Ocho pecados
Desde el balc¨®n que ser¨¢ este recuadro cada mi¨¦rcoles, una se atreve a heredar el espacio que deja durante el verano Pepa Bueno para hablar de cosas tenidas por poco buenas: los siete pecados
Cuando el verano tendr¨ªa que haber sido, como todos los a?os, una mezcla desequilibrada de tedio, dejadez y excesos, nos hemos topado con una estaci¨®n retadora y militante que acumula las cruces del miedo y el recelo en su pechera y porta como armas, una por mano, la cinta m¨¦trica de la distancia exigida y m¨¢s alcohol en gel que en vaso de tubo. La vida manda.
Sobre los nuevos preceptos de la profilaxis social, parece haberse impuesto un imperativo moral: no quejarse. Igual que hay un momento en enero en que dejamos de felicitar el A?o Nuevo porque el rito suena caduco, parece que ya ha...
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Cuando el verano tendr¨ªa que haber sido, como todos los a?os, una mezcla desequilibrada de tedio, dejadez y excesos, nos hemos topado con una estaci¨®n retadora y militante que acumula las cruces del miedo y el recelo en su pechera y porta como armas, una por mano, la cinta m¨¦trica de la distancia exigida y m¨¢s alcohol en gel que en vaso de tubo. La vida manda.
Sobre los nuevos preceptos de la profilaxis social, parece haberse impuesto un imperativo moral: no quejarse. Igual que hay un momento en enero en que dejamos de felicitar el A?o Nuevo porque el rito suena caduco, parece que ya ha prescrito el derecho al lamento por estos meses de extra?eza y muerte. Es pecado estar triste.
No es nueva esta cosa moderna y obligatoria de estar alegre como prerrequisito: hasta el siglo VI, la tristeza era uno de los ocho pecados capitales y fue san Gregorio Magno quien decidi¨® confinarla como pecado e incluirla dentro de la pereza. Los pecados pasaron entonces de ocho a siete, capitales todos ellos. La capitalidad no tiene que ver con que Madrid los contenga todos, sino con que en el lat¨ªn caput significa cabeza en el sentido de ¡°elemento que origina el resto¡±. De ese caput el espa?ol deriv¨® dos palabras: el resultado noble, m¨¢s apegado a la lengua madre y poco herido por el desgaste de la pronunciaci¨®n, fue capital; en el bolsillo propio de los hablantes qued¨® la palabra caudal, resultado de siglos de cambio en los sonidos.
De este capital de pecados en el caudal de las aguas veraniegas nos iremos ocupando semana a semana. Desde el balc¨®n que ser¨¢ este recuadro cada mi¨¦rcoles, una se atreve a heredar el espacio que deja durante el verano Pepa Bueno para hablar de cosas tenidas por poco buenas: los siete pecados. Nos rozaremos con la lujuria, no toleraremos la ira, miraremos a la envidia ajena, nos comeremos la gula, atesoraremos palabras con avaricia, nos vanagloriaremos de nuestra soberbia, tal vez descuidemos la pereza. No se exige, pero se valora, que el lector, al otro lado, lea cada pecado semanal armado con la virtud teologal de la paciencia.
Despu¨¦s de tantos a?os he coleccionado toda suerte de pecados, pero nunca hab¨ªa incurrido en el pecado capital del columnismo. @nosolodeyod