Y mi apartamento, esper¨¢ndome
El jueves, ya con las maletas preparadas para marchar el viernes en cuanto comi¨¦ramos, escuchamos en las noticias las recomendaciones de la consejera de Sanidad de Arag¨®n. Mi marido y yo tomamos la decisi¨®n de seguirlas y quedarnos en nuestra casa. Mi mente me dice que he hecho bien, pero no puedo evitar que me hierva la sangre y se me hinche la vena cuando veo que las carreteras han seguido llenas, las terrazas contin¨²an abarrotadas de grupos pegaditos entre ellos y la gente contin¨²a yendo por las calles con las mascarillas de adorno, como una pieza m¨¢s de su indumentaria.
Y nosotros,...
El jueves, ya con las maletas preparadas para marchar el viernes en cuanto comi¨¦ramos, escuchamos en las noticias las recomendaciones de la consejera de Sanidad de Arag¨®n. Mi marido y yo tomamos la decisi¨®n de seguirlas y quedarnos en nuestra casa. Mi mente me dice que he hecho bien, pero no puedo evitar que me hierva la sangre y se me hinche la vena cuando veo que las carreteras han seguido llenas, las terrazas contin¨²an abarrotadas de grupos pegaditos entre ellos y la gente contin¨²a yendo por las calles con las mascarillas de adorno, como una pieza m¨¢s de su indumentaria.
Y nosotros, aqu¨ª, intentando cumplir con nuestras obligaciones como ciudadanos, evitando que nos lo impongan. No tengo abuelos en casa, no somos personas de alto riesgo, pero quiero cuidar a los dem¨¢s, y veo que los dem¨¢s no quieren cuidarme. Parece que las cosas solo funcionan con el l¨¢tigo, o sea, a base de multas. Pues, visto lo visto, igual deber¨ªa ser la soluci¨®n. Y mientras, mi apartamento, esper¨¢ndome.
Mar¨ªa Jes¨²s Aznar. Zaragoza