Sat¨¢n y John Ford
Ser estatua o ser pel¨ªcula en estos tiempos de correcci¨®n pol¨ªtica resulta peligroso
Ser estatua o ser pel¨ªcula en estos tiempos de correcci¨®n pol¨ªtica resulta peligroso. En cualquiera de los dos casos, puede surgir alguien que dictamine, sin que haya apenas capacidad de defensa, si hay que rodar por el suelo en el caso de las primeras o bien ocupar, en el segundo de los casos, un lugar preferente en las estanter¨ªas de lo que no se puede ver.
A este encomiable trabajo se han entregado con una entereza envidiable miles de personas cuando se habla de estatuas, y personalidades relevantes cuando se habla de pel¨ªculas.
Lo malo del asunto es que esos movimientos se pa...
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Ser estatua o ser pel¨ªcula en estos tiempos de correcci¨®n pol¨ªtica resulta peligroso. En cualquiera de los dos casos, puede surgir alguien que dictamine, sin que haya apenas capacidad de defensa, si hay que rodar por el suelo en el caso de las primeras o bien ocupar, en el segundo de los casos, un lugar preferente en las estanter¨ªas de lo que no se puede ver.
A este encomiable trabajo se han entregado con una entereza envidiable miles de personas cuando se habla de estatuas, y personalidades relevantes cuando se habla de pel¨ªculas.
Lo malo del asunto es que esos movimientos se parecen demasiado a la censura. Y es muy dif¨ªcil acertar todas las veces, se?alar con precisi¨®n de qu¨¦ lado se est¨¢ en cada una de las situaciones. Por ejemplo, yo estoy a favor de que se quiten todas las de Franco, y tambi¨¦n de que los belgas le retiren los honores estatuarios al salvaje de su extinto rey Leopoldo.
Pero no tengo claro que Crist¨®bal Col¨®n o fray Jun¨ªpero Serra fueran m¨¢s racistas que sus coet¨¢neos y merezcan, ahora, que sus representaciones en bronce sufran destinos como los que han recibido en California.
Por fortuna para m¨ª, las furiosas acometidas de los nuevos representantes de la correcci¨®n actual no han reparado todav¨ªa en dos de mis piezas favoritas: la estatua a Sat¨¢n que est¨¢ en pleno Retiro madrile?o, obra de Ricardo Bellver, y una pel¨ªcula de John Ford, El hombre tranquilo. Sat¨¢n, como todo el mundo sabe, tiene que ser el inspirador de cualquier desviaci¨®n humana, y John Ford es uno de los mayores representantes del machismo en el mundo del cine.
De Sat¨¢n no hay que hablar demasiado porque ya est¨¢ casi todo dicho, aunque hay que advertir a las huestes neoinquisitoriales que el personaje hecho estatua logr¨® salir con bien de 40 a?os de franquismo, y que, adem¨¢s, no solo inspira pecados ¡°progres¡±, como la lujuria, sino otros como el machismo o el racismo.
Sobre John Ford lo tengo m¨¢s complicado. La misma persona que ha vetado la emisi¨®n de la insufrible Lo que el viento se llev¨® podr¨ªa hacer lo mismo con la de John Wayne y Maureen O¡¯Hara. Y tendr¨ªa argumentos de parecida solidez para hacerlo.
Pero he pasado mil veces por debajo de Sat¨¢n en el Retiro y he visto no menos de cien la peli de Ford. Y no soy m¨¢s machista que antes. Creo.