Un leve aleteo
En el otro extremo del mundo, un insignificante virus contagi¨® a una persona desencadenando la onda del efecto mariposa que ha dado todo un revolc¨®n a nuestras vidas. La econom¨ªa se desplom¨® como un castillo de naipes y en su derrumbe mand¨® al garete millones de proyectos de vidas que, de la noche a la ma?ana, se encontraron en la cola del paro. Las relaciones sociales se retorcieron hasta hacernos mirar con suspicacia al extra?o que nos cruzamos mientras evitamos la estela de su aliento. Asimismo, confinados abrazos, caricias y besos en el ba¨²l de los recuerdos. Aquel sutil aleteo extendi¨® un...
En el otro extremo del mundo, un insignificante virus contagi¨® a una persona desencadenando la onda del efecto mariposa que ha dado todo un revolc¨®n a nuestras vidas. La econom¨ªa se desplom¨® como un castillo de naipes y en su derrumbe mand¨® al garete millones de proyectos de vidas que, de la noche a la ma?ana, se encontraron en la cola del paro. Las relaciones sociales se retorcieron hasta hacernos mirar con suspicacia al extra?o que nos cruzamos mientras evitamos la estela de su aliento. Asimismo, confinados abrazos, caricias y besos en el ba¨²l de los recuerdos. Aquel sutil aleteo extendi¨® un escalofriante vendaval que recorri¨® el espinazo del planeta y nos desterr¨® al rinc¨®n de pensar. Pensar en nuestro acelerado ritmo de vida y nuestra enfermiza relaci¨®n con la naturaleza. Y aunque muchos deducimos que deber¨ªamos frenar, todo apunta a que no lo haremos.
Miguel Fern¨¢ndez-Palacios Gordon. Madrid