Los libros: otras v¨ªctimas de la pandemia en M¨¦xico
Es triste comprobar que para el Gobierno actual la pol¨ªtica p¨²blica respecto de la producci¨®n y el comercio de libros es no tener una pol¨ªtica p¨²blica
En plena tormenta es imposible hacer un certero recuento de los da?os. El viento agitado, la lluvia que no cesa, la adrenalina que nos permite vencer el miedo y acometer acciones heroicas (o temerarias), la falta de visi¨®n: todo contribuye a que cualquier descripci¨®n resulte imprecisa, pero no est¨¢ de m¨¢s detenerse unos minutos para pensar en lo que convendr¨¢ hacer cuando pase la tromba. Es m¨¢s dif¨ªcil hacer esto si adem¨¢s confluyen un temblor y un deslave, cataclismos que por separado son peligrosos. Esa sensaci¨®n justamente es la que se percibe entre quienes nos dedicamos a hacer libros: a l...
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En plena tormenta es imposible hacer un certero recuento de los da?os. El viento agitado, la lluvia que no cesa, la adrenalina que nos permite vencer el miedo y acometer acciones heroicas (o temerarias), la falta de visi¨®n: todo contribuye a que cualquier descripci¨®n resulte imprecisa, pero no est¨¢ de m¨¢s detenerse unos minutos para pensar en lo que convendr¨¢ hacer cuando pase la tromba. Es m¨¢s dif¨ªcil hacer esto si adem¨¢s confluyen un temblor y un deslave, cataclismos que por separado son peligrosos. Esa sensaci¨®n justamente es la que se percibe entre quienes nos dedicamos a hacer libros: a la pandemia se le sum¨® el paro econ¨®mico, la devaluaci¨®n del peso e incluso algunas sorprendentes medidas del Gobierno.
La veloz irrupci¨®n de la covid-19 agudiz¨® las dificultades que siempre ha enfrentado el mundo del libro en nuestro pa¨ªs. A las carencias hist¨®ricas agreg¨® severas amenazas que podr¨ªan dejar consecuencias de largo alcance, como el cierre de puntos de venta y de empresas productoras de contenido, con una pavorosa cauda de damnificados de menor gravedad. Hoy est¨¢n secas las principales fuentes de ingreso de toda la cadena editorial: librer¨ªas, ferias y festivales, compras institucionales. La ¨²nica rama que se ha visto fortalecida, si bien atiende a un peque?o sector de lectores, es el comercio electr¨®nico, de libros tanto impresos como digitales, sean ebooks o audiolibros. Pero por m¨¢s que haya datos optimistas sobre el crecimiento de dos y hasta tres d¨ªgitos en esta modalidad, la base de la que se part¨ªa es tan exigua que la actividad en l¨ªnea no compensa lo perdido en el mundo de carne y hueso. Ni los lectores ni los vendedores en M¨¦xico han hecho suyo el comercio y el consumo electr¨®nicos, por diversas razones, entre ellas la generalizada (y horrenda) convicci¨®n de que la gratuidad es un derecho del internauta.
Es alto el riesgo de erosi¨®n de la infraestructura libresca, que ya era escasa y d¨¦bil. No pocas empresas (editoriales, librer¨ªas, distribuidoras¡) deber¨¢n cerrar sus puertas, carcomidas por el compromiso de mantener sus obligaciones laborales o fiscales, por pagar renta y dem¨¢s servicios esenciales, arrojando al desempleo a gente capacitada cuyo horizonte profesional no ser¨¢ muy halag¨¹e?o. Muchos proveedores de servicios (dise?adores y correctores, expertos en comunicaci¨®n o en aspectos comerciales), por no hablar del ancho mar de los autores (desde el escritor y el traductor hasta el ilustrador o el fot¨®grafo), resentir¨¢n el cierre de este grifo. Como en cualquier cadena productiva, la afectaci¨®n se est¨¢ dando en cascada: una red de librer¨ªas que interrumpe sus pagos compromete la operaci¨®n de las editoriales, que a su vez retrasan las remuneraciones a los autores y a sus proveedores. De ah¨ª que debamos buscar soluciones que reviertan este efecto destructor, es decir, que fortalezcan todos los eslabones de la cadena.
