Las mentiras de las refresqueras y los pol¨ªticos
Es momento de derrotar a la industria de alimentos ultraprocesados y demandarle a los mandatarios que dejen de mentirnos
Las refresqueras matan. En M¨¦xico cada a?o mueren 41.000 personas por enfermedades relacionadas con el consumo de refrescos o bebidas azucaradas. Adem¨¢s, una de cada cinco muertes por diabetes, enfermedades cardiovasculares y obesidad puede rastrearse al consumo de estas bebidas. Entre los hombres con m¨¢s de 45 a?os, el refresco es un asesino en masa. El 30% de las muertes de este grupo de edad se relacionan con el consumo excesivo de bebidas azucaradas.
Pero a la indu...
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Las refresqueras matan. En M¨¦xico cada a?o mueren 41.000 personas por enfermedades relacionadas con el consumo de refrescos o bebidas azucaradas. Adem¨¢s, una de cada cinco muertes por diabetes, enfermedades cardiovasculares y obesidad puede rastrearse al consumo de estas bebidas. Entre los hombres con m¨¢s de 45 a?os, el refresco es un asesino en masa. El 30% de las muertes de este grupo de edad se relacionan con el consumo excesivo de bebidas azucaradas.
Pero a la industria de bebidas azucaradas le conviene que no sepamos esto.
M¨¦xico es el consumidor m¨¢s importante de Coca Cola del mundo con un promedio de 225 litros por persona al a?o. En palabras del presidente y Director Global de Operaciones de la compa?¨ªa: ¡°A futuro, lo que quisi¨¦ramos es que todos los mercados fueran como M¨¦xico. Lo bueno de este pa¨ªs es que podemos ver el futuro.¡±
Y ese futuro del que habla Coca-Cola es el presente de M¨¦xico. Un presente donde las refresqueras hacen su agosto y los pol¨ªticos hacen demasiado poco por cambiarlo.
Esto se debe, en parte, a que los pol¨ªticos son parte del problema. Antes de ser presidente, por ejemplo, Vicente Fox se jactaba de haber convertido a Coca-Cola en refresco m¨¢s vendido en M¨¦xico. En parte tambi¨¦n se debe a que los pol¨ªticos simplemente no tienen buenas ideas ¡ªo no quieren tenerlas. No se animan a salir de su simpleza y poca ambici¨®n.
A¨²n medidas consideradas hist¨®ricas, como el etiquetado frontal o los impuestos a las bebidas azucaradas son insuficientes para reducir el problema.
El presente de M¨¦xico es uno que tiene felices a las refresqueras. Es momento de reducir considerablemente el consumo de bebidas azucaradas. Ello requiere desnudar las mentiras que la industria quiere que creamos pero tambi¨¦n, y a la par, rechazar el simplismo con el cual los pol¨ªticos quieren dar respuesta al problema.
Necesitamos pol¨ªticas radicalmente efectivas.
Lo que los refrescos no quieren que sepamos
La industria del refresco y las bebidas azucaradas quieren que pensemos que es tan malo tomarnos un agua de frutas con mucho az¨²car que tomarnos un refresco. Eso no es cierto.
A diferencia del agua de frutas, el refresco se endulza parcialmente con jarabe de ma¨ªz alto en fructuosa. Estudios acad¨¦micos han demostrado que este jarabe es peor para la salud. La prevalencia de diabetes es 20% m¨¢s alta en pa¨ªses con alta disponibilidad de este jarabe, en comparaci¨®n con los que no lo tienen.
El consumo excesivo de bebidas endulzadas con este jarabe est¨¢ asociado a una mayor obesidad. Esto es grave. En M¨¦xico el 16% de las muertes se deben a la obesidad, una tasa muy superior al promedio mundial de solo el 8%. M¨¦xico es el pa¨ªs de Latinoam¨¦rica donde m¨¢s personas mueren por condiciones relacionadas con la obesidad.
Otro mito que existe y que favorece a las refresqueras es que no es bueno ponerle impuestos a los refrescos porque se empobrece a la gente. Son los pobres, dice el mito, quienes siguen comprando refrescos pero a precios m¨¢s caros. Esto tambi¨¦n es falso.
