La colina de las ruinas
La ¨²ltima embestida presidencial afecta a la instituci¨®n militar y al mito de la ejemplaridad de la democracia estadounidense
La ejemplaridad tiene una fuerza temible. A lo largo del siglo XX ha sido uno de los instrumentos m¨¢s eficaces del ascenso de la primera potencia mundial y parte esencial del poder blando o soft power, el concepto acu?ado por el polit¨®logo Joseph Nye. Estados Unidos, seg¨²n una mitolog¨ªa cuidadosamente cultivada, era ¡°la ciudad sobre la colina¡± que suscitaba la admiraci¨®n de todo el mundo.
Habr¨¢ que ver qu¨¦ queda en pie de la democracia y de sus instituciones el 3 de noviembre pr¨®ximo, cuando los estadounidenses vayan a las urnas para decidir si ...
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La ejemplaridad tiene una fuerza temible. A lo largo del siglo XX ha sido uno de los instrumentos m¨¢s eficaces del ascenso de la primera potencia mundial y parte esencial del poder blando o soft power, el concepto acu?ado por el polit¨®logo Joseph Nye. Estados Unidos, seg¨²n una mitolog¨ªa cuidadosamente cultivada, era ¡°la ciudad sobre la colina¡± que suscitaba la admiraci¨®n de todo el mundo.
Habr¨¢ que ver qu¨¦ queda en pie de la democracia y de sus instituciones el 3 de noviembre pr¨®ximo, cuando los estadounidenses vayan a las urnas para decidir si Donald Trump ha sido solo un terrible par¨¦ntesis o si el aut¨¦ntico par¨¦ntesis fue Barack Obama. De momento, en la ¨²ltima embestida presidencial, ha alcanzado a una instituci¨®n y a un mito, ambos fundamentales en la expansi¨®n de la naci¨®n americana. La instituci¨®n es el ej¨¦rcito y el mito es el de la ejemplaridad.
A la vista de los antecedentes, era previsible. La divisi¨®n de poderes, la independencia judicial, la autonom¨ªa de organizaciones como la diplomacia, los servicios secretos, la polic¨ªa federal o las inspecciones generales del gobierno, por no mencionar los medios de comunicaci¨®n o las alianzas y las organizaciones internacionales, yacen descalabradas entre las ruinas de esta presidencia.
Con la excusa de los saqueos durante las manifestaciones contra la muerte de George Floyd, en buena parte protagonizados por provocadores, el presidente quiere repetir una campa?a presidencial como la que llev¨® a Richard Nixon a la Casa Blanca en 1968, bajo la consigna de ley y orden y en apelaci¨®n a la mayor¨ªa silenciosa. El instrumento legal, acogido con enorme disgusto por la ¨¦lite militar, incluyendo al secretario de Defensa, Mark Esper, y al actual jefe del Estado Mayor, Mark Milley, es un viejo Decreto sobre la Insurrecci¨®n con el que ha pretendido mandar las tropas a disolver a los manifestantes.
No es la primera vez que la Casa Blanca utiliza al ej¨¦rcito para atajar unos disturbios, pero siempre lo hizo a petici¨®n de los gobernadores de los Estados, o para forzar a la aplicaci¨®n de legislaciones o sentencias judiciales, como sucedi¨® en los a?os sesenta ante la resistencia sure?a a la igualdad de derechos civiles. Jam¨¢s anteriormente las tropas han sido utilizadas como polic¨ªa para enfrentarse a los ciudadanos y limitar sus libertades, al igual que hacen las dictaduras.
Ahora no se divisa nada ejemplar sobre la colina. Si acaso, los manifestantes pac¨ªficos que piden justicia.