Bronceado
Si dices que el jefe del Estado ten¨ªa una m¨¢quina de contar dinero, ni siquiera tienes que a?adir que se trataba de dinero sucio porque la suciedad est¨¢ impl¨ªcita en la posesi¨®n de la m¨¢quina
La econom¨ªa narrativa consiste en no expresar en diez l¨ªneas lo que se puede formular en cinco. Se practica en todos los g¨¦neros literarios, especialmente en la poes¨ªa y en el cuento. En la novela larga, sin embargo, se permiten excesos verbales cuando el relato, hall¨¢ndose todav¨ªa muy lejos del final, alcanza una temperatura insoportable. Entonces, al objeto de controlar la erecci¨®n, se escriben unas p¨¢ginas de tr¨¢mite que los lectores partidarios de la eyaculaci¨®n precoz suelen saltarse. Si la vida fuera un relato, la m¨¢quina de contar billetes de Juan Carlos constituir¨ªa un acierto narrativ...
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La econom¨ªa narrativa consiste en no expresar en diez l¨ªneas lo que se puede formular en cinco. Se practica en todos los g¨¦neros literarios, especialmente en la poes¨ªa y en el cuento. En la novela larga, sin embargo, se permiten excesos verbales cuando el relato, hall¨¢ndose todav¨ªa muy lejos del final, alcanza una temperatura insoportable. Entonces, al objeto de controlar la erecci¨®n, se escriben unas p¨¢ginas de tr¨¢mite que los lectores partidarios de la eyaculaci¨®n precoz suelen saltarse. Si la vida fuera un relato, la m¨¢quina de contar billetes de Juan Carlos constituir¨ªa un acierto narrativo de primer orden por su capacidad para tejer una red dens¨ªsima de significados.
T¨² dices que el jefe del Estado dispon¨ªa en su palacio oficial, pagado con los impuestos de los espa?oles, de una m¨¢quina de contar dinero y ni siquiera tienes que a?adir que se trataba de dinero sucio porque la suciedad est¨¢ impl¨ªcita en la posesi¨®n de la m¨¢quina. Esto viene en cualquier manual de escritura: no dig¨¢is nunca que la noche es oscura porque todas las noches lo son, de manera que al leer ¡°noche¡± el lector se encarga de poner la oscuridad. Ahora bien, cuando un autor pretenda referirse a una noche cuya negrura resulte especialmente amenazante, se tendr¨¢ que buscar la vida para transmitir tal amenaza. Lo hizo, por ejemplo, el primero que compar¨® dicha negrura con la de la boca de un lobo. Desgastada por el uso, esa imagen debi¨® de poner los pelos de punta a quienes la escucharon por primera vez.
Pero si usted quisiera agregar un poco m¨¢s de horror al hecho de que el jefe del Estado dispusiera de esa m¨¢quina, solo tendr¨ªa que a?adir que la ten¨ªa en la piscina, para ver c¨®mo brincaban los billetes mientras se bronceaba al sol.