La lealtad pol¨ªtica
En una estrategia de crispaci¨®n, el discurso parlamentario busca menos el intercambio de opiniones y propuestas que su eco medi¨¢tico. Adem¨¢s, crea una atm¨®sfera irrespirable para los ciudadanos
Hace poco menos de tres lustros que un grupo de cient¨ªficos sociales public¨® un texto sobre la denominada ¡°estrategia de la crispaci¨®n¡± como procedimiento para debilitar pol¨ªticamente entonces a los socialistas en el Gobierno. Aquella estrategia, cuya teor¨ªa llegaba de las sentinas de los neocons americanos, instalados sobre todo en los intersticios de la Administraci¨®n de Bush II, afect¨® al funcionamiento de la democracia espa?ola, a¨²n tan joven, puesto que logr¨® influir directamente en las relaciones entre el Gobierno y la oposici¨®n, en la vida cotidiana de algunas instituciones centr...
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Hace poco menos de tres lustros que un grupo de cient¨ªficos sociales public¨® un texto sobre la denominada ¡°estrategia de la crispaci¨®n¡± como procedimiento para debilitar pol¨ªticamente entonces a los socialistas en el Gobierno. Aquella estrategia, cuya teor¨ªa llegaba de las sentinas de los neocons americanos, instalados sobre todo en los intersticios de la Administraci¨®n de Bush II, afect¨® al funcionamiento de la democracia espa?ola, a¨²n tan joven, puesto que logr¨® influir directamente en las relaciones entre el Gobierno y la oposici¨®n, en la vida cotidiana de algunas instituciones centrales para el sistema y en la convivencia entre los ciudadanos, generando una situaci¨®n divisiva entre ellos.
De all¨ª arranca todo. El asunto es que si se relee aquel informe (www.fundacionalternativas.org) con los ojos de hoy se llega a la conclusi¨®n de que la situaci¨®n ha empeorado. Retrocedemos. La existencia de una estrategia de la crispaci¨®n era hasta hace poco un fen¨®meno an¨®malo en las democracias maduras. La tendencia al conflicto forma parte del ADN del sistema, pues existen grupos de poder que persiguen objetivos diversos, pero para obtener este poder no vale todo, diga lo que diga Karl Rove (principal asesor de Bush en estos asuntos ideol¨®gicos), y, sobre todo, no vale la deslegitimaci¨®n permanente y sistem¨¢tica del adversario. Si la oposici¨®n contradice como norma al Gobierno, m¨¢s all¨¢ de las medidas que este tome, adem¨¢s de desinformar al ciudadano, deja de ser leal. Y si el Gobierno prescinde de la existencia de la oposici¨®n tampoco practica la lealtad como virtud pol¨ªtica.
La estrategia de la crispaci¨®n es el desacuerdo permanente y sistem¨¢tico sobre toda iniciativa, propuesta, gesto, decisi¨®n o actuaci¨®n del otro, presentados desde la parte adversaria como un signo de cambio espurio de las reglas del juego, incompetencia, electoralismo, carencia de proyecto, corrupci¨®n, revanchismo, oportunismo¡, y en ¨²ltima instancia como una amenaza a la convivencia, al imperio de la ley, la Constituci¨®n, los valores establecidos o el consenso democr¨¢tico. En este tipo de estrategia deliberada predomina la negaci¨®n del adversario y de su legitimidad para actuar en la forma en la que lo hace y se contrapone a otro esquema de relaci¨®n m¨¢s fluida en el que coexisten momentos de tirantez y de relajaci¨®n, y en el que predomina la negociaci¨®n y el intercambio por grandes que sean las diferencias. Mientras en esta ¨²ltima situaci¨®n la crispaci¨®n ocupa un lugar coyuntural, l¨¢bil, expresi¨®n de graves divergencias respecto a alg¨²n punto concreto, en el caso de la estrategia de la crispaci¨®n la tensi¨®n se instala de forma sistem¨¢tica, incluso sobre cuestiones de m¨ªnima significaci¨®n.
La crispaci¨®n es un estado pasajero, pero la estrategia de la crispaci¨®n es permanente. Se vincula tanto a la aspereza de las formas utilizadas como a la concentraci¨®n de la agenda pol¨ªtica en torno a unos temas sobre los que, habitualmente, deber¨ªa existir alg¨²n tipo de consenso, expl¨ªcito o impl¨ªcito, para dejar al margen del debate pol¨ªtico o de la competici¨®n electoral (por ejemplo, el terrorismo). Estamos viendo c¨®mo crea una atm¨®sfera irrespirable entre la ciudadan¨ªa. Forma parte de esa estrategia responsabilizar de la situaci¨®n a quien la padece y no a quien la provoca: ejercer de bombero pir¨®mano. De hecho, ese es uno de los objetivos de la estrategia de la crispaci¨®n: generarla para a continuaci¨®n responsabilizar de ella a los dem¨¢s.