Es triste comprobar, en este tiempo cr¨ªtico, que para el gobierno actual la pol¨ªtica p¨²blica respecto de la producci¨®n y el comercio de libros es no tener una pol¨ªtica p¨²blica: no hay compras para bibliotecas (o son insignificantes), no hay programas de coedici¨®n (o son aislados, acotad¨ªsimos), no hay estrategia de proyecci¨®n internacional (para exportar ejemplares o vender derechos), no hay medidas fiscales de est¨ªmulo (tasa cero para las librer¨ªas o pago en especie, a la manera de los artistas pl¨¢sticos; s¨®lo existe el novedoso EFiLibro, que vio la luz en una p¨¦sima coyuntura). Adem¨¢s, en las cadenas estatales de librer¨ªas hay compras selectivas (solo de ciertos g¨¦neros y ciertas editoriales, con la confianza puesta en entredicho por la oprobiosa quita impuesta el a?o pasado a muchos acreedores), como si la propia producci¨®n estatal bastara para crear una oferta atractiva y plural. Esta ausencia multidimensional ya hab¨ªa debilitado al conjunto de la industria y representa una injustificable renuncia estatal, o peor: es la puesta en pr¨¢ctica de la convicci¨®n neoliberal de que el mejor Estado es uno raqu¨ªtico.
Para redondear las dificultades, la devaluaci¨®n del peso frente al d¨®lar tendr¨¢ repercusiones en distintas facetas de la producci¨®n y el comercio del libro. Insumos esenciales, como gran parte del papel que se emplea en M¨¦xico o equipos, provienen del extranjero y se cotizan en d¨®lares. Es m¨¢s que evidente se?alar que las importaciones de libros fabricados fuera de nuestras fronteras se resentir¨¢n. As¨ª pues, habr¨¢ un efecto inflacionario en la oferta editorial, que ser¨¢ un golpe adicional para los lectores y los puntos de venta. No es mero catastrofismo imaginar que, con menos librer¨ªas y editoriales, con ejemplares m¨¢s caros, la bibliodiversidad sufrir¨¢ un retroceso. ?sa es la medida de la conjunci¨®n de tormenta, temblor y deslave.
Y aunque los desastres naturales dejan secuelas, de alguna manera la vida logra reponerse. Estamos lejos de contar con un plan de recuperaci¨®n, pues la magnitud del da?o a¨²n es incuantificable y se requiere armonizar muchas voluntades, pero tambi¨¦n las soluciones empiezan como embriones. Entre las preocupaciones de editores y libreros est¨¢ que el p¨²blico, sacudido en su salud y su econom¨ªa, vuelva a los espacios de encuentro con la palabra impresa una vez que se vuelva a encender la maquinaria. Para que los lectores reconquisten los puntos de venta, las ferias con su bullicio o las bibliotecas con su proverbial silencio, se requerir¨¢n esfuerzos para generar confianza, animar las conversaciones interrumpidas por la pandemia o las que se despertaron en lo m¨¢s agudo de ¨¦sta: charlas, conferencias, firmas de ejemplares, c¨ªrculos de lecturas, ventas nocturnas pueden devolver a esos espacios el calor que los caracteriza. Sin duda ocurrir¨¢ a cuentagotas, para lo cual resulta esencial incluir a las librer¨ªas, como ha ocurrido en Alemania, Italia y Espa?a, entre los primeros negocios autorizados para reabrir.
Tal vez este sea momento de retomar, con un alcance mayor ¡ªquiz¨¢s asoci¨¢ndola a programas p¨²blicos como J¨®venes Construyendo el Futuro, que tiene identificado un sector que, por edad y circunstancias, podr¨ªa sacarle un enorme provecho¡ª, la idea de crear ¡°cupones culturales¡± con los que la poblaci¨®n pueda adquirir libros, boletos para el teatro o alg¨²n concierto, descargas legales de m¨²sica o pel¨ªculas, lo que sin duda producir¨ªa un efecto directo en los beneficiarios y provocar¨ªa una reactivaci¨®n paulatina en los sistemas de distribuci¨®n cultural.
