Hacia el esclavismo salarial
Las relaciones laborales ¡°normales¡± van en la direcci¨®n de una perdida progresiva de derechos
La muerte del temporero de Murcia Eleazar Benjam¨ªn Bland¨®n nos sobrecoge, especialmente por las condiciones en que se ha producido: unas jornadas de trabajo extenuantes, en unas condiciones terribles. ?Habr¨¢ una investigaci¨®n exhaustiva que depure responsabilidades e imponga un castigo ejemplar a los culpables? Veremos.
Pero nos equivocar¨ªamos si pens¨¢ramos que estamos ante un empresario o un peque?o grupo de empresarios sin escr¨²pulos, una ¡°manzana podrida¡± en un cesto sano. Lo cierto es que las condiciones en que trabajan en el campo muchas personas migrantes, a los que no dudamos en ...
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La muerte del temporero de Murcia Eleazar Benjam¨ªn Bland¨®n nos sobrecoge, especialmente por las condiciones en que se ha producido: unas jornadas de trabajo extenuantes, en unas condiciones terribles. ?Habr¨¢ una investigaci¨®n exhaustiva que depure responsabilidades e imponga un castigo ejemplar a los culpables? Veremos.
Pero nos equivocar¨ªamos si pens¨¢ramos que estamos ante un empresario o un peque?o grupo de empresarios sin escr¨²pulos, una ¡°manzana podrida¡± en un cesto sano. Lo cierto es que las condiciones en que trabajan en el campo muchas personas migrantes, a los que no dudamos en calificar como ¡°trabajadores indispensables¡±, son indecentes. Es su manera de ser competitivos, de estar en el mercado, de ganar dinero. Se sabe, se tolera y solo cuando surgen tragedias como esta se repara en ello; da de s¨ª para un titular o un breve comentario en los medios, para pasar p¨¢gina cuanto antes y ¡°volver a la normalidad¡±.
?Solo los trabajadores migrantes? De nuevo nos volver¨ªamos a equivocar. Sin llegar a situaciones tan extremas, al menos de momento, el endurecimiento y degradaci¨®n de las condiciones laborales est¨¢n a la orden del d¨ªa, en Espa?a y en Europa. Con el argumento/pretexto de mejorar la productividad y la competitividad, apoy¨¢ndose en la falacia de que la creaci¨®n de empleo depende de la moderaci¨®n de los salarios, los de la mayor parte de los trabajadores en los ¨²ltimos a?os, tanto en momentos de recesi¨®n como de auge, se han estancado o han retrocedido, hasta el punto de que, con car¨¢cter general, ha aumentado el n¨²mero de trabajadores pobres.
Y no se trata solo de los salarios monetarios recibidos por los trabajadores por una jornada laboral pactada, recogida en un convenio colectivo. Se ha convertido en una pr¨¢ctica empresarial cada vez m¨¢s frecuente obligar a los asalariados a realizar horas extraordinarias, una buena parte de las mismas a beneficio de inventario; esto es, gratis, ni se pagan, ni, en consecuencia, cotizan a la Seguridad Social. Del mismo modo que se ha normalizado exigir a los trabajadores un esfuerzo suplementario para mejorar ¡°la productividad por hora trabajada¡±, lo que ha supuesto la reconfiguraci¨®n de los procesos productivos y los equipos de trabajo, as¨ª como el aumento de la vigilancia y la disciplina y la competencia entre los propios trabajadores.
Es evidente que reducir o eliminar los derechos de los trabajadores puede mejorar a corto plazo la cuenta de resultados de las empresas comprometidas con estas pr¨¢cticas, pero dudo que apunten a una econom¨ªa m¨¢s resistente y eficiente; y, desde luego, contribuyen al aumento de la desigualdad, que no ha dejado de acentuarse en los ¨²ltimos a?os y d¨¦cadas.
Ampliemos, pues, el foco. All¨ª donde la regulaci¨®n laboral no llega impera el esclavismo, la ley de la selva (la muerte de Eleazar Benjam¨ªn Bland¨®n es un ejemplo extremo de una situaci¨®n de lacerante degradaci¨®n). Pero, sin llegar a esos umbrales, las relaciones laborales ¡°normales¡± apuntan en la direcci¨®n de una p¨¦rdida progresiva de derechos; p¨¦rdida que se justifica apelando al binomio productividad/competitividad.
El panorama actual y futuro resulta de lo m¨¢s inquietante. La crisis econ¨®mica y social desencadenada por la pandemia, que las deficientes e insuficientes pol¨ªticas llevadas a cabo por los Gobiernos y las instituciones comunitarias no ser¨¢n capaces de superar, agravar¨¢n hasta l¨ªmites desconocidos la situaci¨®n laboral. El desequilibrio entre oferta (personas que ofrecen su capacidad de trabajo) y demanda (empleos generados, tanto por el sector privado como por las administraciones p¨²blicas) alcanzar¨¢ en los pr¨®ximos meses proporciones hist¨®ricas.
La masiva destrucci¨®n de puestos de trabajo, asociada al colapso econ¨®mico y a un crecimiento que, en el mejor de los escenarios, ser¨¢ leve e inestable, puede ser interpretada, las patronales est¨¢n en ello, como que disponer de un empleo es un privilegio, pues la alternativa es la pobreza y la exclusi¨®n social. La ¡°tormenta perfecta¡± para que asistamos a un nuevo e intenso endurecimiento de las condiciones laborales de los ¡°privilegiados¡± que disfruten de un puesto de trabajo. Todo ello en un contexto donde la correlaci¨®n de fuerzas entre el trabajo y capital ya es muy favorable al segundo.
Por eso es importante poner en el centro de la agenda p¨²blica la justicia social, con medidas concretas que la promuevan. Tres piezas clave de una pol¨ªtica orientada en esa direcci¨®n son: a) exigir a las firmas que se beneficien de recursos p¨²blicos que los salarios de sus trabajadores se mantengan y, si las circunstancias de la empresa mejoran, aumenten, b) garantizar las condiciones para que se desarrolle en la empresa la negociaci¨®n colectiva, y c) implementar una renta b¨¢sica universal de emergencia que garantice unas condiciones de vida dignas a las personas. ?Estar¨¢ el Gobierno de coalici¨®n a la altura de este desaf¨ªo?
Fernando Luengo es economista.