A ver¡ el autoritarismo que no vemos
Todos usamos muletillas y expresiones gastadas, pero hay algunas que van m¨¢s all¨¢ del costumbrismo verbal y revelan mucho de la personalidad de quien las esgrime
Todos usamos muletillas y expresiones gastadas, de una manera u otra. Pero hay de muletillas a muletillas. Algunas no son m¨¢s que malos h¨¢bitos (o h¨¢bitos simplemente), que dan cuenta de la pertenencia a una ¨¦poca, un lugar, un grupo social. Pero hay una que me parece que va m¨¢s all¨¢ del costumbrismo verbal y revela mucho de la personalidad de quien la esgrime. La expresi¨®n ¡°a ver¡¡± al arrancar una intervenci¨®n o tomar la palabra, seguida de una pausa.
No me refiero a la expresi¨®n ¡°a ver¡± como abreviaci¨®n de ¡°a ver c¨®mo pintan las cosas¡± o ¡°ya veremos¡± y normalmente utilizado al final de una parrafada. Sino al tono pontificador con el que alguien arranca una fil¨ªpica, decidido a poner las cosas en claro, como si hasta ese momento la conversaci¨®n fuese una sarta de incongruencias o estupideces. Se trata de un ¡°a ver¡¡± terminante y categ¨®rico seguido de un momento expectante. O peor a¨²n, de un ¡°a ver¡± proferido en tono exasperado, como el de alguien que no aguanta m¨¢s la necesidad de intervenir por la cantidad de sandeces escuchadas.
Se trata, insisto, de una expresi¨®n que va m¨¢s all¨¢ de un mal h¨¢bito. En la pr¨¢ctica es una especie de ¡°descont¨®n¡±, al interlocutor. ¡°Paren de decir tonter¨ªas, ahora les voy a explicar c¨®mo son las cosas¡±. Una charla de sobremesa que deja de serlo para convertirse en una conferencia. Se usa el ¡°a ver¡¡± como si a partir de ese momento comenzara a hablar el adulto de la mesa. Lo cual puede ser comprensible en un contexto familiar, pero resulta lamentable en un panel de televisi¨®n como los que hemos estado observando en estos tiempos de polarizaci¨®n pol¨ªtica. T¨®mese el tiempo, estimado lector, de escuchar la siguiente edici¨®n de alguna de esas mesas de radio o televisi¨®n. Le revelar¨¢n lo poco democr¨¢ticos que son, en la pr¨¢ctica, quienes con el pretexto de criticar el autoritarismo de la 4T o, por el contrario, el de sus adversarios, pontifican con la arrogancia de quien se considera poseedor de la verdad absoluta e inapelable. Ese es el verdadero autoritarismo; la soberbia de quien se cree exento de escuchar a otros porque su papel en la vida, o en una supuesta mesa de discusi¨®n, es resolver la ignorancia de sus semejantes (que en realidad no lo son, faltaba m¨¢s).
Y ya entrados en gastos, quisiera llamar la atenci¨®n sobre algunas otras expresiones en uso. En una de mis novelas aprovech¨¦ a un personaje para ridiculizar el abuso de giros anglosajones que algunos abrazan por imitaci¨®n o, de plano, con la esperanza de sonar m¨¢s sofisticados. Una de ellas ¡°es correcto¡±, utilizado en un tono neutro, tirando a experto de la NASA o a manera de sinodal, aunque algunos lo usen para responder a un pedestre ?te paso la sal? Otra expresi¨®n que irritaba a mi personaje era ¡°al final del d¨ªa¡± que hemos importado de Nueva York. Una buena amiga, bendecida por el don de la mala leche, suele interrumpir en cada ocasi¨®n que la escucha ¨Dal final del d¨ªa¨D, y hace una precisi¨®n que descoloca a su interlocutor: ?quieres decir hoy por la noche?
Algunas expresiones constituyen una se?al de pertenencia a un c¨®digo postal, normalmente el 11000 de las Lomas, hasta que, igual que sus bolsas Herm¨¨s, comienzan a ser imitadas por sectores con menos pedigr¨ª pero no menos pretensiones. No es millonario, lo que le sigue; no es corrupto, lo que le sigue; no es guapa, lo que le sigue. Una manera f¨¢cil de evitarse pensar en adjetivos. El problema es que termina por ser tan usada que ya no es un abuso, sino lo que le sigue.
¡°Literal¡±, como adjetivo efectista para enfatizar la veracidad de algo. Me la pas¨¦ fatal en Nueva York, literal. El mejor tiramis¨² que he probado, literal. En alg¨²n momento dej¨® de ser suficiente atribuir la mayor de las pasiones a un simple postre como era el caso de ¡°am¨¦ ese tiramis¨²¡±. Ahora tambi¨¦n tiene que ser literal.
Hay otras muletillas de las que no es f¨¢cil entender el prop¨®sito que las puso en marcha, m¨¢s all¨¢ de ser usadas para estar a tono con ¡°la narrativa¡± del momento: es bonita, pero inteligente, pero buena madre, pero generosa. En lugar de constituir una objeci¨®n, el ¡°pero¡± haces las veces de una ¡°y¡± para enlazar un atributo adicional y positivo. ?Por qu¨¦? A saber, pero hoy en d¨ªa en los vecindarios del barrio alto no hay otra manera de describir a alguien que a partir de ¡°peros¡±.
Incluso hay muletillas mudas: la m¨¢s usual, levantar la mano y doblar el dedo ¨ªndice y el medio para indicar comillas mientras se habla de algo. ¡°Fueron los a?os felices de mi matrimonio¡± significa algo, pero muy distinto si se pronuncia mientras se doblan esos dos dedos. Lo mismo para ¡°la econom¨ªa creci¨® al final del sexenio de L¨®pez Obrador¡±. Se vale desde luego. Pero un recurso que se abarata cuando se usa una y otra vez. Y algo frustrante cuando la conversaci¨®n es por tel¨¦fono.
Pero no habr¨ªa que cargar la mano al 1%, imitado por el siguiente 10% y reproducido a posteriori por los otros 20% que le siguen. Todos los grupos sociales, estamentos y generaciones tienen sus muletillas. Qu¨¦ tal el t¨¦rmino ¡°sin soluci¨®n de continuidad¡± de los arquitectos para referirse a una pinche raya interminable. Y no comencemos con los doctores.
Los intelectuales tienen las m¨¢s pomposas con giros como ¡°quiero pensar que¡±, ¡°y si me apuran¡± entre otras muchas que no tienen otro prop¨®sito que dorar su p¨ªldora. Y luego est¨¢ la palabra de moda, ¡°narrativa¡±, imprescindible ahora entre la comentocracia y en los art¨ªculos de an¨¢lisis. L¨®pez Obrador impuso la narrativa de primero los pobres; la oposici¨®n recurri¨® a una narrativa perdedora; los analistas introdujeron la narrativa de la narrativa.
Por su parte, los sectores populares han llevado ¡°lo que viene siendo¡± a todas las conjugaciones posibles sea para describir un men¨², un corte de pelo o el arreglo de un motor. Mismo caso de la muletilla ¡°esteeee¡±, capaz de abollar cualquier discurso por brillante que sea. Aunque tambi¨¦n existe una variante intelectualizada gracias a la modificaci¨®n introducida con una O alargada: ¡°estoooo¡± proferido en tono grave, preferentemente con un acento de fil¨®sofo espa?ol.
Por su parte, los j¨®venes se han inundado de ?sabes? intercalados en cada frase. Una imitaci¨®n del you know anglosaj¨®n que los gringos sueltan en cada envi¨®n. En todo caso, mejor que el omnipresente ¡°g¨¹ey¡± que se puso de moda y, como el covid, parece que nunca terminar¨¢ por irse.
Las muletillas son inevitables. Pero quiero pensar que haci¨¦ndonos conscientes de su uso, al final del d¨ªa dejaremos de incurrir en ellas o, lo que viene siendo, exhibiremos menos nuestras carencias. Porque, si me apuran, eso es lo que muestran: carencias. Literal.
@jorgezepedap
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