La jaula de la militancia
El pensamiento pol¨ªtico tambi¨¦n comienza en el ¡°pero¡±. Sabemos que lo hemos perdido cuando no somos capaces de conceder ni una sola cosa al adversario
Una de las repercusiones menos comentadas, pero tambi¨¦n m¨¢s perversas, de la pandemia ha sido la forma en la que hemos convertido nuestras opiniones pol¨ªticas en creencias acr¨ªticas. Los mon¨¢rquicos cada vez est¨¢n m¨¢s cerca de pensar la instituci¨®n como un derecho divino que otorga a la naci¨®n una especie de principio unitario; los comunistas regresan al relato del rico como gran demonio universal; los neofascistas vuelven a hablar de patria militarizada y ¡°saneada¡± de sus elementos parasitarios; los capitalistas hablan de regulaci¨®n y p¨¦rdidas, empe?ados en un lenguaje m¨¢gico que ya no produc...
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Una de las repercusiones menos comentadas, pero tambi¨¦n m¨¢s perversas, de la pandemia ha sido la forma en la que hemos convertido nuestras opiniones pol¨ªticas en creencias acr¨ªticas. Los mon¨¢rquicos cada vez est¨¢n m¨¢s cerca de pensar la instituci¨®n como un derecho divino que otorga a la naci¨®n una especie de principio unitario; los comunistas regresan al relato del rico como gran demonio universal; los neofascistas vuelven a hablar de patria militarizada y ¡°saneada¡± de sus elementos parasitarios; los capitalistas hablan de regulaci¨®n y p¨¦rdidas, empe?ados en un lenguaje m¨¢gico que ya no produce, sin embargo, los efectos m¨¢gicos deseados; pero hay algo que se ha trastocado discretamente en todos esos discursos familiares, una radicalizaci¨®n que no es solo una cuesti¨®n de grado (como si antes solo hubi¨¦semos sido ¡°moderadamente¡± mon¨¢rquicos, comunistas o capitalistas), sino una especie de imposibilidad total de la cr¨ªtica con la propia militancia, una especie de efecto hooligan.
Ahora no se puede ser mon¨¢rquico y sin embargo hacer un comentario cr¨ªtico sobre la huida del rey em¨¦rito. No se puede en realidad ni pronunciar la palabra ¡°huida¡±, como demuestran los malabarismos verbales de nuestro presidente del Gobierno. Ahora se es mon¨¢rquico como se es del Bar?a o del Atleti, de manera total y excluyente, en un m¨¢s all¨¢ de la raz¨®n o un m¨¢s ac¨¢ del fanatismo. Y del mismo modo que el hooligan se ve incapaz de reconocer que ha sido penalti por mucho que le hayan cortado la pierna al delantero, el mon¨¢rquico no puede mostrarse cr¨ªtico con la huida del rey (y desear la pervivencia de la instituci¨®n en Felipe VI, algo, por qu¨¦ no, perfectamente plausible) sin ser acusado de querer romper o bloquear el sistema. Nunca una queja perfectamente racional por una huida preventiva de la justicia ha estado tan cerca, para tanta gente, de tirar un c¨®ctel molotov. Lo ha demostrado tambi¨¦n la forma en la que el PP, salvo dos o tres excepciones, ha defenestrado en bloque y puesto de patitas en la calle a su antes ¡°adorablemente deslenguada¡± Cayetana ?lvarez de Toledo por haberse convertido en ¡°intolerablemente deslenguada¡± al cuestionar la huida del rey. ¡°No voy a permitir que ning¨²n portavoz del PP critique o pida explicaciones al rey¡±, dicen que le advirti¨® muy severamente Pablo Casado, uno de nuestros mayores garantes de la Monarqu¨ªa y la libertad de pensamiento.
Pero m¨¢s all¨¢ del barro pol¨ªtico de la semana, lo que nos deja este efecto hooligan es una de esas paradojas de las que hablaba Krastev en su libro ?Ya es ma?ana? al comentar los efectos de la pandemia: por un lado, estamos viviendo un renacimiento del culto a los ideales que podr¨ªa parecer ilusionante si no fuera porque est¨¢ construido sobre la anulaci¨®n de la capacidad cr¨ªtica del individuo. El efecto hooligan tiene una repercusi¨®n inmediata y mesurable en todos nosotros: estamos atrapados en un pensamiento binario. Nosotros, ellos. Buenos, malos. Leales, antisistema. Razonables, irresponsables. No hay nada en medio. El lugar, precisamente, donde se produce el pensamiento cr¨ªtico, que es, en sentido estricto, a lo ¨²nico a lo que se puede llamar pensamiento.
La literatura comienza en el ¡°pero¡±, sol¨ªa decir una maravillosa escritora argentina, Hebe Uhart. El pensamiento pol¨ªtico tambi¨¦n comienza en el ¡°pero¡±. Sabemos que lo hemos perdido cuando no somos capaces de conceder ni una sola cosa al adversario, cuando no podemos reconocer ni una sola flaqueza, cuando todos los reproches se dirigen al sistema, al Gobierno, a los grupos pol¨ªticos contrarios. Pero lo cierto es que basta desactivar el pensamiento binario para recuperar, aunque sea por un instante, el ox¨ªgeno de las cosas que ¨¦ramos capaces de pensar cuando nos atrev¨ªamos a poner en cuesti¨®n nuestras militancias. La cr¨ªtica no es necesariamente deslealtad ni desamor. Todo lo contrario: la cr¨ªtica es el ¨²nico lugar en que el verdadero amor y la verdadera lealtad se ponen en juego.