Nueva legislatura, encuentro imposible
Los n¨²meros en la campa?a presidencial, en los estados y en el Congreso premian no solo una agenda, sino un modo de operar
En los noventa, M¨¦xico vivi¨® intentos de di¨¢logo entre partidos que hab¨ªan sido antag¨®nicos. No eran los primeros contactos, pero en ese tiempo se volvieron tan urgentes como visibles. Hoy ser¨¢ diferente.
Las victorias opositoras que desde los ochenta fueron m¨¢s frecuentes en distintos ¨¢mbitos, triunfos arrebatados al oficialismo que no pocas veces recurri¨® al fraude y la violencia para impedirlos o no reconocerlos as¨ª fueran inocultables, obligaron al r¨¦gimen a dialogar.
Porque ...
En los noventa, M¨¦xico vivi¨® intentos de di¨¢logo entre partidos que hab¨ªan sido antag¨®nicos. No eran los primeros contactos, pero en ese tiempo se volvieron tan urgentes como visibles. Hoy ser¨¢ diferente.
Las victorias opositoras que desde los ochenta fueron m¨¢s frecuentes en distintos ¨¢mbitos, triunfos arrebatados al oficialismo que no pocas veces recurri¨® al fraude y la violencia para impedirlos o no reconocerlos as¨ª fueran inocultables, obligaron al r¨¦gimen a dialogar.
Porque por dentro ese viejo PRI sab¨ªa que la sociedad ya no aceptar¨ªa el monopolio de la representaci¨®n que tanto tiempo impuso desde el gobierno. Acci¨®n Nacional y la izquierda conquistaban territorios y esa realidad orill¨® al sistema a aceptar el di¨¢logo.
Lo que hoy se vive en M¨¦xico representa un camino a la inversa, un momento de instalaci¨®n de las nuevas reglas de una nueva mayor¨ªa; es todo lo contrario a lo que intentaba el PRI hace d¨¦cadas: entonces el partido gobernante pretend¨ªa no perder m¨¢s poder.
Morena lee los resultados del 2 de junio como la masiva y aplastante ratificaci¨®n de la ruta que inici¨®, finalmente, en 2018. La clave con que interpretan el veredicto de las urnas es radical. Implica que esa fuerza debe ser puesta al servicio de erradicar al pasado, no de ceder ante ¨¦l.
El PRI dialog¨®, tambi¨¦n, para hacerse presentable ante el mundo. Las tormentas en las que metieron al pa¨ªs las p¨¦simas decisiones de presidencias de aquel entonces les obligaba a negociar (as¨ª fuera lo menos posible) adentro de M¨¦xico si quer¨ªan ayuda de afuera.
El autoritarismo del r¨¦gimen, no solo por fraudes en las urnas, sino con la cancelaci¨®n, a punta de pistola o c¨¢rcel, de derechos sindicales, de reuni¨®n, de prensa, con la muerte o desaparici¨®n de quienes resist¨ªan despojos, etc¨¦tera, era un estigma que fueron maquillando.
Para pintarse la cara de legitimidad a la hora de negociar tratados o pedir empr¨¦stitos fue que el PRI permiti¨® a la oposici¨®n sentarse a la mesa. Morena no tiene ese problema de imagen: sus triunfos se dan con las instituciones de la transici¨®n y en un mundo poco presentable.
Morena es producto de la transici¨®n. Para los de antes, uno indeseado; para los actuales, triunfaron a pesar de que aquellos siempre pretendieron reducirlos a fuerza testimonial del sistema duop¨®lico donde PRI y PAN constitu¨ªan caras de la misma moneda.
Ah¨ª est¨¢ el quid del por qu¨¦ este 1 de septiembre ha de esperarse un Congreso muy distinto a los que se han conocido hasta hoy. Comprender la din¨¢mica pol¨ªtica morenista ayudar¨¢ a entender que la oposici¨®n no ser¨¢ relevante ni mucho menos protagonista.
Por la forma en que ganaron Claudia Sheinbaum y las y los suyos fue evidente que lo que segu¨ªa era un entierro; y no solo el del PRD, sino el del sistema en que ¨¦ste naci¨® y al que tanto aport¨®. No deja de ser parad¨®jico que Morena sea el sepulturero de su excasero.
Los n¨²meros en la campa?a presidencial, en los Estados y en el Congreso premian no solo una agenda sino un modo de operar. El oficialismo recibi¨® el mandato de llevar a cabo el Plan C, y para instalarlo no tiene que dialogar y mucho menos negociar.
De las urnas surgi¨® un Congreso no solo de mayor¨ªa obradorista, sino uno que ha de instalar una novedosa hegemon¨ªa. No se volver¨¢ a las c¨¢maras de tiempos priistas, de imposici¨®n disfrazada de debate, y menos al de la administraci¨®n pluripartidista conjunta y rotativa del legislativo.