Estudios han demostrado que las personas de bajos ingresos se benefician sustancialmente de los impuestos a las bebidas endulzadas con az¨²car, e incluso pueden beneficiarse m¨¢s que las personas de altos ingresos. Esto se debe a que las personas de bajos ingresos son tambi¨¦n las que sufren las mayores afectaciones a su salud. Es decir, a¨²n si pagan m¨¢s, sus beneficios en salud mejoran porque tambi¨¦n obtienen la mayor parte de los beneficios.
Las ganancias en salud pueden ser enormes. En Nueva Zelanda, existe evidencia cient¨ªfica de que un impuesto del 8% a la comida azucarada aument¨® en siete meses la vida saludable de cada ciudadano. En M¨¦xico, el impuesto que se implement¨® hace unos a?os tambi¨¦n ha tenido por efecto una reducci¨®n de 8,5% en las calor¨ªas consumidas en las bebidas sujetas del impuesto.
Otra falacia com¨²nmente utilizada para favorecer la poca regulaci¨®n de las refresqueras es que las porciones peque?as de alimentos malos no hacen da?o. Varios estudios contradicen esta forma de ver las cosas. El consumo de bebidas azucaradas, independientemente de la cantidad, apoya la lipog¨¦nesis de novo, una anomal¨ªa central en una condici¨®n llamada ¡°h¨ªgado graso no alcoh¨®lico¡±. Es decir, existen condiciones negativas en el metabolismo a¨²n si no se consume mucho.
Si no sabemos lo suficiente sobre esto es posiblemente porque investigaciones period¨ªsticas y acad¨¦micas han demostrado que Coca-Cola financi¨® una red global de cient¨ªficos llamada Global Energy Balance Network (GEBN) para desviar la atenci¨®n de la contribuci¨®n de las bebidas azucaradas a la epidemia de obesidad y argumentar que el problema principal es la falta de ejercicio. La pol¨ªtica nutricional de China, al parecer, fue ampliamente afectada por estos estudios afines a las refresqueras.
Lo que los pol¨ªticos no quieren que sepamos
Los pol¨ªticos quieren que pensemos que las regulaciones actuales van en la direcci¨®n correcta y que no es necesaria una reingenier¨ªa completa del sistema de salud, ni m¨¢s recursos, para reducir el problema de diabetes que tiene M¨¦xico. L¨®pez Obrador ha dicho que el sistema de salud p¨²blica tiene suficiente dinero. La realidad es mucho m¨¢s compleja.
El Gobierno mexicano ha implementado medidas importantes para combatir el consumo de bebidas azucaradas. Se ha inaugurado un etiquetado frontal que advierte de manera clara cuando un alimento tiene alto contenido de az¨²car, grasas, sodio o calor¨ªas.
Estas herramientas son avances en la direcci¨®n correcta. El etiquetado anterior era tan complejo que solo el 12,5% de los estudiantes de nutrici¨®n mexicanos lo entend¨ªan. En cambio, el nuevo etiquetado ha sido identificado por UNICEF como de los mejores del mundo. Adem¨¢s, se estima que cinco a?os despu¨¦s de la implementaci¨®n de las etiquetas, los casos de obesidad en M¨¦xico se reducir¨¢n en 1,3 millones, lo que significar¨¢ un ahorro de 1.800 millones de d¨®lares en costos directos e indirectos en materia de salud. Estudios experimentales muestran que el etiquetado mejora la calidad de lo que se compra para desayunar.
El problema es que una reducci¨®n de 1,3 millones no es nada para un pa¨ªs como M¨¦xico donde hay 38 millones de obesos. Lo que los pol¨ªticos nos venden como avances hist¨®ricos son en realidad unos cuantos pasitos.
La prohibici¨®n de la venta de estos productos a menores de edad, por ejemplo, es una medida que seguramente tendr¨¢ efectos positivos de educaci¨®n p¨²blica, pero no es claro que vaya a lograr mucho en el corto plazo. La legislaci¨®n har¨¢ que los ni?os y sus padres refuercen la idea de que el refresco es malo. Algo que la mayor¨ªa de los padres ya saben. No s¨¦ si logre mucho m¨¢s.
