La amenaza enmascarada
Donald Trump lleva mascarilla y recomienda llevarla. La resistencia del libertarismo reaccionario se ha quedado sin l¨ªder
Enmascarado, al fin. Ha perdido una batalla cultural, territorio fruct¨ªfero donde los populismos dividen y triunfan. El doctor Anthony Fauci le ha doblado el brazo. Donald Trump lleva mascarilla y recomienda llevarla. La resistencia del libertarismo reaccionario se ha quedado sin l¨ªder. La m¨¢scara ya no es el s¨ªmbolo de la guerra pand¨¦mica entre republicanos y dem¨®cratas.
Los sondeos explican la rendici¨®n. El presidente del caos perdi¨® la iniciativa cuando empez¨® la infecci¨®n. Quiso convertirse en el comandante en jefe de una guerra contra el virus, ¡ªchino naturalmente¡ª, con sus ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Enmascarado, al fin. Ha perdido una batalla cultural, territorio fruct¨ªfero donde los populismos dividen y triunfan. El doctor Anthony Fauci le ha doblado el brazo. Donald Trump lleva mascarilla y recomienda llevarla. La resistencia del libertarismo reaccionario se ha quedado sin l¨ªder. La m¨¢scara ya no es el s¨ªmbolo de la guerra pand¨¦mica entre republicanos y dem¨®cratas.
Los sondeos explican la rendici¨®n. El presidente del caos perdi¨® la iniciativa cuando empez¨® la infecci¨®n. Quiso convertirse en el comandante en jefe de una guerra contra el virus, ¡ªchino naturalmente¡ª, con sus comparecencias diarias ante la prensa, mientras Joe Biden se refugiaba en el s¨®tano de su casa, pero no pudo con las cifras de contagiados y fallecidos ni con sus ocurrencias terap¨¦uticas. Tres meses de silencio y regresa ahora, cabeza gacha y cola entre las piernas, sin la compa?¨ªa de los asesores y leyendo al pie de la letra el guion de la ortodoxia epidemiol¨®gica.
Ha perdido la batalla de las mascarillas, pero no la guerra. Trump nunca renuncia al ataque. Ahora quiere concentrarse en la ley y el orden, el miedo de una supuesta mayor¨ªa silenciosa al extremismo y a la barricada, la inseguridad de las personas ancianas ante las demandas de disoluci¨®n de cuerpos policiales y la cancelaci¨®n de la historia de los fundadores de la patria. Con la econom¨ªa en ruinas, la pandemia desatada, los sondeos por los suelos y la guerra cultural perdida, necesita una guerra aut¨¦ntica para aspirar a la victoria, pero va a librarla dentro de Estados Unidos, ya que no puede hacerlo fuera, seg¨²n asegura el columnista Thomas Friedman (The New York Times, 21 de julio).
El enemigo son los manifestantes antirracistas en ciudades como Portland, Chicago, Nueva York, Filadelfia o Detroit. La excusa, la protecci¨®n de los edificios federales y de los monumentos y estatuas amenazados por el movimiento Black Lives Matter. El instrumento, los guardias de fronteras, aduanas o parques nacionales, que ya utiliz¨® el 1 de junio en la plaza Lafayette de Washington, donde se hizo fotografiar con una biblia en la mano, despu¨¦s de que la polic¨ªa la limpiara de manifestantes.
No es f¨¢cil encontrar base legal para una deriva policial tan ins¨®lita, que interfiere en las competencias locales y estatales, y constituye, por primera vez y a partir de cuerpos heterog¨¦neos, una polic¨ªa federal para el orden p¨²blico, totalmente ajena al ideario federalista republicano. La Casa Blanca est¨¢ inspir¨¢ndose en las peores iniciativas de su antecesor George W. Bush, como fue la creaci¨®n de un departamento de Seguridad Interior, la declaraci¨®n de la Guerra Global contra el Terror y los memor¨¢ndums jur¨ªdicos sobre la ampliaci¨®n de los poderes presidenciales que autorizaron la tortura y la detenci¨®n indefinida. Con m¨¢scara o sin ella, no parecen infundados los crecientes temores que Trump suscita sobre el futuro de la democracia.