Balazos en el estadio
La experiencia de la balacera en 2011 en Torre¨®n es un recordatorio de la fr¨¢gil seguridad que nos permiti¨® recuperar vida nocturna, espect¨¢culos y eventos
Poco antes de las 8.00 de la noche del s¨¢bado 20 de agosto de 2011 mi esposa y yo nos acomod¨¢bamos en los asientos del teatro Alberto Alvarado de G¨®mez Palacio para un concierto de Tania Libertad. Los fines de semana anteriores hab¨ªan sido muy intensos en la cobertura de violencia del crimen organizado que entonces azotaba a La Laguna y dejaban poco respiro en mi trabajo como director editorial de El Siglo de Torre¨®n. Esperaba por lo menos un s¨¢bado tranquilo.
Minutos antes de empezar el concierto, mi BlackBerry empez¨® a vibrar con mensajes de la redacci¨®n. Hay ...
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Poco antes de las 8.00 de la noche del s¨¢bado 20 de agosto de 2011 mi esposa y yo nos acomod¨¢bamos en los asientos del teatro Alberto Alvarado de G¨®mez Palacio para un concierto de Tania Libertad. Los fines de semana anteriores hab¨ªan sido muy intensos en la cobertura de violencia del crimen organizado que entonces azotaba a La Laguna y dejaban poco respiro en mi trabajo como director editorial de El Siglo de Torre¨®n. Esperaba por lo menos un s¨¢bado tranquilo.
Minutos antes de empezar el concierto, mi BlackBerry empez¨® a vibrar con mensajes de la redacci¨®n. Hay balazos en el partido del Santos Laguna, que jugaba ese d¨ªa contra Morelia en un nuevo estadio, inaugurado menos de dos a?os antes en la ciudad de Torre¨®n.
La informaci¨®n era muy escueta, hab¨ªa sido enviada por un editor que hab¨ªa visto por televisi¨®n c¨®mo los jugadores corr¨ªan fuera del campo, sin saber todav¨ªa si los disparos eran adentro o afuera del estadio. Por el lugar, el tiroteo era impactante, pero el hecho en s¨ª no era extraordinario. En los ¨²ltimos a?os los laguneros viv¨ªamos de forma cotidiana balaceras y homicidios producto de una guerra criminal entre los Zetas y el C¨¢rtel de Sinaloa que se disputaban el control de La Laguna, una regi¨®n compartida por Coahuila y Durango que es punto clave en el tr¨¢fico de droga a Estados Unidos.
Hasta entonces, las balaceras se daban solo a los ojos de aquellos con la mala suerte de estar en el lugar, no ante las miradas de miles de personas que ve¨ªan este tiroteo en vivo por cadena nacional. Otro mensaje me describ¨ªa las escenas que hab¨ªan sido televisadas a todo el pa¨ªs y que despu¨¦s ver¨ªa en repetici¨®n: jugadores corriendo hacia el t¨²nel y aficionados cayendo pecho a tierra en las gradas. Un dato de Guillermo Vacio, el reportero que cubr¨ªa la nota policiaca a esa hora, indicaba que el tiroteo hab¨ªa sido afuera.
En ese momento subimos la primera alerta en Twitter mientras procur¨¢bamos conseguir m¨¢s informaci¨®n. Poco despu¨¦s supimos que a unos 500 metros del estadio, un convoy de los Zetas se top¨® con polic¨ªas municipales, a los que atacaron. Las balas llegaron hasta el estadio, penetrando por la fachada norte, en donde las placas de acero hac¨ªan retumbar las balas con m¨¢s estruendo. Algunas balas fueron a incrustarse en paredes de palcos.
El enfrentamiento con polic¨ªas me dio la primera clave de que ese tiroteo hab¨ªa sido totalmente previsible, incluso que las advertencias hab¨ªan sido ignoradas. En lo que iba de ese 2011, sicarios de los Zetas hab¨ªan atacado al menos en 20 ocasiones a agentes de la polic¨ªa municipal, matando a varios de ellos. Tan solo en las cuatro semanas previas, se hab¨ªan dado tres ataques armados contra agentes o instalaciones de la Polic¨ªa municipal, incluyendo uno contra su director.
