El ruido como f¨®rmula
Quienes manejan la algarab¨ªa han explotado que la ira se contagia y prende m¨¢s r¨¢pido que el esfuerzo de construir unidos pero no se debe sucumbir a la idea de que es la forma de tener protagonismo social
Al igual que los ruidos, los objetos, portes y veh¨ªculos son tambi¨¦n s¨ªmbolos est¨¦ticos y ¨¦ticos de quienes se pronuncian o se quejan. Pero si les menciono este asunto es por contraste, para ponerles en valor algunas cosas actuales que siendo importantes no suenan. Y cuanto m¨¢s ruido hacen quienes cargados de privilegios tambi¨¦n se jactan de tener la voz m¨¢s alta, m¨¢s necesitado est¨¢ lo que no suena de darse a ver. Cuesta aprender que lo callado esconde peligros y valiosas respuestas que dejamos pasar, entretenidos en la bulla de quienes quieren que se hable de ellos, pero no hablar con otros ...
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Al igual que los ruidos, los objetos, portes y veh¨ªculos son tambi¨¦n s¨ªmbolos est¨¦ticos y ¨¦ticos de quienes se pronuncian o se quejan. Pero si les menciono este asunto es por contraste, para ponerles en valor algunas cosas actuales que siendo importantes no suenan. Y cuanto m¨¢s ruido hacen quienes cargados de privilegios tambi¨¦n se jactan de tener la voz m¨¢s alta, m¨¢s necesitado est¨¢ lo que no suena de darse a ver. Cuesta aprender que lo callado esconde peligros y valiosas respuestas que dejamos pasar, entretenidos en la bulla de quienes quieren que se hable de ellos, pero no hablar con otros ni construir juntos.
Reparo en que todo lo ruidoso suele tener su titular y su r¨¦plica, pero no pasa as¨ª con lo callado. La extrema derecha lleva tiempo practicando el ruido como f¨®rmula. El estruendo, la sentencia simplista, pero osada. Pasa como con el insulto, que en su concreci¨®n siempre disfruta de un momento de gloria en los medios o en las redes, pero no ocurre lo mismo con la disculpa o con la justicia, que es lenta y requiere tiempo, no se amolda bien a los titulares. Qu¨¦ gran responsabilidad se cierne sobre los medios para que este juego no se desboque.
No todo lo que importa suena. F¨ªjense en el virus, que ha venido de puntillas, aunque pareciera que algunos quieren echarlo a golpe de cazos y tapaderas como platillos. Pero no, no se trataba de echar al virus. Las escenas m¨¢s ruidosas han estado movilizadas por un grito localizado contra el Gobierno, como una reina de corazones pidiendo aqu¨ª y all¨ª ?que les corten la cabeza! La argumentaci¨®n, cr¨ªtica y alternativa de gobernanza que proponen quienes lo incentivan, no se muestra o no est¨¢, solo parec¨ªa sugerida por ollas golpeadas con cazos y sartenes, un palo de golf rebotando en una se?al de tr¨¢fico, autobuses triunfales de quienes aspiran a crear una ¨¦pica impostada, coches enfilados con sus bocinas pulsadas y gru?idos de motores di¨¦sel de ¨²ltima o pen¨²ltima generaci¨®n.
Saturada de ruidos pienso en multitud de cosas calladas que importan. Por ejemplo, no suena la investigaci¨®n silenciosa, las lecturas en voz baja y los ensayos cl¨ªnicos, la concentraci¨®n de esos cient¨ªficos a los que ahora se escucha con inusual atenci¨®n sin advertir la precariedad de muchos, como la de tantos sanitarios que se manifiestan en silencio. No suena el trabajo diario de profesores y estudiantes, la reflexi¨®n que quiz¨¢ en los pr¨®ximos meses nos regalar¨¢ una explosi¨®n creativa sin precedentes. No suena la atenci¨®n de quienes est¨¢n pensando soluciones colectivas para mejorar cada peque?a parcela de mundo que se ha visto trastocada: las formas de trabajar, el envejecimiento, la sanidad, el clima, la educaci¨®n, la igualdad, los espacios en que vivimos¡ Todo requiere reflexi¨®n e inteligencia para aportar ideas, no ya que resuelvan el estropicio, sino que mejoren lo que ten¨ªamos antes. No suenan, o muy levemente, la atenci¨®n de un enfermo en la UCI, ni la ansiedad de las enfermeras ahora que se apaga el foco sobre ellas. No suenan las colas de personas que recogen comida en asociaciones vecinales. Lo hacen con la cabeza baja, como si se sintieran culpables, sin que los dem¨¢s temblemos de verg¨¹enza por permitir que esto pase. No suenan los cuidados de los vulnerables y ancianos en la intimidad. No creo que esas cuidadoras se manifiesten en coche, seguramente no tienen tiempo, algunas ni tienen coche, ni siquiera tienen contrato, y, con pocos recursos, despu¨¦s de cuidar ancianos se ponen en las colas calladas. ?Han observado c¨®mo los sonidos y los instrumentos para pronunciarse difieren seg¨²n las personas que sufren? Tampoco suenan con estruendo las conversaciones templadas que tienen y debieran tener los pol¨ªticos, especialmente los incapaces de hablar sin insultarse o sobreactuar cumpliendo su trabajo de mejorar lo com¨²n (no lo propio), empatizando con quienes piensan diferente, como si fu¨¦ramos juntos por una vez.
Habr¨ªa sido y sigue siendo una oportunidad memorable para el entendimiento. Porque los humanos deseamos cosas parecidas, pongamos, salud, alimento y amor, incluso cuando nos identificamos desde la diversidad de nuestras historias, actividades y aspiraciones. Ser diputado o ser cuidadora, ser ingeniera, rentista, alba?il o reponedora, son formas de ser y estar en el mundo marcadas por el trabajo. Pero ha ocurrido que por un tiempo todos hemos quedado despojados de rangos y privilegios al ser aislados en nuestra casa o en una cama de hospital. Estar encerrados como ser un enfermo son formas radicales de igualamiento. Y sucede que de pronto el confinamiento nos ha hecho m¨¢s iguales justo en esto, en vernos privados de la posibilidad de salir de casa con miedo a enfermar o a morir.
Sin embargo, si observamos en cada interior callado ver¨¢n que el igualamiento es solo en ese nivel de conciencia de un cuerpo vulnerable que pierde su libertad de movimiento, porque cada vida lleva su peculiar mochila de p¨¦rdidas que difieren llamativamente atendiendo a si, por ejemplo, transitas por el alambre de la pobreza o la incertidumbre laboral y vives en una casa comprimida y sin jard¨ªn, m¨¢s parecida a una celda de c¨¢rcel o de convento, complicada para la convivencia material, desigual para los ni?os que corren en ella como enjaulados o para quienes comparten vida con alguien que les asusta. Y me llama la atenci¨®n que quienes en ese igualamiento de privaci¨®n de libertad m¨¢s han jaleado su dolor no son los que tienen hambre, que teniendo razones para gritar est¨¢n empeque?ecidos pidiendo ayuda quiz¨¢ por primera vez en sus vidas, sino quienes teni¨¦ndolo todo sienten por una vez haber perdido alguno de sus privilegios. Suelen, adem¨¢s, quejarse disfrazados de bandera com¨²n, resignific¨¢ndola como si fuera solo propia, desprovistos de la diversidad que dar¨ªa manifestarse en nombre de la pluralidad de la ciudadan¨ªa, bajo la apropiaci¨®n simb¨®lica de representar a un pa¨ªs como err¨®neamente expresan, homogeneizados por s¨ªmbolos que apagan las singularidades, salvo en algunas inolvidables im¨¢genes como la de esos inauditos manifestantes en descapotables, alguno con ch¨®fer, que con rotundidad dejaron ver lo profundo de la piel liberada de banderas, el tipo de desigualdad y sufrimiento que algunos privilegiados han padecido cuando gritan libertad.
Llama la atenci¨®n el ruido contrastando con el silencio de esas cosas que hoy m¨¢s que nunca debieran unirnos cuando toca trabajar juntos. Pero tambi¨¦n la capacidad para culpar de las muertes a quienes culpan por el confinamiento que libra de las muertes. Hacerlo al mismo tiempo, como si dieran por hecho que nadie piensa, que la escuela de Trump sigue teniendo recorrido sentenciando y desacreditando, huyendo hacia delante, quej¨¢ndose por defecto, porque s¨ª. Quienes manejan los ruidos han explotado que la ira se contagia y prende m¨¢s r¨¢pido que el esfuerzo de construir unidos, tambi¨¦n que el pensamiento, especialmente el que acontece en voz baja y es propositivo. Pero no se conf¨ªen. Sucumbir a que solo el ruido puede tener protagonismo social es dar cerillas a los pir¨®manos, y confiamos en que quienes callan siguen trabajando, entre otras cosas, para no permitirlo.
Remedios Zafra es ensayista. Autora de El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital (Anagrama).