En la mente de L¨®pez Obrador
Para despreciarlo o endiosarlo, todos vivimos en su versi¨®n de ¡®Big Brother¡¯ a tres a?os de su mandato. Pese a que no haya d¨ªa que no cope las pantallas y las primeras planas, que no conmueva, agite o vapulee, su mente contin¨²a siendo, en cambio, un misterio
Omnipresente y elusivo. Conspicuo y enigm¨¢tico. Con excepci¨®n de un pu?ado de actores y cantantes, no hay protagonista m¨¢s visible en el M¨¦xico de las ¨²ltimas d¨¦cadas que Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador: desde sus primeras acciones de resistencia civil hasta su m¨¢s reciente conferencia ma?anera, desde hace un cuarto de siglo ocupa un lugar central en nuestra arena p¨²blica ¡ªy en nuestro imaginario. Ning¨²n otro pol¨ªtico ¡ªni siquiera Salinas, su rival simb¨®lico¡ª, ha disfrutado de una exposici¨®n semejante: como opositor y como presidente, su estrategia ha consistido en mostrarse obsesivamente, anuland...
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Omnipresente y elusivo. Conspicuo y enigm¨¢tico. Con excepci¨®n de un pu?ado de actores y cantantes, no hay protagonista m¨¢s visible en el M¨¦xico de las ¨²ltimas d¨¦cadas que Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador: desde sus primeras acciones de resistencia civil hasta su m¨¢s reciente conferencia ma?anera, desde hace un cuarto de siglo ocupa un lugar central en nuestra arena p¨²blica ¡ªy en nuestro imaginario. Ning¨²n otro pol¨ªtico ¡ªni siquiera Salinas, su rival simb¨®lico¡ª, ha disfrutado de una exposici¨®n semejante: como opositor y como presidente, su estrategia ha consistido en mostrarse obsesivamente, anulando a sus enemigos y convirtiendo su discurso en el ¨²nico discurso cotidiano. Por m¨¢s que sus cr¨ªticos lo tachen de premoderno, L¨®pez Obrador encarna como pocos nuestra era de exhibicionismo ilimitado. Sin necesidad de valerse directamente de las redes ¡ªmillones lo replican all¨ª¡ª, exacerba sus procedimientos: el poder como reality show. Para despreciarlo o endiosarlo, todos vivimos en su versi¨®n de Big Brother. Pese a que no haya d¨ªa que no cope las pantallas y las primeras planas, que no conmueva, agite o vapulee, su mente contin¨²a siendo, en cambio, un misterio. Su t¨¢ctica: figurar para destantear.
Con af¨¢n de desprestigiarlo o agrandarlo, o acaso solo comprenderlo, numerosos analistas lo han escudri?ado a lo largo de los a?os y aun as¨ª su proceder continua sorprendiendo. Nada m¨¢s arduo que caracterizar a este maestro de la pausa: cualquier adjetivo un¨ªvoco ¡ªpr¨®cer, dictador, radical, caudillo, populista, h¨¦roe, tirano¡ª lo malinterpreta. Anticipar sus decisiones a partir de su pasado tampoco funciona: como un electr¨®n, resulta imposible determinar su velocidad y su posici¨®n a la vez. Por m¨¢s que llevemos 25 a?os estudi¨¢ndolo como a un viejo amigo o un miembro de la familia, siempre desestabiliza. Y, quiz¨¢s por ello, irrita tanto.
?Qu¨¦ ocurre en su cerebro? ?Qu¨¦ piensa y quiere en realidad? ?Cu¨¢l es su prop¨®sito? ?Cu¨¢l es, si cabe, su ideolog¨ªa? Para responder ser¨ªa necesario desbrozar sus mil declaraciones y hallar entre sus ocurrencias y descalificaciones ¡ªtodos las repetimos a diario¡ª, sus tics, su ret¨®rica de predicador y su limitado glosario pol¨ªtico, unas cuantas confesiones sinceras. Desde el inicio de su itinerario, L¨®pez Obrador supo se?alar el mayor problema de M¨¦xico ¡ªlos privilegios de unos cuantos frente a la miseria de la mayor¨ªa asentados brutalmente por los Gobiernos del PRI y del PAN¡ª y lo convirti¨® no solo en la piedra angular de su discurso, sino en su solitaria bandera. Lo dem¨¢s ¡ªincluido el combate a la corrupci¨®n¡ª resulta superfluo frente a tal certeza: muchos han se?alado el car¨¢cter religioso de su visi¨®n, como si en su camino a Damasco el antiguo priista hubiera recibido una sola iluminaci¨®n y un solo designio.
