Pirracas presidente
El hombre era tan r¨¢pido, seg¨²n dec¨ªa, que llegaba a M¨®stoles, que dista unos 15 kil¨®metros de Navalcarnero, 10 minutos antes de salir
El Pirracas era tan r¨¢pido, seg¨²n dec¨ªa, que llegaba a M¨®stoles, que dista unos 15 kil¨®metros de Navalcarnero, 10 minutos antes de salir. Al decirlo, se?alaba el reloj que corona la iglesia del pueblo. Eso s¨ª que es ir deprisa, tanto hace 40 a?os como ahora, que es tiempo de cohetes. Einstein se habr¨ªa devanado los sesos en caso de saberlo, aunque no es probable que eso pasara.
El tal Pirracas viv¨ªa en una de las ruinas m¨¢s nobles del pueblo, en la ermita, que destacaba por su porte y por su situaci¨®n en la carretera de El ?lamo, un pueblo que entonces era peque?o, pero ten¨ªa un m¨¦rito ...
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El Pirracas era tan r¨¢pido, seg¨²n dec¨ªa, que llegaba a M¨®stoles, que dista unos 15 kil¨®metros de Navalcarnero, 10 minutos antes de salir. Al decirlo, se?alaba el reloj que corona la iglesia del pueblo. Eso s¨ª que es ir deprisa, tanto hace 40 a?os como ahora, que es tiempo de cohetes. Einstein se habr¨ªa devanado los sesos en caso de saberlo, aunque no es probable que eso pasara.
El tal Pirracas viv¨ªa en una de las ruinas m¨¢s nobles del pueblo, en la ermita, que destacaba por su porte y por su situaci¨®n en la carretera de El ?lamo, un pueblo que entonces era peque?o, pero ten¨ªa un m¨¦rito importante: su nombre, porque hab¨ªa poco m¨¢s. Ni siquiera hab¨ªa un ¨¢lamo que valiera la pena. Pero el sitio era noble, y vivir all¨ª, sin pagar nada por dormir en esa ruina, un chollo. Como si un madrile?o viviera gratis en el Edificio Espa?a.
Pirracas ment¨ªa sin saber que lo hac¨ªa. Simplemente dec¨ªa lo primero que se le pasaba por la cabeza. Las cuevas que albergaban las antiguas bodegas del pueblo med¨ªan, seg¨²n sus c¨¢lculos, un mont¨®n de kil¨®metros de largo. Y dec¨ªa que la iglesia ten¨ªa un altar de plata y era la m¨¢s antigua de Castilla.
En ocasiones, el buen hombre ¡ªporque era bondadoso¡ª ment¨ªa al decir la verdad. Porque era aleatorio el car¨¢cter falso o verdadero de sus palabras.
Ni siquiera sab¨ªa, y es posible que solo el que le puso el apodo lo supiera, que ¡°pirracas¡± quiere decir espabilado en algunos sitios. O sea, que ignoraba que tras su mote se escond¨ªa una iron¨ªa.
Pero ¨¦l hablaba y hablaba, porque siempre hab¨ªa alguien que le escuchaba. Sol¨ªa pasar eso al atardecer en la plaza Mayor, en parte porticada. El hombre hablaba y un grupo de jubilosos vecinos le jaleaba antes de repetir a todos los vientos sus ocurrencias. En verano, como es natural, el p¨²blico era m¨¢s nutrido.
El personal, o sea, el censo del pueblo, era tan variado que a alguno se le ocurri¨® la estupidez de hacerle alcalde, aunque nadie se tom¨® en serio la idea. Ni siquiera el alcalde se ofendi¨® por la propuesta. Un d¨ªa, sin embargo, la cosa se puso m¨¢s seria, y alguien del PP local le propuso para que fuera presidente.
¡ª ?Te crees que esto es Madrid?, dijo alguien.
Y el Pirracas sigui¨® siendo el tonto del pueblo.