El rey desnudo
Que haya tenido que ser un fiscal suizo el que haya sacado a la luz lo que antes se cubr¨ªa con un velo de opacidad deber¨ªa hacernos pensar como sociedad
La Nochebuena del 2011, mientras hac¨ªamos tiempo para la cena, millones de espa?oles escuchamos por vez primera el discurso de Navidad del Rey para saber qu¨¦ dec¨ªa un a?o en el que su yerno estaba siendo juzgado por corrupci¨®n. Las palabras del monarca fueron muy claras: ¡°La justicia es igual para todos. Vivimos en un Estado de derecho y cualquier actuaci¨®n censurable deber¨¢ ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley¡±.
Cuando dijo estas palabras, parece ser que el rey Juan Carlos I estaba presuntamente sacando de una cuenta sin declarar en Suiza 100.000 euros al mes para sus gastos, ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
La Nochebuena del 2011, mientras hac¨ªamos tiempo para la cena, millones de espa?oles escuchamos por vez primera el discurso de Navidad del Rey para saber qu¨¦ dec¨ªa un a?o en el que su yerno estaba siendo juzgado por corrupci¨®n. Las palabras del monarca fueron muy claras: ¡°La justicia es igual para todos. Vivimos en un Estado de derecho y cualquier actuaci¨®n censurable deber¨¢ ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley¡±.
Cuando dijo estas palabras, parece ser que el rey Juan Carlos I estaba presuntamente sacando de una cuenta sin declarar en Suiza 100.000 euros al mes para sus gastos, pues con su asignaci¨®n real no le alcanzaba para cubrirlos. Siempre presuntamente, el rey manten¨ªa por aquella ¨¦poca una relaci¨®n secreta que explicar¨ªa esos alt¨ªsimos gastos, pues cazar elefantes en Botsuana cuesta mucho y mantener dos familias paralelas m¨¢s. As¨ª que o no escuch¨® sus propias palabras (vale que se las escriban, pero que ni siquiera preste atenci¨®n a lo que ¨¦l mismo lee¡) o pens¨® que a ¨¦l nunca le pasar¨ªa como a su yerno, pues su inviolabilidad constitucional como rey le garantizaba la impunidad.
Un traspi¨¦s en un safari, el ¨²ltimo de una larga serie, le llev¨® poco tiempo despu¨¦s a la abdicaci¨®n tras tener que pedir perd¨®n p¨²blicamente a sus s¨²bditos por consejo de sus asesores como un ni?o sorprendido en un renuncio, en una de las escenas m¨¢s lamentables que a uno le ha sido dado contemplar. Desde ah¨ª hasta hoy todo ha sido una cuesta abajo para un rey que, desprovisto de su traje maravilloso como el del cuento de Andersen, ha pasado de ser intocable, invisible e impune a convertirse en pasto de maledicencias y en objeto de la ira general en un momento, adem¨¢s, en el que la sociedad sobre la que rein¨® no est¨¢ para muchas bromas, dada la situaci¨®n econ¨®mica que atraviesa. Las continuas revelaciones de sus presuntos negocios turbios junto con el patetismo de su figura deteriorada f¨ªsica y an¨ªmicamente hacen de ¨¦l un personaje de tragedia griega, aunque no m¨¢s que su heredero, que est¨¢ sufriendo en sus propias carnes, conociese las andanzas de su padre o no, las consecuencias de la descomposici¨®n de la imagen p¨²blica de una familia real en la que cualquier parecido con una de cuento es una ficci¨®n. ¡°El hombre arruinado lee su condici¨®n en los ojos de los dem¨¢s con tanta rapidez que ¨¦l mismo siente su ca¨ªda¡±, escribi¨® William Shakespeare en una de sus tragedias, la de aquel rey que vio c¨®mo todo se hund¨ªa a su alrededor en medio de una tempestad de odios.
C¨®mo terminar¨¢ la tragedia de la familia real espa?ola es algo que se me escapa. Intuyo que la estrategia del pulpo (desprenderse de sus tent¨¢culos apresados para sobrevivir el resto) no puede repetirse siempre, pero tampoco me atrevo a pronosticar el futuro de la monarqu¨ªa espa?ola como ¨²ltimamente vienen haciendo muchos, entre ellos los responsables de la opacidad que hasta ahora ha envuelto a la familia real, y especialmente al Rey em¨¦rito, del que, pese a ello, se hablaban y se sab¨ªan bastantes cosas que ahora salen a la luz. Pero que haya tenido que ser un fiscal suizo el que haya dicho p¨²blicamente que el rey est¨¢ desnudo deber¨ªa hacernos pensar como sociedad. Vuelve a hablar Shakespeare, cuyo sentido de la tragedia nadie ha superado a¨²n: ¡°Es el destino el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos¡±.