Evitemos una nueva Guerra Fr¨ªa
Estados Unidos y China est¨¢n inmersos en una contienda entre superpotencias, pero Pek¨ªn no trata de modelar a otros pa¨ªses a su imagen y semejanza, como hizo la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y sus aliados son escasos
Una inquietante idea parece haberse adue?ado de Occidente: que nos estamos adentrando en una nueva Guerra Fr¨ªa. Esta narrativa comenz¨® a popularizarse a ra¨ªz de la disputa comercial entre China y EE UU, y la crisis de la covid-19 le ha proporcionado el impulso definitivo. Seg¨²n algunas voces, es mejor atarse los machos que ignorar ingenuamente el choque hegem¨®nico que marcar¨¢ la ¡°nueva normalidad¡±.
Pero estas llamadas de alerta disfrazan de realismo lo que no es m¨¢s que fatalismo, y nos presentan como inevitable lo que no es m¨¢s que una elecci¨®n. Puede que EE UU y China se encuentren i...
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Una inquietante idea parece haberse adue?ado de Occidente: que nos estamos adentrando en una nueva Guerra Fr¨ªa. Esta narrativa comenz¨® a popularizarse a ra¨ªz de la disputa comercial entre China y EE UU, y la crisis de la covid-19 le ha proporcionado el impulso definitivo. Seg¨²n algunas voces, es mejor atarse los machos que ignorar ingenuamente el choque hegem¨®nico que marcar¨¢ la ¡°nueva normalidad¡±.
Pero estas llamadas de alerta disfrazan de realismo lo que no es m¨¢s que fatalismo, y nos presentan como inevitable lo que no es m¨¢s que una elecci¨®n. Puede que EE UU y China se encuentren inmersos en una contienda entre superpotencias, pero no necesariamente en una recreaci¨®n de la Guerra Fr¨ªa.
Al parecer, las referencias a la Guerra Fr¨ªa se est¨¢n haciendo hueco incluso en documentos oficiales, aunque sea impl¨ªcitamente. Seg¨²n un informe presentado por la Casa Blanca en mayo, donde se detalla el enfoque estrat¨¦gico de EE UU con respecto a China, ¡°Pek¨ªn reconoce abiertamente que su intenci¨®n es transformar el orden internacional para alinearlo con los intereses y la ideolog¨ªa del PCC [Partido Comunista de China]¡±. El sistema chino, a?ade el informe, ¡°est¨¢ afianzado en la interpretaci¨®n que Pek¨ªn hace de la ideolog¨ªa marxista-leninista y combina una dictadura nacionalista y de partido ¨²nico; una econom¨ªa dirigida por el Estado; la puesta de la ciencia y la tecnolog¨ªa al servicio del Estado, y la subordinaci¨®n de los derechos individuales para servir a los fines del PCC¡±.
Esta enga?osa caracterizaci¨®n de China puede suscitar sobrerreacciones y falsas equivalencias. A pesar de sus gui?os ret¨®ricos al socialismo, hace tiempo que Pek¨ªn adopt¨® un sistema capitalista, como argumenta convincentemente el economista Branko Milanovic. Por supuesto, esto no ha eliminado por completo las diferencias entre el modelo occidental (m¨¢s liberal) y el chino (m¨¢s estatista), ni excluye la competici¨®n entre ambos. Pero salta a la vista que, desde la reforma y apertura que auspici¨® Deng Xiaoping, la influencia ideol¨®gica ha seguido un canal fundamentalmente unidireccional, de Occidente a China. En cambio, la impronta ideol¨®gica que dej¨® en su d¨ªa la Uni¨®n Sovi¨¦tica en el mundo fue mucho m¨¢s marcada.
Como har¨ªa cualquier potencia ascendente, no cabe duda de que China tratar¨¢ de configurar el escenario global de acuerdo con sus intereses. Tambi¨¦n tratar¨¢ de congraciarse con ciertos grupos de poblaci¨®n allende sus fronteras. Pero no tratar¨¢ de moldear a otros pa¨ªses a su imagen y semejanza, como hizo la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y como EE UU ha continuado haciendo.
China se enorgullece de ser inimitable, y su historia de subyugaci¨®n al imperialismo extranjero la ha predispuesto en contra de injerencias desenfrenadas en los asuntos internos de los dem¨¢s Estados. A ello se suma que, por mucho que los partidarios del ¡°iliberalismo¡± en Occidente y otros lugares se vean tentados de replicar algunos aspectos del sistema chino, el poder de atracci¨®n de China sigue siendo relativamente limitado.
Esto nos lleva a otra diferencia esencial entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y China: la segunda carece de una esfera de influencia propiamente dicha. La lista de aliados chinos es muy escasa; de hecho, puede argumentarse que tan solo Corea del Norte y Pakist¨¢n forman parte de la misma. Por descontado, es probable que el ascenso de China termine provocando que otros pa¨ªses decidan arrimarse a su sombra. Pero, en general, los pa¨ªses asi¨¢ticos desconf¨ªan de un vecino cada vez m¨¢s poderoso y nacionalista, involucrado adem¨¢s en m¨²ltiples disputas territoriales, con lo que prefieren forjar equilibrios entre China y EE UU.
