La paradoja del esc¨¦ptico. Carta a Felipe VI
Usted tiene la oportunidad de construir su propia legitimaci¨®n, de romper esa paradoja y transformarse en el l¨ªder democr¨¢tico que necesita su pa¨ªs y que, desde luego, no est¨¢ teniendo
Majestad: esta es una carta meditada, escrita por alguien que, si bien no ama, tampoco odia la monarqu¨ªa. No es banal la advertencia en un pa¨ªs en el que no siempre se puede contar con la comprensi¨®n lectora y que cada d¨ªa pierde un poco el sentido m¨¢s elemental de la iron¨ªa. Y adem¨¢s no se trata de hacer le?a de un ¨¢rbol que ni siquiera ha ca¨ªdo, sino de desear que el ¨¢rbol sea ¨¢rbol o que sea le?a. Y tal vez sea esa la cuesti¨®n. Me explico.
No s¨¦ si conoce la paradoja del esc¨¦ptico. Es muy sencilla, el esc¨¦ptico dice: ¡°Nada es verdad ni es mentira¡±, pero esa primera frase con la que e...
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Majestad: esta es una carta meditada, escrita por alguien que, si bien no ama, tampoco odia la monarqu¨ªa. No es banal la advertencia en un pa¨ªs en el que no siempre se puede contar con la comprensi¨®n lectora y que cada d¨ªa pierde un poco el sentido m¨¢s elemental de la iron¨ªa. Y adem¨¢s no se trata de hacer le?a de un ¨¢rbol que ni siquiera ha ca¨ªdo, sino de desear que el ¨¢rbol sea ¨¢rbol o que sea le?a. Y tal vez sea esa la cuesti¨®n. Me explico.
No s¨¦ si conoce la paradoja del esc¨¦ptico. Es muy sencilla, el esc¨¦ptico dice: ¡°Nada es verdad ni es mentira¡±, pero esa primera frase con la que el fil¨®sofo trata de fundamentar el sistema se vuelve de inmediato en su contra. Y es que para que el escepticismo se habilite a s¨ª mismo, necesita al menos una frase que sea verdad. Precisamente la frase: ¡°Nada es verdad ni es mentira¡±. Hasta para decir que no se puede decir la verdad, es necesario decir una verdad. Lo bonito de la paradoja, sin embargo, no es tanto el laberinto l¨®gico, como la sensaci¨®n de que el fil¨®sofo esc¨¦ptico nos pide en secreto que admitamos ese contrasentido inicial, que hagamos la vista gorda, para construir un castillo filos¨®fico, un mundo de fantas¨ªa.
Ayer, mientas miraba a mi hijo de dos a?os tirarse por el tobog¨¢n, tuve de pronto una iluminaci¨®n: la de que usted es como ese fil¨®sofo esc¨¦ptico. Alguien que habla de democracia, que la defiende y se presenta como un garante de ella, y que seguramente sea capaz de serlo en muchas cosas, pero que no se ha sometido jam¨¢s al arbitrio democr¨¢tico m¨¢s elemental: la elecci¨®n de la gente. Al igual que el fil¨®sofo esc¨¦ptico que se atrinchera y nos pide en secreto que hagamos la vista gorda ante una premisa que inhabilita el sistema, nos pide usted que creamos en su liderazgo al mismo tiempo que basa su legitimidad en una paradoja que le protege tanto como, en el fondo, le desacredita, la de que nadie ha tenido la oportunidad de elegirle.
No hay muchas formas de salir de esa paradoja. Tendr¨ªa usted, por ejemplo, que convertirse en un l¨ªder indiscutible, dar un gran golpe de efecto, como el que dio el rey em¨¦rito en un momento tan cr¨ªtico como el 23-F. Pero a diferencia de su padre, a quien la historia tuvo la dudosa gentileza de otorgarle un golpe de Estado para que lo demostrara, a usted le ha dejado una pantanosa pandemia, un nacionalismo ubicuo y un populismo que dificulta hasta el di¨¢logo m¨¢s b¨¢sico, por no mencionar otras cuestiones de responsabilidad m¨¢s dom¨¦stica de las que seguramente estar¨¢ enterado. Pero no confundamos las adversidades con la talla pol¨ªtica. Abraham Lincoln coment¨® en cierta ocasi¨®n que casi todo el mundo puede soportar la adversidad, pero para probar de verdad el car¨¢cter de una persona, hay que darle poder. Usted tiene ahora todo el poder de la jefatura de Estado para demostrar eso mismo que est¨¢ deseando decir con tanta fuerza: que es el rey de todos.
Pero si hay algo que nos ha ense?ado la historia es que los tiempos revolucionarios requieren tambi¨¦n de gestos radicales. Usted podr¨ªa, en el fondo, darnos el gesto que necesitamos. Tiene la oportunidad de construir su propia legitimaci¨®n, de romper la paradoja del esc¨¦ptico y transformarse en el l¨ªder democr¨¢tico que necesita su pa¨ªs y que, desde luego, no est¨¢ teniendo. Solo una audacia de esa magnitud podr¨ªa quebrar la paradoja de un sistema que no puede pedir m¨¢s fe a cr¨¦dito. M¨¢s a¨²n si es usted mismo, no sus enemigos, quien promueve ese gesto, si es usted mismo quien crea, por decirlo as¨ª, su propio 23-F y nos permite elegirle en libertad. S¨¦ que la decisi¨®n de un refer¨¦ndum no depende directamente de usted, pero desde luego, si se inclinara en ese sentido, facilitar¨ªa mucho las cosas. Usted sabe ¡ªy sabe tambi¨¦n que nosotros sabemos¡ª que las cosas no se solucionan paseando por los pueblos de Espa?a.