Arrepentimientos
Es necesario reconocer que el sistema de impartici¨®n de justicia y el sistema carcelario es el principal violador de derechos humanos
He estado buscando un video que me impresion¨® much¨ªsimo hace algunos a?os. Se trataba de una comunidad ind¨ªgena en alg¨²n pa¨ªs de este continente. Ante una numerosa asamblea y sobre una tarima lo suficientemente alta como para colocarlo a la vista de todas las personas, se encontraba un joven acusado de haber robado un tel¨¦fono celular, ten¨ªa las manos atadas hacia el frente y lo acompa?aban algunos hombres con semblante serio. Ante ¨¦l, desfilaban algunas personas mayores que le hablaban apasionadamente en una lengua que no entend¨ª, en un inicio el rostro del joven mostraba una actitud desafian...
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He estado buscando un video que me impresion¨® much¨ªsimo hace algunos a?os. Se trataba de una comunidad ind¨ªgena en alg¨²n pa¨ªs de este continente. Ante una numerosa asamblea y sobre una tarima lo suficientemente alta como para colocarlo a la vista de todas las personas, se encontraba un joven acusado de haber robado un tel¨¦fono celular, ten¨ªa las manos atadas hacia el frente y lo acompa?aban algunos hombres con semblante serio. Ante ¨¦l, desfilaban algunas personas mayores que le hablaban apasionadamente en una lengua que no entend¨ª, en un inicio el rostro del joven mostraba una actitud desafiante, las personas segu¨ªan desfilando y le hablaban en voz alta. La multitud contemplaba a veces m¨¢s silenciosa, a veces m¨¢s agitada. Una persona se acerc¨® y despu¨¦s de unas palabras comenz¨® a llorar ante ¨¦l, hablaba en medio del llanto, el rostro del joven comenz¨® a volverse menos duro y se hinc¨®, comenz¨® a llorar violentamente tambi¨¦n y, seg¨²n explicaba la nota al pie, a disculparse. Despu¨¦s de eso, las personas que lo acompa?aban y que parec¨ªan encabezar el acto le cubrieron con una manta el torso desnudo, le desataron las manos y dijeron unas palabras a la audiencia. ?l continuaba llorando, la multitud comenz¨® a dispersarse. Si mis recuerdos no me enga?an, las im¨¢genes no estaban acompa?adas con subt¨ªtulos, pero las palabras que acompa?aban el video explicaban la existencia de sistemas distintos de hacer justicia. Los comentarios fueron tambi¨¦n muy impresionantes. Una gran parte de ellos hablaba sobre c¨®mo los sistemas de justicia de los pueblos ind¨ªgenas violaban los derechos humanos, la humillaci¨®n del joven ante una multitud numerosa y los lamentos porque esto suced¨ªa ante una falta del Estado de derecho.
?Record¨¦ este video y comenc¨¦ una b¨²squeda despu¨¦s de haber contemplado un rostro que sobresale entre la multitud de cuerpos encajados uno detr¨¢s de otro en una de las fotograf¨ªas que difundi¨® hace unos d¨ªas la cuenta en redes sociales de la Casa Presidencial de la Rep¨²blica de El Salvador: se trata de una fotograf¨ªa que forma parte de las im¨¢genes difundidas de los presos dentro de la c¨¢rcel de Izalco en San Salvador. Los presos, que parecen ser cientos, se encuentran en el patio de la c¨¢rcel, sentados en el suelo, uno tras otro, est¨¢n en calzoncillos y la mayor¨ªa porta un cubrebocas, cada cuerpo parece formar un c¨®ncavo que anida el cuerpo de un preso a continuaci¨®n, las cabezas agachadas y en muchos casos colocadas sobre la espalda de la siguiente persona. Entre ellos no se guarda sana distancia, guardias armados los vigilan. Las im¨¢genes son impactantes: entre los cuerpos en masa un rostro se alza y mira a la c¨¢mara y desde ah¨ª nos mira tambi¨¦n, nos mira como individuo entre la carne. Las im¨¢genes fueron tomadas y difundidas en un contexto particular, hace aproximadamente onces meses, tom¨® posesi¨®n el nuevo presidente de El Salvador, Nayib Bukele que ha impulsado una pol¨ªtica de control polic¨ªaco y militar que incluye un programa llamado ¡°Plan de control territorial¡± con el objetivo de frenar la tasa de homicidios. En la segunda quincena de abril los homicidios se dispararon y Bukele comenz¨® una lucha contra las pandillas. En la narrativa oficial, el reordenamiento de los presos en la c¨¢rcel se deb¨ªa a que las ¨®rdenes para cometer homicidios sal¨ªan desde ese lugar de reclusi¨®n. Bukele declar¨® ¡°vamos a hacer que los pandilleros que cometieron esos homicidios, se arrepientan toda su vida de haber tomado esa decisi¨®n¡±. El proceso para inducir el arrepentimiento que Bukele pretend¨ªa comenzar en los presos de la c¨¢rcel de Izalco incluye cerrar sus celdas con placas de metal de manera que sea imposible que puedan comunicarse entre celdas por medio de se?as. La orden presidencial inclu¨ªa tambi¨¦n mezclar en cada celda presos pertenecientes a pandillas distintas. Desde su cuenta, el presidente declar¨®: ¡°Ya no se podr¨¢ ver hacia afuera de la celda. Esto evitar¨¢ que puedan comunicarse con se?as hacia el pasillo. Estar¨¢n adentro, en lo oscuro, con sus amigos de la otra pandilla¡±. Antes de comenzar esta reubicaci¨®n los apilaron en el patio en ropa interior, sentados en el suelo desde donde un rostro nos observa a trav¨¦s de una fotograf¨ªa difundida como trofeo. Esta imagen me record¨® el extraordinario libro de la escritora Marina Azahua llamado Retratro involuntario. El acto fotogr¨¢fico como forma de violencia en el que analiza las violencias que se implican en la toma de fotograf¨ªas sin el consentimiento de las personas y c¨®mo ¡°disparar¡± la c¨¢mara puede convertirse en un acto de demostraci¨®n de poder sobre los cuerpos que son capturados en una imagen y su posterior circulaci¨®n.
