Camino Amarillo
Peter Hamill vivi¨® en el carril de alta velocidad del periodismo transformador, de la tinta quemante que rompi¨® con la monoton¨ªa del tabloide ins¨ªpido
De ni?o, Pete Hamill grab¨® para siempre el milagroso momento en que mir¨® Manhattan por primera vez. Iba de la mano de su madre, con su hermanito Tommy, y se qued¨® petrificado¡ at¨®nito y sin habla hasta que su mam¨¢ le record¨® que ¨¦l ya sab¨ªa lo que ve¨ªa. ¡°Esto ya lo hab¨ªas visto antes¡±, dijo la irlandesa que lo sab¨ªa todo y el ni?o Pete record¨® las inmensas torres de esmeralda, la ternura de un le¨®n que cantaba, una ni?a de zapatillas rojas y el camino amarillo que se alarga sobre el inmenso vac¨ªo que cubre el puente de Brooklyn.
Hijo de inmigrantes irlandeses, Pete Hamill ser¨ªa el mayor...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
De ni?o, Pete Hamill grab¨® para siempre el milagroso momento en que mir¨® Manhattan por primera vez. Iba de la mano de su madre, con su hermanito Tommy, y se qued¨® petrificado¡ at¨®nito y sin habla hasta que su mam¨¢ le record¨® que ¨¦l ya sab¨ªa lo que ve¨ªa. ¡°Esto ya lo hab¨ªas visto antes¡±, dijo la irlandesa que lo sab¨ªa todo y el ni?o Pete record¨® las inmensas torres de esmeralda, la ternura de un le¨®n que cantaba, una ni?a de zapatillas rojas y el camino amarillo que se alarga sobre el inmenso vac¨ªo que cubre el puente de Brooklyn.
Hijo de inmigrantes irlandeses, Pete Hamill ser¨ªa el mayor de siete hermanos (todos magos: uno de ellos, fot¨®grafo en el equipo de Woody Allen y otro, escritor como Pete). Pete crecer¨ªa honrando la noci¨®n innata de que nadie es de donde nace sino de donde hace lo que hace y escribir¨ªa Nosotros somos Ellos como bandera blanca ante el reciente resurgimiento del supremacismo siniestro, tan su¨¢stica como los nazis que ¨¦l so?aba con abatir en su infancia¡ cuando apagaban las luces de Manhattan para evitar bombardeos. Ser¨ªa un entra?able hijo de su madre ejemplar y, al mismo tiempo, tendr¨ªa que lidiar en pesadillas de madrugada eterna la negra sombra del alcoholismo de su padre y de su propia lucha contra esa enfermedad que registr¨® en p¨¢rrafos invaluables como Una vida bebiendo.
Fue ni?o de baseball en la calle, cine en series de matin¨¦ y much¨ªsimos c¨®mics que lo llevaban a volar por las selvas del Amazonas y conquistar islas en el Pac¨ªfico lejano. Poco despu¨¦s, abandon¨® sus estudios sin asistir a la universidad y se forjar¨ªa en las calles de Nueva York. Por un afortunado azar, Pete Hamill entr¨® a un peri¨®dico quiz¨¢ sin saber que transformar¨ªa su vida entera como corrector, asistente de linotipista, reportero, cronista, articulista, columnista e incluso, cuentista y novelista ejemplar en cada uno de esos g¨¦neros porque aprendi¨® a mirar la realidad en la propia escena del crimen, en la barda m¨¢s lejana de los estadios y en las guerras de Vietnam o Nicaragua.
Desde su primera visita como estudiante en la era del rock and roll naciente, Hamill se enamor¨® de M¨¦xico y dedicar¨ªa la mitad de casi todos sus a?os de vida a nutrir y aprender de esta tierra: de Diego Rivera al asesinato de Colosio, de los p¨¢rrafos m¨¢gicos de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez al misterio de las soldaderas en los trenes de la Revoluci¨®n y lo hizo con una combinaci¨®n de afecto y lucidez que se vert¨ªa en su trato con los dem¨¢s, en su af¨¢n por contagiar literatura constante y en la maravillosa velocidad con la que pon¨ªa en palabras las noticias de lo visto.
Ha muerto Pete Hamill el ¨ªntimo amigo de Bobby Kennedy, cuyo asesino ¨¦l mismo tacle¨® sin poder anular las balas que ya hab¨ªan matado al tiempo, a la d¨¦cada que Pete entrevist¨® en voz del Dr. Martin Luther King en medio de un rayo de sol quemante y en los murmullos que le sac¨® del alma al inmenso Mohamed Al¨ª o un gui?o ya inmortal al mism¨ªsimo John Lennon la misma noche del Dakota. Hamill vivi¨® en el carril de alta velocidad del periodismo transformador, de la tinta quemante que rompi¨® con la monoton¨ªa del tabloide ins¨ªpido y que se convirti¨® en el term¨®metro insoslayable de la cotidianidad, midiendo la temperatura de las grandes urbes, sobre todo Nueva York en esas d¨¦cadas en que todo el mundo le¨ªa a Jimmy Breslin por las ma?anas y volv¨ªa por las tardes en los mismos vagones del Metro, leyendo a Hamill en sabanas santas de prosa pura cargadas del arte del hecho, tan cercanas a la novela diaria, tan cuento de todos los d¨ªas, ver¨ªdicas naos de historias que de alguna u otra manera nos ayudan a vivir.
Abrazo desde aqu¨ª a Fukiko su esposa japonesa y a cada uno de sus miles de lectores, a todos sus libros y miles de art¨ªculos, sus apariciones en cine y entrevistas y todo lo que narraba de sobremesa. Atesoro la imagen de una lluviosa madrugada en Manhattan que se cristalizaba en la ventana cada vez que Hamill narraba el momento en que lo alcanzaba en la barra de un bar oscurecido, La Voz. Con el sombrero de lado, la corbata desanudada, como quien viene de un escritorio, Frank Sinatra lo invit¨® a navegar en vaso bajo con pocos hielos hasta que amaneciera tan solo para festejar que ven¨ªa de haber grabado Fly Me To the Moon. Esa noche le pidi¨® que fuera su bi¨®grafo, pero Pete se neg¨® sin tener que dar muchas explicaciones y no intent¨® retratar a su monumental amigo hasta el d¨ªa en que vio por la televisi¨®n que Frank acababa de morir y que el mundo segu¨ªa su marcha como si nada. Estaba en la sala de espera de un aeropuerto y sac¨® entonces su libreta y empez¨® a cuajar un credo que se titula Por qu¨¦ importa Sinatra.
Lo conoc¨ª gracias a un arc¨¢ngel llamado Juan Garc¨ªa de Oteyza, hombre de hojalata de inmenso coraz¨®n y el editor Diego Garc¨ªa El¨ªo, mago de libros que me invit¨® a traducir el tratado sobre Sinatra, intentar un pr¨®logo y conocer a Pete Hamill en Cuernavaca sin imaginar que se convertir¨ªa en Maestro con may¨²scula, Amigo en letras de ne¨®n y en entra?able ejemplo tan especial que ahora me parece que lo miro alejarse por en medio del puente de Brooklyn, por un sendero luminoso y amarillo, pluma en ristre goteando tinta m¨¢gica y libreta infalible, aqu¨ª donde se vuelve a quedar callado ante el espect¨¢culo indescriptible de un inmenso reino verde con millones de luces que confirman que Pete Hamill ha vuelto a Oz.