, di¨¢logo, asesoramiento, reflexi¨®n y m¨¢s orejas que boca. Menos morritos pintados de carm¨ªn y gestos adolescentes en el Twitter y el Instagram que dar¨ªan un ataque de verg¨¹enza ajena al m¨¢s indolente. Hay que usar la cabeza para pensar. Si Monreal la sucede en tan alto cometido, volver¨¢n los r¨®tulos a los puestos, quiz¨¢ las p¨¦rgolas a las terrazas, el sonidero y hasta las oscuras golondrinas volver¨¢n. Pero hay que reflexionar antes. Parar, templar y mandar. Porque quiz¨¢ la m¨²sica de sonidero est¨¢ m¨¢s alta y m¨¢s insistente de lo que debe, las casetitas ambulantes podr¨ªan aparecer ordenadas y reubicadas y s¨ª, organizar un poco todas esas lonas dispares que convierten los m¨¢s hermosos lugares de la capital en un circo de siete pistas para vender calcetines. A lo mejor es preferible que haya terrazas en las calles que coches aparcados, pero ?cu¨¢nto se le va a cobrar a los hosteleros por usurpar as¨ª el espacio p¨²blico? Son medidas que hay que replantearse con seriedad. Estas y tantas otras. No basta con tejer y destejer a golpe de partido pol¨ªtico.
La Ciudad de M¨¦xico est¨¢ en un momento oportuno para decidir su futuro inmediato. Decidir qu¨¦ pertenece a su identidad profunda y qu¨¦ debe regularse o eliminarse. Si los pol¨ªticos no toman las medidas pertinentes, el tiempo lo har¨¢ por ellos. Un d¨ªa, las autoridades sanitarias decretar¨¢n que se acab¨® vender en las calles alimentos sin garant¨ªas suficientes de salud; la llegada del gas natural acabar¨¢ con el berrido incesante de los que ofrecen el gas cada ma?ana; los organilleros cesar¨¢n su actividad hartos de sacar cuatro pesos y se ir¨¢n a otros asuntos; la insistente megafon¨ªa del se compra y se vende acabar¨¢ con un plan de recogida de basuras ordenado y desprovisto de mafias; se acallar¨¢ la voz del tamalero y el se?or que vocea las nieves se jubilar¨¢ sin descendencia laboral, el estridente pitido de la chimenea camotera dejar¨¢ de asustar a los perros, los perros dejar¨¢n de ladrar y el que grita el fierro viejo o quien reclama el papel de los peri¨®dicos ser¨¢n mudos en adelante. O no. Todo depende de ordenar las cosas, de decidir qu¨¦ sirve o qu¨¦ no sirve, a qu¨¦ se le puede bajar el volumen o extinguir para siempre. Si las bocinas de las farmacias que anuncian aspirinas a dos por una es parte de la cultura o no. Vista la animadversi¨®n de los mexicanos a las cr¨ªticas que llegan de fuera, m¨¢s vale que ellos mismos se pongan a la tarea.
Quiz¨¢ la jefatura de Gobierno de la capital tenga algo que decir al respecto, si es que la ley se lo permite, y no dejar que el primer alcalde que pase convierta uno de los lugares m¨¢s tur¨ªsticos del pa¨ªs en un bote de ocurrencias. Ayer fue el carnaval de Sandra Cuevas. ?Qu¨¦ ser¨¢ ma?ana? Que la Santa Muerte nos proteja.
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