?Confinados en una sociedad democr¨¢tica?
Es importante diferenciar entre el ¡°confinamiento¡± como pena o castigo infligido por una dictadura a un opositor y una medida democr¨¢tica, aprobada de acuerdo a ley, que se propone proteger a la poblaci¨®n civil
Probablemente la palabra m¨¢s utilizada por la prensa y la gente en general en el mundo de la lengua espa?ola, en estas ¨²ltimas seis semanas, despu¨¦s de ¡°coronavirus¡± por supuesto, haya sido ¡°confinamiento¡± y todos los vocablos asociados a ella, como ¡°confinado¡±, ¡°confinada¡± y ¡°desconfinamiento¡±, m¨¢s varios etc¨¦teras. Pero s¨®lo el periodista Ram¨®n P¨¦rez-Maura en un art¨ªculo publicado en Abc el 9 de este mes con el t¨ªtulo En Espa?a no hay nadie confinado parece haber advertido una grave equivocaci¨®n en este uso indebido de aquella palabra, aplicada a la reclusi¨®n que vive la poblac...
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Probablemente la palabra m¨¢s utilizada por la prensa y la gente en general en el mundo de la lengua espa?ola, en estas ¨²ltimas seis semanas, despu¨¦s de ¡°coronavirus¡± por supuesto, haya sido ¡°confinamiento¡± y todos los vocablos asociados a ella, como ¡°confinado¡±, ¡°confinada¡± y ¡°desconfinamiento¡±, m¨¢s varios etc¨¦teras. Pero s¨®lo el periodista Ram¨®n P¨¦rez-Maura en un art¨ªculo publicado en Abc el 9 de este mes con el t¨ªtulo En Espa?a no hay nadie confinado parece haber advertido una grave equivocaci¨®n en este uso indebido de aquella palabra, aplicada a la reclusi¨®n que vive la poblaci¨®n de Espa?a todav¨ªa, por culpa de la pandemia que asola al pa¨ªs, as¨ª como sigue devastando a buena parte del mundo. En su texto advirti¨®, consultando el Diccionario de la Lengua, que el verbo ¡°confinar¡± y su acci¨®n y efecto, el ¡°confinamiento¡±, es una ¡°pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto de su domicilio¡±.
As¨ª es, en efecto, seg¨²n el Diccionario de la Lengua. Pero, en todo caso, hay en la definici¨®n de este vocablo una alusi¨®n a la ¡°libertad¡± que, en cierta forma, la desnaturaliza. La verdad es que en Espa?a, pero, sobre todo, en Am¨¦rica Latina, han sido las dictaduras y no las democracias las que han utilizado el confinamiento para acallar las voces de sus cr¨ªticos, silenciarlos por largos a?os y, en ciertos casos, hasta liquidarlos. Es la raz¨®n por la que ronda a las palabras ¡°confinado¡± y ¡°confinamiento¡± una sombra un tanto siniestra y delet¨¦rea, que, naturalmente, en el caso de la reclusi¨®n obligada que vivimos en Espa?a en las actuales circunstancias, no tiene raz¨®n de ser.
No hay duda alguna de que la frase: ¡°Don Miguel de Unamuno estuvo confinado por la Dictadura de Primo de Rivera en la isla de Fuerteventura en el Atl¨¢ntico, desde febrero de 1924 hasta el 9 de julio de ese mismo a?o, cuando fue indultado¡± es rigurosamente exacta, pues corresponde a la verdad hist¨®rica. Era un adversario del r¨¦gimen y ¨¦ste, manu militari, lo confin¨® en aquel alejado lugar para tenerlo enmudecido. Fue el caso de muchas dictaduras latinoamericanas, que mediante la reclusi¨®n forzada en alg¨²n lugar remoto ¡ªun desierto, la selva, una isla, una aldea de los Andes¡ª apartaban y silenciaban a adversarios inc¨®modos y, en ciertos casos, aprovechaban tambi¨¦n aquella lejan¨ªa para librarse de ellos. El lugar preferido de los dictadores peruanos para confinar a sus cr¨ªticos era la isla del Front¨®n, frente a Lima, de siniestra trayectoria pues all¨ª perecieron a lo largo de la historia peruana muchos opositores y cr¨ªticos, donde eran torturados e incluso asesinados por nuestros dictadores.
Ahora bien, es obvio que la definici¨®n que hace el diccionario de este vocablo y que corresponde muy justamente a la vieja acepci¨®n de ¡°confinamiento¡± no conviene para nada a la situaci¨®n que ha vivido Espa?a desde que el Gobierno de Pedro S¨¢nchez, al igual que muchos otros Gobiernos democr¨¢ticos en el mundo entero, procedi¨® a establecer para el conjunto de la poblaci¨®n un confinamiento obligatorio. Lo hizo explicando la raz¨®n de ser de la medida y someti¨¦ndola a las Cortes, es decir, al Parlamento, donde fue aprobada por amplia mayor¨ªa, primero por el plazo de dos semanas, y luego renovada varias veces, a?adamos que con los votos a veces renuentes pero expl¨ªcitos de los partidos de la oposici¨®n. Es decir, en este caso se guardaron todas las formas legales, se procedi¨® democr¨¢ticamente, y no hay raz¨®n alguna para que esta reclusi¨®n se estime id¨¦ntica a la que define el Diccionario. Por el contrario, en cierta forma es m¨¢s bien su ant¨ªpoda.