?Por qu¨¦ hay actores pol¨ªticos, a veces en la oposici¨®n, a veces en los Gobiernos, que ponen en marcha deliberadamente una estrategia de la crispaci¨®n? ?Qu¨¦ ganan con ello? Hay analistas que la identifican directamente con la cercan¨ªa de hipot¨¦ticos procesos electorales, pero tambi¨¦n hay otros elementos estrechamente vinculados entre s¨ª: los ideol¨®gicos y los instrumentales. El elemento ideol¨®gico se refiere al grado de legitimidad que la oposici¨®n reconoce al Gobierno, y viceversa. El funcionamiento normal de la democracia requiere la aceptaci¨®n y el respeto por parte de los actores de algunas reglas no escritas: 1) el que pierde reconoce su derrota; 2) el que gana respeta al derrotado y no lo persigue; 3) para ganar no todo vale.
El elemento instrumental para propiciar la estrategia de la crispaci¨®n constituye la otra cara del ideol¨®gico. Si uno de los grandes partidos que compiten por el Gobierno subordina cualquier consideraci¨®n a ese objetivo y entiende que una atm¨®sfera de crispaci¨®n lo favorece en mayor medida que a su adversario, es muy probable que la promueva. La explicaci¨®n, que casi siempre es la misma, se puede resumir as¨ª: 1) las elecciones no se ganan sino que se pierden y, por consiguiente, es in¨²til competir desde la oposici¨®n con el Gobierno; 2) es m¨¢s dif¨ªcil atraer a los sectores identificados con el Gobierno que desmovilizar a una parte de ellos (la anomia social); 3) en consecuencia, la estrategia para ganar consiste en movilizar a los nuestros, extremando las posiciones para asegurarnos su lealtad, y en atribuir la radicalizaci¨®n al adversario para desmovilizarlo en lo que se pueda.
As¨ª, si la formaci¨®n que lidera la estrategia de la crispaci¨®n est¨¢ en la oposici¨®n, a) renunciar¨¢ a discutir las pol¨ªticas del Gobierno tratando de deslegitimarlas por todos los medios; b) rechazar¨¢ de forma sistem¨¢tica las iniciativas del Gobierno, evitando competir con ¨¦l mediante la contraposici¨®n de las suyas propias; c) se negar¨¢ a aceptar cualquier oferta de acuerdo por parte del Gobierno, inclin¨¢ndose a invertir los papeles y a exigirle a aquel acuerdos y compromisos basados en sus contrapropuestas, como si le correspondiera a la oposici¨®n la direcci¨®n de la pol¨ªtica nacional, o d) introducir¨¢ en la agenda pol¨ªtica asuntos de Estado, vedados por la tradici¨®n para la discusi¨®n interpartidista.
En esta estrategia hay rasgos que se repiten de modo sistem¨¢tico y que generan ese clima pastoso en el que se desenvuelve la vida p¨²blica los ¨²ltimos tiempos: 1) la deslocalizaci¨®n de la cr¨ªtica al Gobierno traslad¨¢ndola en parte de la arena parlamentaria a los medios de comunicaci¨®n, de modo que el discurso parlamentario busca menos el intercambio de opiniones y propuestas que su eco medi¨¢tico; 2) la desmesura en la cr¨ªtica al adversario sin consideraci¨®n ni respeto a las reglas que exigen la cortes¨ªa parlamentaria y la competici¨®n entre adversarios: desaparece la cr¨ªtica para dejar paso a la descalificaci¨®n sistem¨¢tica y al insulto; 3) la magnificaci¨®n de los errores de los dem¨¢s, as¨ª como de las m¨¢s m¨ªnimas discrepancias con ellos; 4) la distorsi¨®n de los hechos, negando haber realizado lo que consta en todas las hemerotecas y desautorizando las iniciativas del Gobierno no en funci¨®n de sus resultados, sino de las ¡°perversas¡± intenciones que se le atribuyen.
Aquel informe conclu¨ªa con una reflexi¨®n que parece escrita hoy: una exigencia para consolidar y profundizar un r¨¦gimen democr¨¢tico es su capacidad para limitar la difusi¨®n de una oposici¨®n o de un Gobierno que act¨²an con deslealtad. Hay asuntos cuya gravedad debe ser reconocida por todos, o al menos por los principales partidos, lo que en consecuencia exige una actitud de autocontenci¨®n por parte de todos, entre otras razones porque su soluci¨®n favorece a la ciudadan¨ªa en su conjunto, a los actores pol¨ªticos y a la lealtad al sistema democr¨¢tico.