Seg¨²n lo que discuten los legisladores oficialistas con sus ide¨®logos, el Congreso de mayor¨ªa morenista ha de fijar en el Plan C su agenda y ¨¦sta es irrenunciable porque se adquiri¨® con el electorado un compromiso; no ejecutar lo prometido ser¨¢ visto como una traici¨®n.
As¨ª que surgir¨¢ una atm¨®sfera que si bien algunos encontrar¨¢n irrespirable, creyendo que el parlamento se trata de di¨¢logo y negociaci¨®n, otros ver¨¢n como paso l¨®gico e ineludible, porque creen que lo obligado es corregir herencias de la historia de la que reniegan.
El Congreso que naci¨® en 1997, cuando la derrota del PRI le hizo perder sus mayor¨ªas incontestables, es visto como un hito por quienes apostaban a la transici¨®n a la democracia as¨ª fuera de forma gradual. Mas para los ultras de Morena es una mera (y perniciosa) an¨¦cdota.
Esas elecciones, y la derrota del PRI en la presidencia en 2000, hoy son evaluados desde Palacio Nacional como parte del problema, para nada como pasos de soluci¨®n democr¨¢tica. De esos descalabros priistas surgi¨® la uni¨®n prianista que deriv¨® en el modelo neoliberal.
La correcci¨®n de la historia constitucional se profundizar¨¢ en 2024, creen en el partido de L¨®pez Obrador. Ni m¨¢s el autoritarismo presidencial del priismo, ni m¨¢s acuerdos pluripartidistas tipo transici¨®n en donde se repart¨ªan cuotas y cuates para coptar ¨®rganos del Estado.
Morena se asume, y con m¨¢s ah¨ªnco tras el 2 de junio, como genuina expresi¨®n del pueblo que ha de revolucionar todo lo existente hasta hace seis a?os a fin de corregir lo que nunca atendieron ni los priistas imperiales ni las disfuncionales alternancias prianistas.
Sin saltar de inmediato a la idea de que habr¨¢ una nueva Constituci¨®n, pi¨¦nsese antes que nada que las c¨¢maras hoy se gobiernan con esquemas heredados del tiempo en que el PRI tuvo que aceptar un pluripartidismo que Morena no reconoce.
Lo m¨¢s esperable es que el Congreso sea uno de los primeros espacios donde se redefinan las reglas de gobierno para que ¨¦stas no estorben, desde el punto de vista de los partidarios de Andr¨¦s Manuel, a la ejecuci¨®n del Plan C o de cualquier otra iniciativa presidencial.
Si el avasallamiento que se vio en las urnas no se refleja en los espacios y trabajos legislativos ser¨¢ reclamado, dentro del obradorismo, como una indebida desviaci¨®n, como un titubeo que rompe la alianza fundamental con un pueblo que pide acelerar.
La pr¨®xima presidenta ha ofrecido di¨¢logo en la primera gran reforma de las que discutir¨¢ el Congreso, esa que cambiar¨¢ al Poder Judicial. La actual organizaci¨®n del Legislativo, con representaci¨®n opositora que palidecer¨¢ en septiembre, sirve para despresurizar tal debate.
Ser¨¢ un ef¨ªmero ensayo de una nueva din¨¢mica ejecutivo-legislativo que ocurrir¨¢ plenamente a partir del 1 de septiembre, en nada simb¨®lica coincidencia con el ¨²ltimo mes en que ser¨¢ presidente de la Rep¨²blica AMLO.
Calificar a lo que va a ocurrir estas semanas de montaje impedir¨¢ dimensionar el reto por el arribo de estos nuevos tiempos. Las asambleas estatales y los foros nacionales sobre la elecci¨®n de impartidores de justicia son una movilizaci¨®n para, sobre todo, Morena.
Ese di¨¢logo ser¨¢ el inicio de un nuevo formato de trabajo legislativo, en donde m¨¢s que las representaciones de la oposici¨®n, contar¨¢n las voces de lo que Morena santig¨¹e con el nombre de pueblo. El resultado es previsible, y aportar¨¢ pistas sobre el nuevo Congreso, donde la mayor¨ªa dialogar¨¢ consigo misma.
La legislatura que arranca en septiembre ser¨¢ la de los encuentros plurales imposibles porque la mayor¨ªa no reconoce legitimidad a las minor¨ªas, as¨ª en ocasiones escenifiquen histri¨®nicos debates.
Quien pierda tiempo con nostalgias sobre un Congreso plural tardar¨¢ m¨¢s en adaptarse a un parlamento donde la oposici¨®n ser¨¢, cuando mucho, testimonial.
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