12,5 millas a Ciudad G¨®tica
Se comprende que la ilusi¨®n intacta duerme sobre las alas de la noche
La linterna verde suspira un vapor de alga y carcajada hueca. La coloqu¨¦ en el pretil de la madrugada abierta para ver si ven¨ªa al rescate el hombre del antifaz verde, abri¨¦ndole camino el karateca al volante. Quiz¨¢ se perdieron en su limusina negra.
La vecina de abajo intent¨® inundar la cocina para atraer a Aquaman, pero Neptuno ten¨ªa otros planes y el h¨¦roe de las profundidades ha optado por huir sobre el lomo de una ballena blanca. Lo mismo con la necia portera que insiste en enamorarse a diario del periodista Kent del 4 izquierda, sin ligar que es ¨¦l mismo quien se disfraza de Super...
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La linterna verde suspira un vapor de alga y carcajada hueca. La coloqu¨¦ en el pretil de la madrugada abierta para ver si ven¨ªa al rescate el hombre del antifaz verde, abri¨¦ndole camino el karateca al volante. Quiz¨¢ se perdieron en su limusina negra.
La vecina de abajo intent¨® inundar la cocina para atraer a Aquaman, pero Neptuno ten¨ªa otros planes y el h¨¦roe de las profundidades ha optado por huir sobre el lomo de una ballena blanca. Lo mismo con la necia portera que insiste en enamorarse a diario del periodista Kent del 4 izquierda, sin ligar que es ¨¦l mismo quien se disfraza de Superman en el armario de la intendencia. Su ¨²nico disfraz son los lentes que incluso la se?orita Lane podr¨ªa confirmar como fr¨¢gil distracci¨®n visual. Dicen que el joven Olson tom¨® una fotograf¨ªa donde se asoma el cairel de Superman en la frente amplia del Mr. Kent y, por ende, poco puede ayudar a los delirios y urgencias que ha provocado la pandemia.
Encerrados y semiencerrados del mundo entero buscan la llegada instant¨¢nea del Flash, el rojo meteoro con un rayo amarillo arrugado sobre el pecho acelerado o la contundente flatulencia inquebrantable del inmenso Hulk enfurecido, pu?o de piedra de Guapo Ben o a la dama invisible que va de la mano de Llamas a M¨ª. Es como si las caricaturas de todos mis superh¨¦roes de la infancia anduvieran en el anhelo de todas las voluntades que parecen quebrantarse con el delirio de mentiras y desgracias que inundan el verano ardiente y en la mirada de los ancianos se asoma el antojo de un vaquero justiciero o la pupila con lupa de un investigador privado capaz de resolver el enorme enigma, envuelto en tautolog¨ªa en medio de un misterio donde un siniestro acertijo parece acecharnos a cada minuto. Sea la duda met¨®dica sobre la duraci¨®n de la desgracias o la sospecha infalible sobre la debilidad de todas los remedios o el esencial escepticismo en torno a la formulaci¨®n milagrosa de una vacuna que nos libre del mal del murci¨¦lago.
Dicho lo anterior, se comprende que la ilusi¨®n intacta duerme sobre las alas de la noche. Hablo de quienes apelamos al batm¨¢nico poder del albedr¨ªo ¨Cya no en el et¨ªlico enga?o destilado por la familia Bacardi¡ªsino en el sagrado santuario de una cueva que se ubica exactamente a 12.5 millas de Ciudad G¨®tica, seg¨²n consta en las im¨¢genes filmadas desde hace m¨¢s de medio siglo en las que el Batim¨®vil sale disparado de entre la maleza que cubre el portal de la cueva, resguardada por un inmenso panel de publicidad que indica que estamos a 12.5 millas de Ciudad G¨®tica.
Sue?o que llego a la Baticueva entre nubes de fake-news y delirios, acompa?ado por el fiel Alfred que informa del precio del cobre, la temperatura ambiente en la isla de Malta y las m¨¢s recientes fechor¨ªas de Dos Caras o el Tutankam¨®n de pacotilla que pretenden asediar a mis afectos y a la sociedad entera con estertores de coronavirus y fiebres irremediables. En el nicho enfangado de la oscuridad entra?able el joven maravilla, Robin se alista producir en pantalla los sonidos de los golpes: santa solapa, Batman, estamos ante el inmenso reto de aliviar el miedo y salvarle la vida a todos los ni?os que son ni?os, ahogados en las arenas movedizas que los alejan de la calma, con las yemas de los dedos de Batichica a muy pocos cent¨ªmetros de la rama que agita Gat¨²bela, ambas jugando el enga?oso juego del placebo con el que intentamos librar un d¨ªa m¨¢s en este marasmo somnoliento de l¨¢nguida e interminable espera impaciente donde lo ¨²nico que nos alivia la noche es la Luna que tat¨²a sobre su cara la marca del Caballero de la Noche y las alas de su batm¨¢nico poder de sosiego y esperanza, tras la sonrisa de mascarilla sin cubrebocas, pero capa de enfermero negro y alas de camillera en andas y la voz inconfundible de cada uno de los m¨¦dicos que salvan a los ni?os de todas las edades en las unidades hospitalarias del mundo entero donde se confirma que los verdaderos h¨¦roes llevan cubierto el cuerpo entero de la higi¨¦nica coraza que los diferencia de los pol¨ªticos apolillados, poderosos de pacotilla, potentados postergados que se creen inmunes a todo el mal que hemos respirado sin saberlo y del cual nos libra el hombre disfrazado de murci¨¦lago que no vampiro en mayas de un gris morado y ancho cintur¨®n amarillo que le permite subir casi hincado la fachada de los edificios hasta poder entrar por la ventana que se abre todas las noches en espera de los cuentos que siempre nos han ayudado a sobrevivir.