La cobertura que le d¨¢bamos en El Siglo de Torre¨®n a estos hechos provoc¨® una amenaza contra reporteros de varios medios laguneros por parte de quienes en ese momento encabezaban la c¨¦lula de los Zetas en La Laguna: dejen de cubrir esos hechos o at¨¦nganse a las consecuencias.
La forma como los criminales llevaban a?os desatando su violencia con total impunidad los hab¨ªa llevado a hacer ataques cada vez m¨¢s descarados, y a amenazar a la prensa con m¨¢s frecuencia. En una conversaci¨®n con un alto funcionario del Gobierno federal por esos d¨ªas, le coment¨¦ mi preocupaci¨®n por la forma en que los criminales se hab¨ªan empoderado, y c¨®mo sent¨ªa inminente que fueran a dar un golpe espectacular. La misma noche del tiroteo afuera del estadio, este funcionario me llam¨®. ¡°?Qu¨¦ est¨¢ pasando en Torre¨®n?¡±, me pregunt¨®. ¡°Lo que platicamos el otro d¨ªa¡±, le respond¨ª. Parec¨ªa que algo iba a pasar y pas¨®.
?Qu¨¦ pasa si nos hablan?
Despu¨¦s de recibir los primeros mensajes sobre el tiroteo, comenzaron a llegar otros de familiares y amigos preguntando qu¨¦ pasaba, mientras a mi alrededor los otros asistentes al teatro empezaban a ver sus tel¨¦fonos y a murmurar entre ellos.
Nos tenemos que ir, le dije a mi esposa, preocupada tambi¨¦n porque su hermano estaba en el estadio. Sal¨ªa de la sala pensando c¨®mo desplegar una decena de reporteros, fot¨®grafos y editores para cubrir la noticia impactante, mientras la alcaldesa de G¨®mez Palacio, Roc¨ªo Rebollo, sali¨® al escenario para advertir, una voz entrecortada, que el concierto seguir¨ªa porque la violencia no iba a imponerse.
Rumbo a la redacci¨®n, la informaci¨®n segu¨ªa escueta y solo ven¨ªa de afuera del estadio porque adentro la comunicaci¨®n con Humberto V¨¢zquez, el reportero de Deportes que cubr¨ªa el juego, era imposible: las l¨ªneas de celular estaban saturadas. Al llegar al peri¨®dico comenz¨® a aclararse la informaci¨®n. Aunque TV Azteca cort¨® la transmisi¨®n del partido apenas unos segundos despu¨¦s de iniciada la balacera, hab¨ªamos logrado comunicarnos con Humberto gracias a la conexi¨®n de Internet en la sala de prensa. Por ah¨ª nos narr¨® el caos de las tribunas y que al descartarse el tiroteo adentro del estadio, la salida hab¨ªa sido cerrada hasta que fuera seguro el entorno.
Los reporteros de la secci¨®n policiaca obtuvieron los datos sobre las circunstancias y el lugar del tiroteo. Fue a medio kil¨®metro al norte del estadio y el convoy de sicarios hab¨ªa salido del municipio de San Pedro, unos 50 kil¨®metros al noreste de Torre¨®n, donde ten¨ªan una de sus guaridas, e hicieron todo el recorrido sin que ning¨²n grupo de soldados o polic¨ªas federales o estatales los detuviera, hasta que se toparon con la polic¨ªa municipal.
