?Tendr¨¢ la inseguridad un costo pol¨ªtico para L¨®pez Obrador?
En la cuidadosa estrategia pol¨ªtica impulsada por el presidente, hay una variable que ha comenzado a salirse de control: el crimen organizado
El infame asesinato de dos jesuitas misioneros en la sierra Tarahumara, de manera gratuita y salvaje, ha indignado a la opini¨®n p¨²blica con sobrada raz¨®n. Una cuenta m¨¢s de un largo rosario de incidentes que muestra que la poblaci¨®n en amplios territorios se encuentra indefensa ante la barbarie de estos poderes salvajes. Cabr¨ªa preguntarse en qu¨¦ momento esta percepci¨®n podr¨ªa tener un costo pol¨ªtico para el gobierno federal, responsable de l...
El infame asesinato de dos jesuitas misioneros en la sierra Tarahumara, de manera gratuita y salvaje, ha indignado a la opini¨®n p¨²blica con sobrada raz¨®n. Una cuenta m¨¢s de un largo rosario de incidentes que muestra que la poblaci¨®n en amplios territorios se encuentra indefensa ante la barbarie de estos poderes salvajes. Cabr¨ªa preguntarse en qu¨¦ momento esta percepci¨®n podr¨ªa tener un costo pol¨ªtico para el gobierno federal, responsable de la seguridad en ¨²ltima instancia.
El obradorismo ha copado de tal manera los espacios pol¨ªticos que parecer¨ªa que los partidos de oposici¨®n han dejado de ser, al menos por el momento, una amenaza para su hegemon¨ªa. Los niveles de aprobaci¨®n de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, el dominio del partido oficial, Morena, en las elecciones locales, el control de dos tercios del territorio y el desdibujamiento de otros factores de poder frente al presidencialismo, hacen suponer que este movimiento lleg¨® para quedarse en Palacio Nacional. Sin embargo, en la cuidadosa estrategia pol¨ªtica impulsada por el presidente, hay una variable que ha comenzado a salirse de control: el crimen organizado.
A primera vista, parecer¨ªa que incluso este factor no operar¨ªa en contra del obradorismo. La estrategia de ¡°abrazos no balazos¡± impulsada por AMLO, sus reiteradas consideraciones a los c¨¢rteles menos salvajes como el de Sinaloa, la renuencia a la confrontaci¨®n directa por parte del ej¨¦rcito y la Guardia Nacional, han llevado incluso a acusar, sin pruebas, de una especie de pacto entre el gobierno y los c¨¢rteles.
Como lo han se?alado expertos independientes, los datos no avalan la noci¨®n de un supuesto pacto, por m¨¢s que el morbo pol¨ªtico y medi¨¢tico lo sugiera. El ej¨¦rcito sigue incautando cargamentos, reventando laboratorios clandestinos, deteniendo narcomenudistas y erradicando cultivos en magnitudes incluso mayores que en el pasado. Lo que no est¨¢ haciendo es enfrentar de manera directa a las numerosas milicias que han brotado de las bandas criminales. Una y otra vez nos enteramos de casos en los que los efectivos de la Guardia Nacional o del Ej¨¦rcito optaron por no intervenir en el acoso contra un poblado perpetrado por varias decenas de sicarios, pese a la presencia de un cuartel cercano a los hechos. Son tolerados los retenes ilegales perfectamente detectados por la autoridad.
?Por qu¨¦ esta pasividad? ?Por qu¨¦ la estrategia de abrazos no balazos? A mi juicio, obedece a dos razonamientos mutuamente reforzantes en la mente del presidente. Primero, la idea de que, frente al enorme desaf¨ªo de remontar la pobreza y la desigualdad social, el gobierno carec¨ªa de los recursos para afrontar simult¨¢neamente la batalla contra el crimen organizado. Y habr¨ªa que partir del hecho de que L¨®pez Obrador, quien preside una reuni¨®n sobre seguridad todos los d¨ªas, es quiz¨¢ el presidente mejor informado sobre este tema en muchos sexenios. Sabiendo lo que sabe, determin¨® que el Estado mexicano no estaba en condiciones de ganar ese enfrentamiento.
