La necesidad de traducir(nos)
En Espa?a deber¨ªa practicarse la estima, sin excepci¨®n, por todas las lenguas
Leo en un art¨ªculo de La Repubblica que, seg¨²n un estudio de Oxford, el 45% de los ingleses cree que el coronavirus es un arma biol¨®gica elaborada en China para destruir Occidente. En periodos de crisis ¡ªno es novedad¡ª suelen surgir ideas conspirativas basadas en el repudio a lo extranjero.
Si algo he entendido al estudiar idiomas es que las identidades y los conceptos no son monol¨ªticos, sino mutables. Lo que en una lengua parece una verdad indiscutible en otra requiere matizaciones. Al cambiar de c¨®digo ling¨¹¨ªstico nos ba?amos en las aguas de otro r¨ªo. Y eso inocula un sano esc...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Leo en un art¨ªculo de La Repubblica que, seg¨²n un estudio de Oxford, el 45% de los ingleses cree que el coronavirus es un arma biol¨®gica elaborada en China para destruir Occidente. En periodos de crisis ¡ªno es novedad¡ª suelen surgir ideas conspirativas basadas en el repudio a lo extranjero.
Si algo he entendido al estudiar idiomas es que las identidades y los conceptos no son monol¨ªticos, sino mutables. Lo que en una lengua parece una verdad indiscutible en otra requiere matizaciones. Al cambiar de c¨®digo ling¨¹¨ªstico nos ba?amos en las aguas de otro r¨ªo. Y eso inocula un sano escepticismo consustancial a la raz¨®n pluriling¨¹e. Exponerse a un idioma distinto al propio ¡ªant¨ªdoto contra la banalidad de la simplificaci¨®n¡ª es un recordatorio de que el tuyo no es sino uno m¨¢s entre muchos. El miope ¡°yo¡± monoling¨¹e ensancha as¨ª sus miras hacia un ¡°nosotros¡± m¨¢s complejo. Paul Auster admiti¨®, sobre una antolog¨ªa de poes¨ªa francesa que edit¨® en 1984, que traducir supuso para ¨¦l ¡°el primer paso para liberarme de los grilletes de m¨ª mismo, de doblegar mi ignorancia¡±. En el esfuerzo por comprender otra cultura, se obra un cambio interior que representa un acto de resistencia contra el pensamiento ¨²nico. Es una quimera concebir una lengua autosuficiente, capaz de plasmar por s¨ª sola todos los matices de una realidad en perpetuo cambio. Lo mismo sucede con cualquier postura intelectual o pol¨ªtica. Dice el pensador camerun¨¦s Achille Mbembe que es esencial formular un contraimaginario que se oponga a esa demente fantas¨ªa de una sociedad sin extranjeros. El elemento ¡°for¨¢neo¡± no deber¨ªa quedar reducido a una nota ex¨®tica, sino ser visto como un medidor de salud democr¨¢tica. Basta recordar que, en diferentes momentos de la historia, las mayores explosiones art¨ªsticas han coincidido con olas de emigrados que promovieron ricos intercambios en ciudades como Par¨ªs, Berl¨ªn o Nueva York. Que fue mano de obra extranjera la que ayud¨® a levantarlas y convertirlas en capitales del mundo.
Las ¨¦pocas l¨²gubres coinciden con la censura de obras extranjeras. En busca del tiempo perdido se tradujo al chino ¨ªntegramente por primera vez hace tres d¨¦cadas con un t¨ªtulo de eco fluvial. ¡°Perdido¡± se transform¨® en ¡°como agua¡±, lo cual cre¨® nuevas evocaciones: la definici¨®n confuciana del ¡°tiempo¡± como ¡°agua¡± o la asociaci¨®n tao¨ªsta entre ¡°agua¡± y ¡°virtud¡±. El progreso de la literatura no se entiende sin esta l¨®gica de vasos comunicantes. Fij¨¦monos en la lengua literaria rusa: madur¨® con traducciones del franc¨¦s y el alem¨¢n. Luego el ruso devolvi¨® el favor cuando se pasaron a otras lenguas obras de Tolst¨®i, Dostoievski o Ch¨¦jov. Gracias a ellos, los modernistas brit¨¢nicos descubrieron una nueva forma de plasmar la psique. Virginia Woolf se anim¨® a aprender ruso y a firmar traducciones junto con un emigrado ucraniano. En ¨¦poca sovi¨¦tica, cuando Hemingway o Faulkner se tradujeron a la lengua de Pushkin, revolucionaron la generaci¨®n de escritores de los a?os sesenta, etc¨¦tera. Viajes de ida y vuelta en el tiempo y el espacio que expanden los horizontes mentales de los territorios.
La lengua de Europa es la traducci¨®n, dec¨ªa Eco. Una manera concisa de expresar que hay multitud de idiomas y que, cuando se traducen entre s¨ª, se crea un di¨¢logo enriquecedor basado en la hospitalidad. En un mundo cada vez m¨¢s distra¨ªdo, traducir exige una escucha atenta. O, por lo menos, intentarlo. Hoy, cuando es normal silenciar la opini¨®n contraria con un clic, dar espacio para incorporar la alteridad significa ir a contracorriente.
Las lenguas se tutean con menos complejos que sus respectivos hablantes. Es la naturaleza viva de los idiomas: deso¨ªr imposiciones, cruzar fronteras, contaminarse. Y la traducci¨®n, como privilegiado puente de enlace, es una lecci¨®n de convivencia. ¡°Dos culturas, dos lenguas, dos pa¨ªses se traducen ¡ªse integran, discrepan, se mezclan¡ª en esa traducci¨®n ideal permanente, que constituye la realidad de su relaci¨®n¡±, afirma Claudio Magris. Hace poco la consellera de Cultura de la Generalitat declar¨® que en el Parlament se habla demasiado castellano. El diablo est¨¢ en los detalles, y ese ¡°demasiado¡± suyo me sorprendi¨®, a 2.300 kil¨®metros de distancia, leyendo un pasaje de Leo Spitzer. Fil¨®logo como la consellera, en 1933 tuvo que emigrar de Colonia, donde perdi¨® su plaza de profesor universitario. Exiliado en Estambul, escribi¨® sobre la desterritorializaci¨®n de las lenguas: ¡°Cualquier idioma es humano antes que nacional: las lenguas turca, francesa y alemana pertenecen primero a la humanidad y, luego, a los turcos, a los franceses y a los alemanes¡±. Demostrar estima por todas las lenguas sin excepci¨®n es algo que se espera primero de un fil¨®logo y luego de un alto cargo de cultura. Se deber¨ªa practicar siempre, tambi¨¦n en el resto de Espa?a.
Marta Reb¨®n es escritora y traductora.