Poliamor y teletrabajo despu¨¦s de la covid
La fidelidad es a la pareja lo que el presencialismo a la empresa: una imposici¨®n que hemos aceptado
Dos meses despu¨¦s de este confinamiento he llegado a la conclusi¨®n de que la fidelidad (entendida como exclusividad sexual) es a la pareja lo que el presencialismo a la empresa. Es decir, una imposici¨®n que hemos aceptado y cargado a nuestras espaldas sin tomar conciencia siquiera de nuestro deseo, de nuestro derecho a otra cosa o simplemente de la posibilidad de que sea de otra manera.
Cuando alguien pregunta ?quieres casarte conmigo? suele estar dando por supuesto el control sobre el cuerpo de la otra persona. Igual que cuando una entrevista de trabajo sale bien y terminan por regalar...
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Dos meses despu¨¦s de este confinamiento he llegado a la conclusi¨®n de que la fidelidad (entendida como exclusividad sexual) es a la pareja lo que el presencialismo a la empresa. Es decir, una imposici¨®n que hemos aceptado y cargado a nuestras espaldas sin tomar conciencia siquiera de nuestro deseo, de nuestro derecho a otra cosa o simplemente de la posibilidad de que sea de otra manera.
Cuando alguien pregunta ?quieres casarte conmigo? suele estar dando por supuesto el control sobre el cuerpo de la otra persona. Igual que cuando una entrevista de trabajo sale bien y terminan por regalarte la frase: ¡°queremos que subas a bordo¡±. Eso quiere decir que tu cuerpo estar¨¢ donde la empresa diga las horas indicadas. Sin embargo, ?es el trabajo necesariamente un espacio f¨ªsico? Est¨¢ visto que no. Antes pod¨ªamos defender intelectualmente que no, pero ahora es distinto. Despu¨¦s de la covid-19 nuestro cuerpo sabe que no. ?Y el amor? ?Y la pareja? ?Y la familia? Tambi¨¦n debe ser presencialista y exclusivista.
Recuerdo que el d¨ªa en que me cas¨¦ un juez ley¨® el art¨ªculo 68 del c¨®digo civil: ¡°Los c¨®nyuges est¨¢n obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente¡±. La verdad es que yo no hab¨ªa previsto firmar aquel d¨ªa un control sobre mi cuerpo y sobre mi idea del amor que no era m¨ªo o de mi pareja, sino del Estado. Pero fui tan d¨®cil como cualquier mujer que va de blanco. ?Por qu¨¦ dice el art¨ªculo 68 que el matrimonio obliga a la fidelidad? Sea lo que sea es algo que las parejas asumen ¡ªtanto si se casan como si no¡ª con la misma naturalidad con que los trabajadores aceptamos el presencialismo. El control sobre el cuerpo por parte del Estado (y otras instituciones) me parece cada d¨ªa m¨¢s anticuado y la manera sumisa en que lo aceptamos es tan inquietante que urge una revisi¨®n ¨ªntima y social.
Gracias a la legitimidad que mayoritariamente se otorga al Estado respecto del control del cuerpo (aborto, eutanasia, reproducci¨®n, prostituci¨®n¡), hemos aceptado este encierro con una naturalidad sobrecogedora, adem¨¢s de incre¨ªblemente solidaria. La cuesti¨®n es que la relaci¨®n del cuerpo con el Estado despu¨¦s de una pandemia tan brutal y universal como la vivida implica, queramos o no, un cambio social en este sentido.
En realidad, es como si el tiempo se hubiera adelantado una o dos d¨¦cadas para todos. La generaci¨®n que tiene ahora 60 o 70 a?os se comporta digitalmente como si tuvieran 40 o 50. Han llegado a la revoluci¨®n digital a punta de encierro, pero ya est¨¢n dentro. Zoom, TikTok, Skype, Webinar, Teams o Facetime son aprendizajes que llegaron para quedarse. As¨ª, la l¨ªnea entre lo presencial y lo digital se ha difuminado un poquito m¨¢s dentro de todos nosotros. Y esto implica necesariamente un cuerpo capaz de sentirse m¨¢s libre (tambi¨¦n m¨¢s desamparado) en lo que respecta a su relaci¨®n con las instituciones.
Es por eso por lo que las relaciones van a evolucionar hacia f¨®rmulas m¨¢s abiertas, colaboradoras y flexibles, igual que el trabajo. Todos sabemos que la familia puede llegar a ser tan ineficiente y controladora como el presencialismo exclusivo en una empresa. Sin embargo, apenas se dedica espacio a proteger y actualizar esta instituci¨®n, como si la ¨²nica alternativa a la organizaci¨®n tradicional fuera la soledad (con el dinero que implica poder pagarse esta independencia). Por eso, en las actuales condiciones, la familia que controla el cuerpo, debe desaparecer. Porque no vamos a tener dinero para comprar nuestra independencia y nuestra subjetividad quiz¨¢s no acepte m¨¢s la entrega del control del propio cuerpo.
El resultado de esta nueva forma de sentir el amor no se har¨¢ esperar. Seg¨²n los estudios del soci¨®logo Luis Garrido, el descenso de mujeres casadas entre 20 y 34 a?os viene siendo lineal desde hace m¨¢s de 36 a?os. Y calcula que en 2030 no habr¨¢ ninguna espa?ola casada en estas edades. La convivencia se ha desinstitucionalizado. Otra cosa es el apoyo social y legal (derechos de filiaci¨®n, fiscales, hereditarios¡) que puedan aplicar en cada caso.
Por eso, mientras vamos pensando en todo ello, es hora de conquistar el poliamor no ya en su sentido sexual, sino en la construcci¨®n social m¨¢s profunda y flexible que la acu?ada por la familia tradicional. El Estado no va a poder cuidarnos a todos. Esto ha quedado expl¨ªcitamente demostrado en lo que a nuestra salud se refiere, pero los cuidados subjetivos van m¨¢s all¨¢ de la enfermedad y parece claro que la nueva sociedad obliga a apostar por familias elegidas, amplias y transversales. Familias donde cabe m¨¢s gente y m¨¢s cuidados y quiz¨¢s, ojal¨¢, tambi¨¦n m¨¢s sexo.
El confinamiento ha sido un enorme experimento sociol¨®gico sobre la exclusividad sexual. La sorpresa es que todos hemos llegado a la misma conclusi¨®n. Tanto los que ten¨ªan amantes fuera como los que no, incluso quienes lo han pasado solos, todos nos hemos dado cuenta de que en la casa faltaba gente. Que hemos tenido que cuidar m¨¢s all¨¢ de nuestros muros y m¨¢s all¨¢ tambi¨¦n de nuestros parentescos. La familia tradicional se queda coja ante una pandemia en un mundo fragmentado temporal y espacialmente.
Y del mismo modo que el teletrabajo no nos hace escaquearnos ni ser desleales a nuestras empresas ¡ªal rev¨¦s, estamos siendo m¨¢s productivos que nunca antes¡ª, las familias, las parejas y la idea misma del amor tambi¨¦n merece flexibilizarse. Para cuidar de los ex, para que el amor tenga continuidad aun cuando deje de ser rom¨¢ntico, para trenzar relaciones cada d¨ªa m¨¢s complejas, para saber que la convivencia no siempre implica sexo, pero s¨ª cuidado. Y por qu¨¦ no, para celebrar que las personas a las que amamos disfruten de su sexo y de su cuerpo con quien quieran y cuando decidan. El Estado no est¨¢ en condiciones de garantizar el cuidado de nuestros cuerpos, tampoco deber¨ªa insistir en legislar sobre ellos. Recuperemos pues su leg¨ªtimo uso. Es hora de cambiar de fase.