Ofensa y consuelo
?Y d¨®nde encontramos, entonces, las palabras que sirven para insultar de veras?
El sol, que ten¨ªa que ofender, consuela.
Los caminantes ocasionales se han topado con un hombre mayor provisto de una boina que delata su naturaleza rural. El tama?o discreto del admin¨ªculo tambi¨¦n dice que no es vasco de ciudad, sino castellano. Es muy posible que el hombre no sepa m¨¢s de cuatro o cinco dichos, casi todos ellos de f¨¢cil aplicaci¨®n. Salvo este, que solo se le puede encasquetar a un forastero cuando el calor del verano tarda en llegar. Pero es mejor usar dichos que refranes que, en ocasiones, pueden ser refutados.
El encuentro de Inocente ¡ªque as¨ª se llama el per...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
El sol, que ten¨ªa que ofender, consuela.
Los caminantes ocasionales se han topado con un hombre mayor provisto de una boina que delata su naturaleza rural. El tama?o discreto del admin¨ªculo tambi¨¦n dice que no es vasco de ciudad, sino castellano. Es muy posible que el hombre no sepa m¨¢s de cuatro o cinco dichos, casi todos ellos de f¨¢cil aplicaci¨®n. Salvo este, que solo se le puede encasquetar a un forastero cuando el calor del verano tarda en llegar. Pero es mejor usar dichos que refranes que, en ocasiones, pueden ser refutados.
El encuentro de Inocente ¡ªque as¨ª se llama el personaje¡ª con los excursionistas, o turistas, o lo que sean, es realmente una ocasi¨®n que no se puede desaprovechar. Y la pareja de caminantes le ha venido al pelo. Tienen esa expresi¨®n fascinada que les define antes de que las cosas sucedan. Son capitalinos. O sea, gente peligrosa.
El hombre de la boina es, aunque los caminantes no lo saben, un ocasional ejemplar de lo rural. Es un te¨®rico de la comunicaci¨®n que durante los fines de semana hace pruebas con humanos. Y la idea da sus frutos. Por ejemplo, con los caminantes con los que se ha encontrado. Cuando llega el tiempo de entre semana, el bronco ambiente de la pol¨ªtica le envuelve, y entonces decide montar una experiencia que es ahora cuando tiene que ofrecer algunos resultados. Porque Inocente es cualquier cosa menos un imb¨¦cil. Y tiene que corroborar en la pr¨¢ctica las cosas que ve, como la forma en que los madrile?os ¡ªo sea, todos los que aparecen en el Congreso¡ª se toman los insultos.
Inocente imposta algo la voz y les espeta a la cara a sus dos interlocutores:
¡ªSon ustedes unos miserables asesinos, unos traidores a la patria y unos ladrones.
Como se teme que puede suceder lo peor, Inocente muestra la punta de su cachava mientras habla. Los dos turistas, o lo que sean, ponen la cara que se supone que tiene que poner cualquiera en una situaci¨®n as¨ª, una mezcla de pavor y de aviso de que esto no puede quedar ah¨ª.
Al final, el hombre de los dichos se da la vuelta con alguna certeza que antes no ten¨ªa. Por ejemplo, que los que salen en la tele diciendo barbaridades de los dem¨¢s, no las piensan de verdad. ?Y d¨®nde encontramos, entonces, las palabras que sirven para insultar de veras?