El enemigo a vencer
El enemigo a vencer es la conformidad. Las metas de salud p¨²blica deben ser m¨¢s ambiciosas. El problema no es que se est¨¢n haciendo mal las cosas, sino que se est¨¢ haciendo demasiado poco. Las mentes m¨¢s brillantes de M¨¦xico deben enfocarse en mejorar la nutrici¨®n pues ello salvar¨ªa vidas. Esta discusi¨®n debe darse con o sin la industria a bordo.
Es momento de salvar vidas. No debemos olvidar que en M¨¦xico, la diabetes es la principal causa de p¨¦rdida de a?os de vida entre mujeres y la segunda entre los hombres, solo superada por los homicidios. Solo los c¨¢rteles de la droga son m¨¢s mortales en M¨¦xico que la diabetes. De este tama?o es el problema y de ese tama?o deben ser las soluciones.
Para derrotar este problema el Gobierno mexicano debe avocarse en continuar con las medidas regulatorias que s¨ª son efectivas y dise?ar otras a¨²n m¨¢s ambiciosas. Las nuevas medidas deber¨¢n ser estrat¨¦gicas, conductuales y basadas en evidencia ¡ªalgo que la industria de alimentos procesados no quiere ni que discutamos.
Un buen inicio es reconocer que el impuesto a bebidas azucaradas no es suficiente y podr¨ªa estar mejor dise?ado. Se debe gravar a una gama de bebidas azucaradas m¨¢s amplia con impuestos espec¨ªficos calculados en funci¨®n de los gramos de az¨²car contenidos. A diferencia de lo que ocurre cuando se grava por volumen, este dise?o incentiva a los productores a reducir la cantidad de az¨²car en las bebidas existentes y a desarrollar alternativas.
Un mejor esquema intentar¨ªa no solo cobrar m¨¢s impuestos, sino requerir que las refresqueras ayuden por medio de sus cadenas de distribuci¨®n, a llevar alimentos y agua potable a comunidades donde solo se tiene acceso al refresco. No se trata solo de cobrarles dinero sino de usar su red de distribuci¨®n y sus recursos.
M¨¢s a¨²n, los anuncios de bebidas azucaradas deber¨ªan acompa?arse de manera obligatoria con explicaciones claras de lo da?ino que es su consumo. Si la industria as¨ª lo prefiere, ah¨ª tambi¨¦n podr¨ªan explicar lo da?inas que son las garnachas (algo que, al parecer, les importa mucho). Debe ser claro que el 69% de las az¨²cares en la dieta de los mexicanos vienen de bebidas azucaradas y no de otros alimentos tradicionales.
El Estado tiene tambi¨¦n que hacer lo propio y ello requiere gastar m¨¢s dinero. Se tiene que buscar que los ambientes saludables sean m¨¢s accesibles. Se debe invertir en sistemas de distribuci¨®n de agua potable que sean m¨¢s amigables. Los contenedores grandes reciclables de agua potable deben volverse parte del paisaje urbano.
Es necesario tambi¨¦n expandir la educaci¨®n nutricional sobre todo ahora que la producci¨®n de alimentos de alto contenido cal¨®rico se ha vuelto tan barata. Hace apenas unas d¨¦cadas producir aceite era caro. Hoy las nuevas tecnolog¨ªas han hecho que su producci¨®n se masifique y se vuelva ampliamente asequible. Lo mismo ha sucedido con el az¨²car y otros alimentos empacados.
A la par de estos esfuerzos, debemos enfocarnos en mejorar la infraestructura de salud. Es com¨²n que en M¨¦xico la gente tenga diabetes, pero no lo sepa. Un sistema amplio de detecci¨®n temprana y de control podr¨ªa salvarle la vida a millones de mexicanos.
Es importante no claudicar en desarrollar medidas creativas para poder evaluar qu¨¦ es lo que mejor funciona. Se debe evaluar el impacto del etiquetado frontal recientemente implementado. Hay mecanismos conductuales que podr¨ªan implementase, no solo para incentivar el consumo de alimentos saludables sino para reducir la obesidad. Estudios han demostrado que la obesidad se trata mejor en grupos que de manera individual.