Sin hacer da?o
Nada impide el derecho de manifestaci¨®n, pero el deber de proteger la salud obliga tambi¨¦n a los negacionistas
La actitud desafiante de negar la pandemia ha prendido en entornos reducidos, alimentada por teor¨ªas conspiratorias y sostenida por la desconfianza en los Gobiernos y por el cuestionamiento de la ciencia. La envergadura y potencia que ha adquirido este negacionismo en grandes pa¨ªses como Estados Unidos y Brasil, cuyos propios presidentes han cuestionado las mascarillas, han defendido terapias no avaladas por la comunidad m¨¦dica y se han alineado con quienes se desentienden de la pandemia, no es ajeno a su crecimiento. Y, m¨¢s all¨¢ de reclamar un esfuerzo did¨¢ctico mayor y la explicaci¨®n de las ...
La actitud desafiante de negar la pandemia ha prendido en entornos reducidos, alimentada por teor¨ªas conspiratorias y sostenida por la desconfianza en los Gobiernos y por el cuestionamiento de la ciencia. La envergadura y potencia que ha adquirido este negacionismo en grandes pa¨ªses como Estados Unidos y Brasil, cuyos propios presidentes han cuestionado las mascarillas, han defendido terapias no avaladas por la comunidad m¨¦dica y se han alineado con quienes se desentienden de la pandemia, no es ajeno a su crecimiento. Y, m¨¢s all¨¢ de reclamar un esfuerzo did¨¢ctico mayor y la explicaci¨®n de las pol¨ªticas con base cient¨ªfica, nada puede hacerse frente a las creencias de cada cual, que obvia decir que son libres, y menos a¨²n contra la libertad de manifestaci¨®n y de expresi¨®n, consagradas en la Constituci¨®n y dignas de defensa en todos los casos y causas. Pero esta posici¨®n no es extensible a lo que concierne a la seguridad y la salud de los ciudadanos.
Los manifestantes que el domingo se congregaron en Madrid para protestar contra el uso generalizado de las mascarillas y las medidas del Gobierno de S¨¢nchez frente a la ¡°falsa pandemia¡± tienen todo el derecho a hacerlo. A lo que no tienen derecho es a poner en riesgo la salud ajena al no respetar las distancias de seguridad y no utilizar las mascarillas. Especial responsabilidad tienen las personas influyentes que promueven esa corriente, ajenas a la gravedad de una enfermedad que se ha cobrado ya cientos de miles de muertos en todo el mundo (m¨¢s de 46.000 en Espa?a, seg¨²n un recuento de este diario a partir de datos de instituciones cient¨ªficas y registros) y que mantiene a todos los pa¨ªses en vilo a la espera de que alguna de las vacunas en curso pueda empezar a inmunizar masivamente a la poblaci¨®n. La necesidad de respetar las normas no responde a los intereses de un partido u otro, no depende del color del Ejecutivo; es acuciante porque hay muchas vidas en juego.
La Delegaci¨®n del Gobierno en Madrid no puede sino permitir la movilizaci¨®n, pero debi¨® hacer m¨¢s para obligar al cumplimiento de esas medidas de seguridad y har¨¢ bien en analizar los fallos y prevenir nuevas situaciones arriesgadas con las que esta pandemia nos est¨¢ desafiando. La protecci¨®n de la salud no es capricho ni materia de fe, sino un derecho recogido en el art¨ªculo 43 de la Constituci¨®n que compete a los poderes p¨²blicos organizar y tutelar y que implica derechos y deberes para todos. Nadie obliga a pensar diferente. Pero s¨ª estamos obligados, tambi¨¦n los negacionistas, a no hacer da?o.