Durante el a?o previo, la polic¨ªa municipal hab¨ªa sufrido un proceso de depuraci¨®n, tras haber sufrido una penetraci¨®n de Los Zetas, al grado que agentes de esta corporaci¨®n les hac¨ªan trabajos sucios como homicidios o secuestros. En 2010, una nueva administraci¨®n municipal despidi¨® a casi mil agentes y puso un mando miliar. La tarea de reconstruir la polic¨ªa tuvo que empezar desde cero y para 2011, solo ten¨ªa 100 elementos para una ciudad de 600.000 habitantes, pero eran agentes mejor entrenados. Los ataques que los Zetas desataron contra ellos se deb¨ªan a un intento de penetrar de nuevo la corporaci¨®n.
El ataque de ese 20 de agosto era uno m¨¢s en una cadena que llevaba todo el a?o, pero los sicarios no repararon que m¨¢s adelante hab¨ªa un partido de futbol televisado en cadena nacional.
Cuando ocurre un hecho de tal magnitud, toda la atenci¨®n y la energ¨ªa est¨¢ puesta en organizar la cobertura y recabar la informaci¨®n, sin espacio para pensar en nada m¨¢s. Este caso era diferente porque hab¨ªa una duda que nos asalt¨® cuando estaba con varios editores armando la portada del d¨ªa siguiente con el encabezado ¡°P¨¢nico en el estadio¡±. ?Qu¨¦ pasa si nos hablan? ?Qu¨¦ hacemos si uno de los cabecillas de los Zetas nos amenaza para no publicar, sabiendo que su l¨®gica informativa era callar toda la violencia que desataban? Nunca hablaron y por la magnitud de la historia los hubi¨¦ramos ignorado, pero no sab¨ªamos a qu¨¦ costo.
El principio del fin
En retrospectiva, el tiroteo afuera del estadio ese 20 de agosto fue el principio del fin de los Zetas en La Laguna. No se apreci¨® inmediatamente, pues apenas dos semanas despu¨¦s, en ese mismo lugar (aunque con el estadio vac¨ªo) volvieron a atacar a polic¨ªas municipales, matando a tres de ellos.
Pero en los meses siguientes, el Ej¨¦rcito reconoci¨® que los Zetas se hab¨ªan vuelto el grupo criminal m¨¢s peligroso para la sociedad lagunera y enfoc¨® m¨¢s sus bater¨ªas contra ellos. Esto dej¨® al C¨¢rtel de Sinaloa en una mejor posici¨®n para combatir por su lado al c¨¢rtel rival. En los meses siguientes, varios cabecillas de los Zetas fueron abatidos, pero no todos por parte de soldados. Antes de dos a?os, para el verano de 2013, la c¨¦lula de Los Zetas que hab¨ªa llegado en 2006 a tomar la regi¨®n lagunera, estaba desaparecida.
Ah¨ª comenz¨® la pacificaci¨®n de La Laguna, una historia que ha sido puesta como ejemplo para otras partes del pa¨ªs y que recientemente fue objeto de un estudio acad¨¦mico. Pero La Laguna se pacific¨® porque se acab¨® la rivalidad entre grupos criminales, no porque se acabaron los criminales. Todav¨ªa falta probar si la resiliencia de La Laguna puede soportar otra embestida de un grupo que quiera controlar la regi¨®n.
La experiencia de la balacera afuera del estadio permanece como un recordatorio de la fr¨¢gil seguridad, que nos permiti¨® recuperar muchas actividades, vida nocturna, espect¨¢culos, eventos deportivos.
Fue un anhelo que expres¨® el presidente del Santos, Alejandro Irarragorri, ese 20 de agosto de 2011 cuando tras el tiroteo baj¨® al campo junto con el capit¨¢n del equipo Osvaldo S¨¢nchez, para hablarle a la afici¨®n todav¨ªa en shock: ¡°Que el coraz¨®n de esta Comarca est¨¦ por encima de todos los que pretenden opacarla¡±. Tania Libertad regres¨® a La Laguna en 2018, pero fueron otras las razones por las que no pude ir a ese concierto. Todav¨ªa me lo debo.
Javier Garza Ramos es periodista en Torre¨®n, Coahuila.
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