?Cu¨¢l es la soluci¨®n a esta contradicci¨®n? No tiene sentido iniciar una campa?a para desterrar el ¨²ltimo significado que ha adquirido esta palabra gracias al coronavirus, por la sencilla raz¨®n de que estar¨ªa condenada a fracasar estrepitosamente. Cuando una palabra es adoptada por una vasta multitud de hablantes para expresar una realidad novedosa, por m¨¢s eficiente y elocuente que sea aquella campa?a, fracasar¨¢ sin remedio. El contenido de los vocablos no es decidido por los fil¨®logos y las academias sino por el pueblo que se vale de ellos para entenderse y expresarse, por la gente, esa gigantesca sociedad que es la que mantiene vivos y operativos a los idiomas o los deja morir. Ante esa realidad, el Instituto de Lexicograf¨ªa de la Real Academia Espa?ola ha propuesto a?adir otra definici¨®n adem¨¢s de la original, que figura en el Diccionario desde el a?o 1843, aunque ya el Diccionario de Autoridades hab¨ªa incluido desde 1734 el verbo ¡°confinar¡± en el sentido de ¡°desterrar a alguien, se?al¨¢ndole una residencia obligatoria¡±, es decir, en una acepci¨®n muy pr¨®xima a la que adoptar¨ªa posteriormente el Diccionario.
El Instituto de Lexicograf¨ªa de la Real Academia de la Lengua propone estas dos posibles definiciones del vocablo ¡°confinar¡±: ¡°Aislamiento temporal impuesto a una poblaci¨®n por razones de salud o seguridad¡±. O esta otra: ¡°Aislamiento forzoso a que se somete a una poblaci¨®n para evitar la propagaci¨®n de una enfermedad epid¨¦mica¡±. Ambas son bastante justas, pero yo prefiero la primera a la segunda, porque establece el car¨¢cter temporal de la medida, que, creo, es indispensable para que aquella situaci¨®n se entienda como algo pasajero o transe¨²nte, debido a excepcionales circunstancias como puede ser una pandemia, una acci¨®n terrorista de gran envergadura, una cadena de incendios o una guerra. Tambi¨¦n ser¨ªa conveniente, creo, que esta definici¨®n se?alara de alg¨²n modo el car¨¢cter legal y leg¨ªtimo en que ella se sustenta, de modo que quede excluida la arbitrariedad con que sol¨ªa aplicarse en el pasado. Es importante establecer una clara diferencia entre el ¡°confinamiento¡± como pena o castigo infligido por una dictadura a un opositor y una medida democr¨¢tica, aprobada de acuerdo a ley, que se propone proteger a una poblaci¨®n civil amenazada por una s¨²bita cat¨¢strofe que podr¨ªa acarrearle muchas m¨¢s desgracias sin esa merma moment¨¢nea de su libertad de desplazamiento.
Una reflexi¨®n final sobre este asunto, que trae provechosas ense?anzas sobre un tema que nunca ha quedado del todo claro para muchas personas. No son las academias ni los fil¨®logos los que crean las palabras que utiliza la gente para comunicarse y entenderse; son los hablantes, cultos e incultos, provincianos o capitalinos, rurales o citadinos, los que tienen esa facultad extraordinaria de ir renovando el lenguaje que les sirve para entenderse, y tambi¨¦n, por supuesto, quienes escriben en ¨¦l, periodistas, escritores, pol¨ªticos, comerciantes, obreros, banqueros y la infinita mara?a de quienes lo utilizan y a su vez lo sirven, manteni¨¦ndolo vivo, en constante renovaci¨®n. Las academias y los fil¨®logos y los diccionarios s¨®lo sirven para poner un cierto orden en lo que, sin ellos, podr¨ªa disolverse en la confusi¨®n selv¨¢tica, en el caos. Pero es importante tener siempre en la mente que la fuerza y la creatividad de un idioma est¨¢n en esa base popular y m¨²ltiple que se vale de ¨¦l para entenderse y que es quien da sentido y raz¨®n de ser a las palabras, destinando a las que ya no le sirven al olvido, y dando a otras, que crea o adopta o configura de distinta manera como en este caso, en funci¨®n estricta de la realidad vivida, que es, en ¨²ltima instancia, la que confiere solvencia y vitalidad y trastorna a las palabras o las sepulta en el olvido y las entierra.
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