Alzar a un enano pensando que es un ni?o
No nos re¨ªmos, a pesar de que sea tr¨¢gico, porque somos mala gente. Nos re¨ªmos precisamente porque es tr¨¢gico, para sobrevivir
Es quiz¨¢ una de las im¨¢genes m¨¢s delirantes que nos ha regalado la pandemia. Sucedi¨® el pasado martes 18, durante la inauguraci¨®n de una central termoel¨¦ctrica en Nioaque, en el Estado de Mato Grosso del Sur. Jair Bolsonaro, permanentemente sin mascarilla, coge en brazos a un enano pensando que es un ni?o y saluda a la multitud. El enano, envalentonado de pronto y en brazos del presidente de Brasil, hace un saludo surfero. ¡°?No es un ni?o! ?No es un ni?o!¡±, grita una mujer entre la multitud, y Bolsonaro poco menos que lo tira al suelo de vuelta. Confieso que vi el v¨ªdeo no menos de quince vece...
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Es quiz¨¢ una de las im¨¢genes m¨¢s delirantes que nos ha regalado la pandemia. Sucedi¨® el pasado martes 18, durante la inauguraci¨®n de una central termoel¨¦ctrica en Nioaque, en el Estado de Mato Grosso del Sur. Jair Bolsonaro, permanentemente sin mascarilla, coge en brazos a un enano pensando que es un ni?o y saluda a la multitud. El enano, envalentonado de pronto y en brazos del presidente de Brasil, hace un saludo surfero. ¡°?No es un ni?o! ?No es un ni?o!¡±, grita una mujer entre la multitud, y Bolsonaro poco menos que lo tira al suelo de vuelta. Confieso que vi el v¨ªdeo no menos de quince veces, sin parar de re¨ªr. ?Cu¨¢nto habr¨ªa pagado Fellini, Bu?uel o el primer Almod¨®var por una escena as¨ª? Pero a medida que ve¨ªa el v¨ªdeo una y otra vez, me invad¨ªa cada vez m¨¢s la sensaci¨®n de que esas im¨¢genes concentraban algo que superaba la comicidad de una simple equivocaci¨®n: como si, al confundir a un enano con mascarilla con un ni?o y alzarlo en brazos, Bolsonaro hubiese hecho una parodia perfecta de su propia estupidez y de la insensatez de su populismo, una parodia protagonizada por el mismo parodiado. Solo la vida es capaz de hacer un regalo as¨ª. Solo la comedia es capaz de aglutinar tantos niveles de sentido.
Me record¨® enseguida a ese otro regalo del 5 de marzo de 2020, cuando la doctora Sara Cody, directora del Departamento de Salud P¨²blica del Condado de Santa Clara, California, hizo un comunicado de prensa en el que dict¨® recomendaciones para evitar el contagio por coronavirus. ¡°A partir de hoy ¡ªafirm¨® con esa seriedad de primero de Pol¨ªtica que tienen la mayor¨ªa de nuestros representantes cuando hablan del virus¡ª empiecen a esforzarse por no tocarse la cara, una de las principales formas en las que se propaga el virus es cuando nos tocamos la boca, la nariz o los ojos¡±. Inmediatamente despu¨¦s de pronunciar esa frase, la doctora Cody se chup¨® el ¨ªndice delante de las c¨¢maras y pas¨® la p¨¢gina de sus notas. ?Equivocaci¨®n c¨®mica? Claro que s¨ª, pero tambi¨¦n resumen perfecto de todo lo que nos esperaba ¡ªy espera¡ª por vivir: ese mundo de normas imposibles en el que a pesar de la neurosis por no contagiarnos repetimos una y otra vez gestos automatizados que nos delatan, en que nos restregamos los ojos despu¨¦s de pulsar el bot¨®n del ascensor o llevamos guantes, pero luego acariciamos con ellos a nuestro hijo al entrar en casa.
De entre las nacionales, mi favorita es sin duda el ataque de tos incontrolable de Fernando Sim¨®n durante la rueda de prensa del 2 de mayo en la que por fin se confirmaban los primeros datos descendentes de contagio. Y se ve que no soy el ¨²nico. Basta con poner ¡°Fernando Sim¨®n¡± en Google para comprobar que millones de espa?oles han tecleado antes que yo ¡°Fernando Sim¨®n Almendra¡±. La escena es una superconcentraci¨®n de ese miedo social que se ha instalado (para quedarse) cada vez que escuchamos toser o estornudar a cualquier persona a menos de diez menos de distancia. Miedo a que nos contagien, por supuesto, pero tambi¨¦n, cuando somos nosotros los que tosemos, a la mirada censora del otro, esa mirada de odio asesino ante lo que sabemos que es un simple tosido inofensivo. Pero lo mejor de ese ¡°no es coronavirus, es que me he comido una almendra antes de empezar¡± es el tono exculpatorio, casi infantil, como de ni?o de cuarto de primaria reci¨¦n abroncado que confirma la vieja teor¨ªa de que no es tan complicado rescatar, en nuestras caras de adultos, el ni?o que fuimos. Prometo hacerme esta semana una camiseta en la que ponga: ¡°Me he comido una almendra¡±, a¨²n a riesgo de que me pare por la calle alg¨²n imb¨¦cil que piense que me estoy burlando de 30.000 muertos. Se?or censor, se?ora censora, moderen su puritanismo, no nos re¨ªmos, a pesar de que sea tr¨¢gico, porque somos mala gente. Nos re¨ªmos precisamente porque es tr¨¢gico, para sobrevivir.