Por otra parte, tildar al orden internacional actual de ¡°bipolar¡± ningunea a la UE, que constituye un polo en s¨ª misma. Evidentemente, la UE no es un Estado, y ha sufrido graves conmociones internas en los ¨²ltimos tiempos, entre las que destaca el Brexit. No obstante, el proyecto europeo ha experimentado importantes avances desde la Guerra Fr¨ªa, como la finalizaci¨®n del mercado ¨²nico.
Hoy d¨ªa, la UE es el mayor bloque comercial del mundo y el principal socio comercial para 80 pa¨ªses. Asimismo, pese a sus imperfecciones, la UE es un referente global en materias como los derechos humanos, la privacidad individual, el bienestar social y la conciencia medioambiental. Aunque el polit¨®logo Andrew Moravcsik no va del todo desencaminado cuando se refiere a la UE como ¡°la superpotencia invisible¡±, su influencia es de hecho n¨ªtidamente visible en muchas cuestiones trascendentales y muchas partes del mundo.
La UE no participar¨¢ pasivamente en un tira y afloja entre EE UU y China, sino que tratar¨¢ de explorar sinergias con ambos. Este esp¨ªritu aperturista deber¨ªa guiar la era poscovid a nivel global. Mucho se est¨¢ hablando estos d¨ªas sobre la necesidad de que los Estados aumenten su autosuficiencia ¡ªque podr¨ªa haber evitado la escasez de cierto material esencial¡ª y sobre un posible repunte de las tensiones comerciales entre EE UU y China. Es cierto que las cadenas globales de valor no siempre son tan resistentes y reactivas como convendr¨ªa, y que la interdependencia econ¨®mica es susceptible de ser usada como arma por algunos Estados, seg¨²n demuestran Henry Farrell y Abraham Newman. Pero los mismos autores consideran que un desacoplamiento econ¨®mico de EE UU y China ser¨ªa inviable. Nunca antes dos superpotencias globales hab¨ªan estado tan interconectadas, ni tan expuestas a que el perjuicio ajeno redunde en perjuicio propio.
En cierto modo, la noci¨®n de que la interdependencia puede ejercer de elemento disuasorio tambi¨¦n estaba presente durante la Guerra Fr¨ªa; es m¨¢s, la doctrina de la Destrucci¨®n Mutua Asegurada se sustentaba precisamente en dicha noci¨®n. Cabe recordar, sin embargo, que la Guerra Fr¨ªa fue en realidad muy caliente en muchas regiones del mundo, y que un cataclismo nuclear no estuvo lejos.
Hoy, afortunadamente, una guerra nuclear se antoja una posibilidad remota. Tampoco estamos presenciando una carrera armament¨ªstica como la de la Guerra Fr¨ªa. Tanto el gasto militar chino como el estadounidense permanecen relativamente estables, y las capacidades militares de China ¡ªpese al elevado ritmo de crecimiento del PIB que ven¨ªa manteniendo¡ª son todav¨ªa min¨²sculas en comparaci¨®n con las de EE UU.
No obstante, la situaci¨®n podr¨ªa cambiar si comenzamos a adoptar una ret¨®rica innecesariamente hostil. Abusar de analog¨ªas basadas en la Guerra Fr¨ªa podr¨ªa dar lugar a una ¡°profec¨ªa autocumplida¡± y empujarnos a terrenos resbaladizos. Ya existen indicios de que, en los meses previos a las elecciones presidenciales estadounidenses, dem¨®cratas y republicanos se forzar¨¢n mutuamente a endurecer sus posturas respecto a China. Y, pese a que China es tradicionalmente reacia a establecer paralelismos con la Guerra Fr¨ªa, el hecho de que su peso econ¨®mico sea superior al de la Uni¨®n Sovi¨¦tica puede hacer que Pek¨ªn incurra en excesos de confianza. Su actitud desafiante en Hong Kong y el mar de la China Meridional, por ejemplo, no es un presagio excesivamente halag¨¹e?o.
Pero no es demasiado tarde para optar por una desescalada que beneficiar¨ªa a todos los pa¨ªses, empezando por China y EE UU. La mentalidad de la Guerra Fr¨ªa no nos permitir¨¢ abordar los grandes desaf¨ªos de nuestros tiempos, como combatir la actual pandemia de la covid-19, asegurar una recuperaci¨®n econ¨®mica robusta y mitigar el cambio clim¨¢tico. Las relaciones entre grandes potencias no est¨¢n predestinadas a desembocar en un enfrentamiento, y explorar avenidas de cooperaci¨®n todav¨ªa es posible.
Una cosa est¨¢ clara: de terminar produci¨¦ndose una Guerra Fr¨ªa entre China y EE UU, no ser¨ªa por necesidad, sino por elecci¨®n. Y se tratar¨ªa de una elecci¨®n nefasta.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de EsadeGeo-Center for Global Economy and Geopolitics. ?scar Fern¨¢ndez es investigador s¨¦nior en EsadeGeo-Center for Global Economy and Geopolitics.
? Project Syndicate, 2020.