Este rostro que mira a la c¨¢mara sobre las l¨ªneas de cuerpos colocados por fuerza provoc¨® que recordara el rostro del joven que hab¨ªa robado un celular quebr¨¢ndose en llanto ante el llanto de otra persona que le hablaba apasionadamente. En ambos casos, el arrepentimiento parec¨ªa estar involucrado solo que la naturaleza del mismo no pod¨ªa ser m¨¢s dis¨ªmil. En un caso las palabras parec¨ªan tener un efecto en el que el joven reconoc¨ªa la falta y sent¨ªa dolor, en el otro caso, Bukele pretende hacer que los presos se arrepientan toda su vida de haber ordenado un homicidio, no sabemos exactamente qui¨¦nes lo ordenaron, pero el estado har¨¢ que se arrepientan. En este caso, la palabra arrepentimiento parece convertirse en un eufemismo para la tortura continua. Despu¨¦s de que las im¨¢genes se difundieron, organismos internacionales de derechos humanos se manifestaron en contra y comenz¨® el debate: las personas que glorificaban las acciones de Bukele argumentaban que era lo menos que merec¨ªan esos pandilleros que hab¨ªan cometido cr¨ªmenes atroces, pandilleros que hab¨ªan torturado a personas y hab¨ªan ejercido la violencia de maneras brutales e inefables. El propio presidente Bukele se quej¨® del silencio que, seg¨²n ¨¦l, guardaban las personas y organismos ante la violencia ejercida por las pandillas pero que ahora los defend¨ªan a ellos.
Acostumbrada como estoy a los cuestionamientos y ataques constantes al sistema de justicia propio en nuestras comunidades, me pareci¨® por dem¨¢s interesante esta discusi¨®n. Pone sobre la mesa un debate fundamental para las sociedades humanas: ?qu¨¦ significa hacer justicia? En un pa¨ªs como ¨¦ste el sistema judicial del Estado mexicano coexiste con otros sistemas de justicia muy distintos entre s¨ª. Sin embargo, a pesar del reconocimiento constitucional de la autonom¨ªa de los pueblos ind¨ªgenas, el margen para ejercer, desarrollar y fortalecer nuestros propios sistemas de justicia se ve mermado ante una estructura racista y colonialista. En el discurso y en la pr¨¢ctica, nuestros sistemas de justicia se contraponen a la ley en donde los primeros son simples ¡°usos y costumbres¡± mientras que el entramado legal se trata como algo que, m¨¢s que un producto humano, parece inspirado por un poder superior infalible. En muchos de nuestros sistemas de justicia propios, la c¨¢rcel es un momento de detenci¨®n previo, pero no es en s¨ª mismo el castigo a una falta, de hecho, la detenci¨®n en una celda es previa al careo y a la determinaci¨®n de la sanci¨®n que puede variar seg¨²n la falta. Cuando es posible reparar el da?o, la sanci¨®n implica un ejercicio de justicia restaurativa en la que participan tambi¨¦n los distintos miembros de una familia. En algunas comunidades, cuando hay agresiones intrafamiliares se convoca a las personas mayores que atestiguaron y fueron padrinos de la uni¨®n de la pareja para pedirles cuentas de su funci¨®n como acompa?antes del proceso y, en su caso, se les pide utilizar sus palabras en un discurso que en s¨ª mismo parece ser tambi¨¦n una sanci¨®n. En diversos sistemas de impartici¨®n de justicia, la comunidad se implica tambi¨¦n en las condiciones que generaron la existencia de un crimen, este acercamiento estructural permite comenzar una reflexi¨®n que reordene el sistema social para prevenir violencias futuras.
Por contraste, el sistema judicial del Estado tiene en el individuo y en la c¨¢rcel unos de sus elementos fundamentales. La b¨²squeda de justicia se centra, en muchas ocasiones, en lograr la detenci¨®n y el encarcelamiento despu¨¦s de un juicio. Una vez que una persona ha sido encarcelada, la memoria social parece borrar su destino, no importa que las personas que han cometido violaciones sean violadas tambi¨¦n en la c¨¢rcel, por citar un fen¨®meno. En muchas ocasiones incluso se celebra porque, como refuerza el discurso de Bukele, lo merecen. El Estado permite o ejecuta una sanci¨®n que en lugar de justicia parece convertirse en un acto de venganza. Sabemos que, aunque las c¨¢rceles reciban el nombre de Centro de Readaptaci¨®n Social, lo que sucede en los hechos es muy distinto. El caso extremo, y plenamente integrado al sistema legal, es la pena de muerte que existe y se ejerce en una de las democracias liberales m¨¢s ic¨®nicas del mundo: la de los Estados Unidos de Am¨¦rica. Los defensores de la pena de muerte trasladan el horror de un crimen a un individuo sin analizar las causas estructurales en las que los cr¨ªmenes se anidan. Pocas personas defensoras de la pena de muerte estar¨ªan dispuestas a ejecutarla por mano propia en nombre del Estado. La conversi¨®n de justicia en venganza letal desde el Estado se refuerza en el discurso de muchos gobernantes, c¨®mo olvidar las palabras de Arturo Montiel que en plena campa?a declar¨® que ¡°los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas¡± mientras mostraba im¨¢genes de personas encarceladas. En el sexenio de Felipe Calder¨®n, la publicidad oficial celebraba el n¨²mero de delincuentes ¡°abatidos¡± en lugar de lamentar el terrible fallo que provoc¨® que esas personas ¡°abatidas¡± no hayan tenido la oportunidad de enfrentar un juicio justo. En esta l¨ªnea, Bukele ha declarado tambi¨¦n que sus fuerzas policiales y fuerzas armadas cuentan con la autorizaci¨®n para abatir pandilleros con ¡°posible fuerza letal¡±.
Establecer el contraste entre distintos sistemas de justicia no significa que nuestros sistemas normativos propios est¨¦n exentos de injusticias o abusos, pero perfilan un horizonte en el que hacer justicia pueda significar de muchas maneras. Lejos de hacer una oposici¨®n racista entre un sistema de justicia que pensamos id¨®neo por estar basado en una tradici¨®n legal escrita y sistemas primitivos de ¡°usos y costumbres¡± que son abusivos y salvajes, es necesario reconocer que el sistema de impartici¨®n de justicia y el sistema actual carcelario es el principal violador de derechos humanos. No olvidemos que la tortura que ejercen los agentes policiales del Estado se sufraga con dinero p¨²blico. En este contexto, tomar en cuenta algo que los especialistas han llamado ¡°pluralismo jur¨ªdico¡± abre un debate necesario en el que podemos discutir la manera en la que los cr¨ªmenes y las violencias ejercidas por individuos concretos revelan verdades en colectivo. Las c¨¢rceles nos gritan a la cara un Fuenteovejuna complejo. No queremos escuchar, ni ver.
?Qu¨¦ es hacer justicia? Las respuestas pueden ser muchas, distintas, m¨²ltiples. Para una sociedad, el arrepentimiento profundo de una persona ante lo que ha hecho es fundamental pues el individuo puede formular y pedir acciones que restituyan lo que ha hecho tanto material como simb¨®licamente. Para muchos sistemas micro que procuran la justicia, lograr que alguien se indigne profundamente ante la propia falta y ante el propio crimen es uno de los principales objetivos, es por eso que las sanciones est¨¢n encaminadas a ello. M¨¢s all¨¢ del enunciado cat¨®lico que implica ¡°sentir dolor de tus pecados¡±, las personas mayores que hablan y hablan ante el rostro altivo del joven que hab¨ªa robado un celular buscan que ¨¦l pueda inscribir su acto en un nuevo espacio de significaci¨®n, en alg¨²n punto lo logra y si duele, algo ha sido restaurado. Para ello, fue necesario el esfuerzo, el tiempo, las palabras y las presencias de muchas personas, de toda una comunidad, de la comunidad del individuo que perpetu¨® el robo. Por contraste, resulta casi imposible hacer entender a Bukele por qu¨¦ sus actos sobre los presos, m¨¢s all¨¢ de un acto de justicia, son justo lo contrario; ¨¦l ha trasladado la responsabilidad de cr¨ªmenes supuestamente ordenados desde la c¨¢rcel a cada uno de los presos semidesnudos en el patio sin implicar la funci¨®n que el Estado que encabeza ha tenido hist¨®ricamente en la producci¨®n de la violencia. Bukele, y con ¨¦l, el Estado, no puede inscribir sus actos en un nuevo espacio de significaci¨®n que le permita entender por qu¨¦ horrorizarnos ante las im¨¢genes que nos muestra tan orgulloso. Nada se ha restaurado y la mirada del preso que responde ante la c¨¢mara nos lo recuerda.