Para muchos colegas, la salida obvia, casi dir¨ªamos natural, es un gran programa de compras para bibliotecas p¨²blicas y escolares. La situaci¨®n actual deber¨ªa llevar a las autoridades a explorar mecanismos novedosos que arranquen en las librer¨ªas (es decir, que no consista en compras directas a las editoriales) y que d¨¦ salida a ejemplares ya producidos, no a los hechos bajo pedido, como suele ocurrir con las compras institucionales. Con descuentos sensatos sobre el precio de venta al p¨²blico, que se transmita proporcionalmente entre los actores involucrados, cada peso puesto en la caja registradora de las librer¨ªas se filtrar¨ªa por todos los filamentos hasta llegar en mayor o menor medida hasta autores, ilustradores, traductores, correctores¡ ?sa es la clase de efecto multiplicador a lo largo de la cadena al que debemos aspirar hoy.
Pero me temo que no se puede ser muy optimista con las peticiones al Estado, cuyas prioridades est¨¢n lejos del ¨¢mbito cultural. Por ello es imprescindible que los participantes privados en el mundo del libro emprendan acciones en su propia ¨®rbita, m¨¢s all¨¢ de apoyos y avales gubernamentales. El repertorio es amplio y en alguna medida se refiere a cuentas que estaban pendientes incluso antes de que el coronavirus emprendiera su periplo desde la lejana China. Urge, por ejemplo, que las partes involucradas renueven su compromiso con el precio ¨²nico, pues hoy la inexistencia de sanciones a quien ofrece descuentos parece dar la raz¨®n a quien exige que se aplique la ley del libro en los anaqueles de mi compadre. ?Es muy cr¨¦dulo hacer un llamado a la buena voluntad de las partes involucradas para que todos respeten la ley? Tambi¨¦n podr¨ªa explorarse la aplicaci¨®n de un mismo descuento (o una horqueta de descuentos muy angosta) a los clientes de cada editorial, para ofrecer as¨ª un mismo margen a los libreros grandes y chicos, en el entendido de que queremos preservar el conjunto, m¨¢s all¨¢ de la rentabilidad de corto plazo.
Esta revisi¨®n autocr¨ªtica del funcionamiento del mundo del libro puede hacer realidad ese lugar com¨²n que dice que crisis es sin¨®nimo de oportunidad. Hay pr¨¢cticas que han contribuido a la erosi¨®n del tejido librero, por ejemplo la venta directa, tanto la que hacen los editores de libros de texto, que mediante estrategias no siempre honestas colocan sus t¨ªtulos en las escuelas privadas, como la de los editores que venden en l¨ªnea su propio material, convirti¨¦ndose en competidores de quienes deber¨ªan ser sus aliados. ?Ser¨¢ tiempo de plantear un armisticio en esta guerra comercial permanente?
Quiz¨¢ la estructura econ¨®mica de las mismas empresas deber¨¢ cambiar, pues lo somero del mercado mexicano dificulta que una editorial o una librer¨ªa subsistan vendiendo s¨®lo ejemplares. Abundan los expendios de libros que adem¨¢s ofrecen caf¨¦, comida, cuadernos, l¨¢mparas y cuanto producto parezca af¨ªn a la lectura, y cada vez m¨¢s editoriales experimentan con f¨®rmulas novedosas, como ser una fundaci¨®n sin fines de lucro o recurrir a la caridad de los lectores ¡ªpor ejemplo, la audaz iniciativa de Almad¨ªa, Sexto Piso y Ediciones Era de solicitar donativos a quienes aprecian su labor¡ª. Pulverizar el financiamiento ¡ªeso que en buen espa?ol se llama crowdfunding¡ª puede ser viable para algunos proyectos, como lo ha sido el mecenazgo. Pero me temo que ¨¦sas son soluciones puntuales, dif¨ªcilmente expandibles al conjunto de la industria.
Cuando no es elegida, la reclusi¨®n parece un castigo y un despilfarro de tiempo y energ¨ªa. La gente dedicada a los libros puede demostrar que de estas angustiosas semanas saldremos ¡ªlos que salgamos¡ª dispuestos a reinventar la forma de crear, producir, financiar y comercializar esos objetos que dan sentido a nuestra vida, haya tormentas, temblores o deslaves.
Tom¨¢s Granados es el director de la editorial Grano de Sal y miembro del consejo directivo de la C¨¢mara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem)