El virus en la frontera greco-turca
Como era de esperar, la pandemia ha llegado ya a los campos de refugiados, hacinados e insalubres
Los efectos de la covid-19 se han dejado sentir de forma inmediata en la frontera greco-turca. El miedo a la pandemia ha permitido justificar lo que hasta ahora parec¨ªa injustificable: del cierre de facto de los campos de refugiados a la retirada de las ONG de ayuda humanitaria. Incluso se ha vuelto a hablar de concentrar a los refugiados en islas desiertas al estilo de Australia. Tambi¨¦n como efecto de la covid-19 se han acallado las voces m¨¢s cr¨ªticas, ya sea porque el confinamiento en tiempos de confinamiento es m¨¢s f¨¢cil de aceptar o por la suspensi¨®n en la pr¨¢ctica del derecho a ma...
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Los efectos de la covid-19 se han dejado sentir de forma inmediata en la frontera greco-turca. El miedo a la pandemia ha permitido justificar lo que hasta ahora parec¨ªa injustificable: del cierre de facto de los campos de refugiados a la retirada de las ONG de ayuda humanitaria. Incluso se ha vuelto a hablar de concentrar a los refugiados en islas desiertas al estilo de Australia. Tambi¨¦n como efecto de la covid-19 se han acallado las voces m¨¢s cr¨ªticas, ya sea porque el confinamiento en tiempos de confinamiento es m¨¢s f¨¢cil de aceptar o por la suspensi¨®n en la pr¨¢ctica del derecho a manifestaci¨®n cuando lo que impera son medidas de distanciamiento social. Sin embargo, desde una perspectiva hist¨®rica, nada es nuevo. La covid-19 permite imponer otro estado de excepci¨®n (con limitaciones graves a los derechos fundamentales) en un espacio ya marcado por m¨²ltiples excepciones.
El primer estado de excepci¨®n se impuso justo hace cuatro a?os con el acuerdo entre la Uni¨®n Europea y Turqu¨ªa. ?Por qu¨¦ excepci¨®n? Porque el acuerdo no fue un acuerdo sino una simple nota de prensa. El Tribunal de Justicia de Luxemburgo lo defini¨® como un pacto informal entre Turqu¨ªa y los Estados miembros y, dada su informalidad, en febrero de 2017 se declar¨® impotente para valorarlo. Nada m¨¢s excepcional: a pesar de imponerse de forma implacable sobre los migrantes, su inexistencia formal lo hizo vaporoso (y, por lo tanto, no evaluable) por parte de los tribunales de justicia. Pero el acuerdo tambi¨¦n represent¨® un estado de excepci¨®n en tanto que impuso restricciones geogr¨¢ficas a la movilidad de los solicitantes de asilo. Salvo en los casos m¨¢s vulnerables, los migrantes quedaron atrapados en las islas griegas con el objetivo de facilitar el fin ¨²ltimo del acuerdo: la devoluci¨®n a Turqu¨ªa de todo aquel que hubiera entrado irregularmente.
Adem¨¢s, tras el acuerdo, los campos de refugiados se convirtieron en agujeros negros de derechos fundamentales. Los medios de comunicaci¨®n y las principales organizaciones locales e internacionales lo han denunciado sistem¨¢ticamente: desde hacinamiento, temperaturas invernales (qui¨¦n no recuerda las tiendas bajo la nieve) sin agua caliente ni calefacci¨®n y falta de higiene, hasta nutrici¨®n limitada, asistencia m¨¦dica inadecuada y altos grados de inseguridad en los campos. En los ¨²ltimos dos a?os, estas condiciones han empeorado (si cabe) dado el repunte en el n¨²mero de llegadas y los criterios cada vez m¨¢s restrictivos a la hora de transferir a los m¨¢s vulnerables hacia el continente. No es un problema de incapacidad y recursos. Turqu¨ªa tiene campos de refugiados en mejores condiciones. Es una miseria programada que busca tener un efecto disuasorio sobre los que todav¨ªa podr¨ªan estar por llegar.
El segundo estado de excepci¨®n lleg¨® a principios de marzo con la decisi¨®n de Atenas de suspender el derecho de asilo. Esta medida sin precedentes se justific¨® de dos maneras. Por un lado, se recurri¨® al viejo argumento de que la entrada irregular justifica el retorno irregular, es decir, sin tener que garantizar derechos tan b¨¢sicos como el derecho de asilo. Esta misma justificaci¨®n est¨¢ detr¨¢s de la reciente sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (febrero, 2020), que avala las devoluciones en caliente en la frontera Sur. Por otro lado, la suspensi¨®n del derecho de asilo se ha justificado tambi¨¦n desde la l¨®gica de guerra. Bruselas acusa a Erdogan de usar a los refugiados como armas de guerra, pero no duda en legitimar una respuesta acorde: desde la actuaci¨®n brutal del ej¨¦rcito heleno en frontera hasta la suspensi¨®n del derecho de asilo. Sin la solicitud de asilo como posibilidad, los migrantes se tornan en objetos f¨¢cilmente ¡°detenibles¡± y ¡°deportables¡±.
As¨ª es como llegamos al escenario actual, con el miedo a la pandemia justificando nuevas medidas de excepci¨®n. Como era de esperar, ya se han dado casos de covid-19 en los campos de refugiados.Las condiciones de hacinamiento e insalubridad no har¨¢n sino acelerar y agravar la pandemia. Pero toda crisis implica al mismo tiempo una oportunidad. Ante esta situaci¨®n, tenemos dos opciones. O seguir confin¨¢ndonos y limitando derechos fundamentales, para despertar despu¨¦s en un mundo m¨¢s dist¨®pico a¨²n. O entender que no hay confinamiento efectivo ni a tanta miseria ni a una pandemia fuera de control, por m¨¢s que se intente contener con alambre de espino.
Tal como piden distintas organizaciones internacionales, la propia ACNUR y diversas ciudades europeas, hoy m¨¢s que nunca es necesario evacuar los campos de refugiados. Son 36.000 solicitantes de asilo en campos de refugiados (dise?ados para 5.400 personas) repartidos entre cinco islas. La evacuaci¨®n debe darse no solo al resto de Grecia, donde la situaci¨®n en muchos casos ya es delicada, sino al conjunto de Estados miembros de la UE. Solo as¨ª podremos garantizar ¡°sus¡± derechos, pero tambi¨¦n ¡°nuestra¡± seguridad. Si algo ense?an las pandemias es que, a diferencia de los postulados de extrema derecha, una cosa no va sin la otra.
Blanca Garc¨¦s-Mascare?as es investigadora de CIDOB.