Segundo, la noci¨®n de que hab¨ªa narcos salvajes y narcos ¡°institucionales¡±, por as¨ª decirlo. Estos ¨²ltimos ser¨ªan los c¨¢rteles tradicionales, dedicados al trasiego de la droga y no tanto a las actividades delincuenciales y de expoliaci¨®n contra la sociedad. Si no hab¨ªa condiciones para abatirlos, el escenario menos malo consist¨ªa en que esos c¨¢rteles de anta?o controlaran su territorio. Es decir, se part¨ªa de la base de que, si no hay manera de abatir al crimen, es preferible el crimen organizado que el crimen desorganizado. El n¨²mero de asesinatos disminuye cuando una sola fuerza domina la plaza, dijo el presidente hace poco.
Con estas dos premisas se desarroll¨® una estrategia a dos tiempos. En lo inmediato, pasar el mensaje de suspensi¨®n de la guerra, con la esperanza de que constituyese una especie de tregua mientras el Estado preparaba al mediano plazo: una reforma judicial, por un lado, y el desarrollo de una fuerza territorial capaz de, en su momento, enfrentar con ¨¦xito al adversario. Con sus m¨¢s de 200 cuarteles y m¨¢s de 100 mil efectivos, la Guardia Nacional est¨¢ intentando la recuperaci¨®n del territorio. Pero es un proceso en marcha. Por ahora, de manera pasiva y solo presencial y, se asume que, cuando el despliegue sea completo pase a modo activo.
Se puede estar en desacuerdo con la militarizaci¨®n, pero tiene una l¨®gica interna. Iniciar la batalla cuando se pueda tener ¨¦xito y mientras tanto buscar ganar tiempo.
Tengo la impresi¨®n de que L¨®pez Obrador hab¨ªa calculado que con esta l¨®gica podr¨ªa terminar su sexenio sin que el problema de la inseguridad se saliera de las manos. Hab¨ªa la expectativa, incluso, de reducir las estad¨ªsticas delincuenciales gracias a la presencia de la GN, y, al mismo tiempo, estar en condiciones de entregar a su sucesor la fuerza f¨ªsica instalada y las mejoras judiciales para, ahora s¨ª, emprender una confrontaci¨®n con mayores posibilidades de ¨¦xito. Basta decir que el n¨²mero de elementos de seguridad p¨²blica se ha quintuplicado con respecto al sexenio pasado.
El problema es que las dos premisas sobre la que se basa esta estrategia fueron desbordadas. Lejos de aceptar una tregua, las bandas asumieron la pasividad de las fuerzas federales como temporada de caza para expandirse y aumentar las formas de orde?a en contra de la poblaci¨®n. El aumento del delito de extorsi¨®n ejemplifica el creciente control territorial por parte de la delincuencia.
Y, por otro lado, result¨® equ¨ªvoca la tesis del narco malo y el narco menos malo o la capacidad de los c¨¢rteles grandes para abatir a las bandas salvajes. Los c¨¢rteles han incorporado a su agenda otros rubros, adem¨¢s de la droga. Por otro lado, lejos de disminuir, ya hay cientos de bandas en el pa¨ªs, muchas de ellas producto de la propia fragmentaci¨®n y rivalidad al interior de esos c¨¢rteles.
El hecho es que el acoso en contra de la poblaci¨®n ha comenzado a resultar insoportable en muchas regiones. Si hoy fueran las elecciones presidenciales, AMLO habr¨ªa logrado su objetivo. Pero la aceleraci¨®n en la presencia del crimen organizado y desorganizado, y los dos a?os que faltan, introducen la duda de si esto terminar¨¢ por impactar el aparente blindaje pol¨ªtico que hoy posee el obradorismo.
Pero incluso si lo hace, no est¨¢ claro que la oposici¨®n est¨¦ en condiciones de cosechar; PRI, PAN o Movimiento Ciudadano no se han caracterizado por una estrategia eficaz en contra de la inseguridad. El riesgo es que esto haga un vac¨ªo que se preste al surgimiento de candidatos tipo el brasile?o Bolsonaro, el h¨²ngaro Viktor Orban o el salvadore?o Bukele, aupados por un discurso autoritario y fascista.
Frente a esto, me parece que el obradorismo tiene mejores argumentos, pero tendr¨ªa que empezar a usarlos. Tras el crimen infame de los jesuitas, uno pensar¨ªa que ya no sirve la explicaci¨®n de L¨®pez Obrador, de que el problema remite a la gesti¨®n de Felipe Calder¨®n, quien dej¨® el poder hace diez a?os.
@jorgezepedap
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs