Sin cencerro
Pasado lo peor de la crisis, podr¨ªamos repensar, como sociedad y como individuos, la vida perra que llev¨¢bamos y la que queremos llevar en adelante
Antes del encierro una nunca estaba en casa. Estar de estar. No de dormir o dar vueltas en la cama. No de levantarte, ducharte y salir pitando al atasco. No de llegar derrengada y cenar ante la tele debati¨¦ndote entre el hambre y el sue?o. No de salvar las compras, compromisos y planes de los fines de semana como quien salva obst¨¢culos. Estar de estar. De no tener que pasar fuera 12 horas diarias. De poder dejar el culo impreso en el sof¨¢ una velada. De o¨ªr crujir las tuber¨ªas de tus tripas y de tu casa. De ver c¨®mo cambia la luz del sal¨®n a lo largo de la jornada. Estar de estar contigo mismo...
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Antes del encierro una nunca estaba en casa. Estar de estar. No de dormir o dar vueltas en la cama. No de levantarte, ducharte y salir pitando al atasco. No de llegar derrengada y cenar ante la tele debati¨¦ndote entre el hambre y el sue?o. No de salvar las compras, compromisos y planes de los fines de semana como quien salva obst¨¢culos. Estar de estar. De no tener que pasar fuera 12 horas diarias. De poder dejar el culo impreso en el sof¨¢ una velada. De o¨ªr crujir las tuber¨ªas de tus tripas y de tu casa. De ver c¨®mo cambia la luz del sal¨®n a lo largo de la jornada. Estar de estar contigo mismo. Pero, sobre todo, estar de echarle cuenta a los tuyos m¨¢s all¨¢ de constatar que est¨¢n vivos. De saber de qu¨¦ neuronas cojean. Qu¨¦ temen. Qu¨¦ piensan. Qu¨¦ sue?an. Qu¨¦ les saca de quicio de ti, y a ti de ellos. Estar de cuidar y ser cuidado. De o¨ªr y ser o¨ªdo. De re¨ªr, de llorar, de aburrirse, de re?ir y hacer las paces. De contestar llamadas y mensajes de familia y amigos que antes ignorabas por falta de tiempo, o de ganas, o de fuerzas, o de todo eso junto. A todo eso nos ha dado tiempo estos meses entre par¨¦ntesis. A trabajar, s¨ª, quienes pudimos hacerlo. Pero sobre todo a vivir de otra manera.
Una vida, no un encierro, que algunos tememos empezar a a?orar en cuanto nos han abierto el corral y hemos salido como vacas sin cencerro. No es tanto el s¨ªndrome de la caba?a como el de no querer volver a encerrarnos sin llaves en otra jaula. La de los trabajos extenuantes, las distancias kilom¨¦tricas, las horas muertas y los horarios matadores de cualquier ilusi¨®n que no sea cobrar la n¨®mina. Pasado lo peor de la crisis, adem¨¢s de la sanidad, la vuelta a las aulas y la cura de la herida econ¨®mica que nos ha dejado el virus, podr¨ªamos repensar, como sociedad y como individuos, la vida perra que llev¨¢bamos y la que queremos llevar en adelante. Si no, ganaremos la batalla al bicho. Pero habremos perdido la guerra.