Esta acerada convicci¨®n por acabar con los privilegios nunca lo convirti¨®, sin embargo, en un pol¨ªtico de izquierda. Que ¨¦sta coloque la batalla contra la desigualdad en el centro de su programa provoc¨® una alianza que ha generado un sinf¨ªn de malentendidos. Fuera de esta coincidencia, L¨®pez Obrador no comulga ¡ªjam¨¢s lo ha hecho¡ª con ninguna otra parte de la agenda progresista: ni con sus prioridades sociales ¡ªderechos humanos, inclusi¨®n, diversidad, laicismo¡ª ni con su antimilitarismo, ni con los m¨¦todos para disminuir esas mismas desigualdades, como una dr¨¢stica reforma fiscal para tasar a los m¨¢s pr¨®speros. Su alianza ha sido pragm¨¢tica: para asegurarse el poder, la izquierda finge que L¨®pez Obrador es de los suyos, mientras que ¨¦ste le da margen para satisfacer un pu?ado de sus reclamos hist¨®ricos.
Ninguna declaraci¨®n del tabasque?o ha resultado tan significativa para apreciar esta disonancia como cuando se atrevi¨® a proferir que los ¡°nuevos derechos¡± ¡ªes decir, la agenda social de la izquierda al completo¡ª eran producto del neoliberalismo. M¨¢s all¨¢ de la torcedura hist¨®rica, el presidente decidi¨® ubicarse abiertamente en otro lugar: su lugar. Una posici¨®n idiosincr¨¢tica que no admite la dicotom¨ªa entre izquierda y derecha ni la que media entre democracia y autoritarismo. Para localizar ideol¨®gicamente a alguien, a veces basta con mirar a sus enemigos: el problema con L¨®pez Obrador es que cualquiera que se le oponga es tachado de conservador o neoliberal. Ello deber¨ªa colocarlo del lado de los liberales o en alguna corriente socialista, pero de nuevo esta conclusi¨®n es enga?osa: con el liberalismo del XIX no comparte sino una p¨¢tina democr¨¢tica ¡ªromantiza la Reforma sin adherirse a sus proclamas¡ª y con la izquierda del XX apenas su repudio a la desigualdad. Es muy significativo, en cualquier caso, como repite a diario las palabras conservadores o neoliberalismo, y nunca, en cambio, socialismo o izquierda.
De ah¨ª que su objetivo sea otorgar recursos directos a los desfavorecidos, aunque para obtenerlos se resista a aumentar los impuestos a los m¨¢s ricos y prefiera reducir el aparato estatal ¡ªuna medida tatcheriana¡ª o que no tolere la incertidumbre causada por los contrapoderes democr¨¢ticos y se regocije con las certezas que le prometen los militares. Se identifica con los liberales, pero su lenguaje est¨¢ plagado de un manique¨ªsmo cristiano; defiende apasionadamente a los pobres, pero cobija a los multimillonarios y convierte en sus enemigos a la clase media, las organizaciones civiles, las feministas, los cient¨ªficos y los artistas que antes tanto lo apoyaron. Un c¨²mulo de contradicciones que solo ¨¦l encuentra naturales: otra vez, porque no es ni un dem¨®crata ni un autoritario, ni de izquierdas ni de derechas ¡ªninguna dicotom¨ªa le importa¡ª, sino un maquiav¨¦lico de cepa: el pr¨ªncipe decidido a pasar a la historia por haber llevado a cabo una ¨²nica tarea, sin importar los medios ¡ªlas distorsiones, las mentiras, la polarizaci¨®n, la militarizaci¨®n, el desgaste democr¨¢tico¡ª para llevar a t¨¦rmino su alt¨ªsimo fin.
Aun si resultara exitosa ¡ªno es claro que al final de su sexenio vaya a haber una efectiva disminuci¨®n de la pobreza¡ª, el costo de su empresa ser¨¢ alt¨ªsimo. No cabe duda, en cambio, de que colocar en el centro de la discusi¨®n p¨²blica nuestra aberrante desigualdad y el sistema institucional que la alienta era imprescindible: esa ser¨¢ su mejor ¡ªo, debido a su tozudez, acaso ¨²nica¡ª herencia. Todo indica que el presidente est¨¢ decidido a dejarle su lugar a Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard: la primera, con una larga tradici¨®n en el activismo de izquierda y el segundo cercano a la socialdemocracia. Por desgracia, el mayor peligro para ambos vive en Palacio y habr¨¢ de decidir entre ellos: un hombre que, confiando en su elevad¨ªsima popularidad ¡ªla cual deriva m¨¢s de sus palabras que de sus actos¡ª, podr¨ªa exacerbar sus rasgos autoritarios confiando en la invulnerabilidad que le auguran las encuestas. Si, en medio de su propia pugna por la sucesi¨®n, la izquierda no logra moderar en estos tres a?os la deriva personalista y conservadora de su presidente, el pa¨ªs igualitario que ¨¦ste nos prometi¨® podr¨ªa quedar a¨²n m¨¢s lejos.
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