Fresquita
Solo podemos sentir tristeza, por muy mal visto que este sentimiento est¨¦, ante lo que est¨¢n viviendo muchos ni?os en esta pandemia
Transitamos por tiempos en que, como escribe Vallejo, conviene pedir perd¨®n por la tristeza: prestigio y bondad se relacionan con sonrisas, refulgentes por blanqueamientos dentales, de individuos que no cierran la boca por exhibicionismo de seguro odontol¨®gico privado y porque est¨¢n eternamente felices o estupefactos. La bondad consiste en no meter el dedo en la herida para no robarle la felicidad a nadie. P¨¢jaros y p¨¢jaras de mal ag¨¹ero deben comprar cajas de tript¨®fano y otros paraf¨¢rmacos inhibidores de esas ganas de llorar que estrujan la garganta sin saber por qu¨¦. Estar triste parece una...
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Transitamos por tiempos en que, como escribe Vallejo, conviene pedir perd¨®n por la tristeza: prestigio y bondad se relacionan con sonrisas, refulgentes por blanqueamientos dentales, de individuos que no cierran la boca por exhibicionismo de seguro odontol¨®gico privado y porque est¨¢n eternamente felices o estupefactos. La bondad consiste en no meter el dedo en la herida para no robarle la felicidad a nadie. P¨¢jaros y p¨¢jaras de mal ag¨¹ero deben comprar cajas de tript¨®fano y otros paraf¨¢rmacos inhibidores de esas ganas de llorar que estrujan la garganta sin saber por qu¨¦. Estar triste parece una emoci¨®n improductiva, un acto de ego¨ªsmo inconmensurable, sobre todo, cuando las flores de t¨¦ y las entristecidas personas, que pedimos sales y ¨¢rnica, disponemos de casi todo y, especialmente, de tiempo para recrearnos en la fatalidad, el spleen y esa melancol¨ªa que hoy se parece a la pel¨ªcula de Lars von Trier. Yo, se?ora en sus cincuenta, con toda la parentela sana y un trabajo vocacional y precioso, pido otra vez perd¨®n por la tristeza de la historia que voy a contar. Una historia que me deja sin ganas de hacer chistes, sintiendo miedo por no ser chisposa continuamente y, a la vez, reivindicando la existencia de otros registros para descifrar las realidades. Esta no es una columna veraniega. ¡°Hazme algo fresquito¡±, te sugieren a veces. Pues no me da la gana. Odio ese adjetivo.
En televisi¨®n sacaron a una ni?a que hab¨ªa estado confinada con toda su familia en un piso de 40 metros. Ahora no quiere salir. La ni?a dibuja con los dedos en el aire una cajita: ¡°Hemos estado en este cuadradito¡±. Ha aprobado tercero de la ESO gracias a un ordenador prestado y, pese a los est¨ªmulos de su abuela para que vaya a divertirse, declara: ¡°Me he vuelto un poco antisocial¡±. La ni?a, que sonr¨ªe y parece trist¨ªsima, no es la criatura resiliente que esperar¨ªamos: soportar una situaci¨®n no es lo mismo que adaptarse a ella. Esta ni?a es una adulta precoz, consciente de los metros de su casa, de muertes y enfermedades, de que la m¨¢quina que le ha permitido superar el curso es prestada, de que se le han quitado las ganas de jugar. Otra infancia, sensible de otra manera, estar¨ªa deseando salir corriendo y dar saltos. A m¨ª esta ni?a se me atraviesa en el ga?ote como espina de pez y me lleva a pensar que no debemos escamotearles las verdades a las criaturas; tambi¨¦n s¨¦ que vivir determinadas experiencias demasiado pronto nos envejece antes de tiempo. Otro d¨ªa podemos discutir si envejecer y entristecerse son palabras sin¨®nimas. Generaciones de ni?os y ni?as forzosamente cautos y acongojados. Esta ni?a no son todas las ni?as ¡ªpido, otra vez, perd¨®n por la tristeza¡ª, pero ella existe y su incipiente depresi¨®n no se relaciona solo con su hipersensibilidad: tiene una ra¨ªz tangible que se puede cambiar haciendo pol¨ªtica. Esta ni?a vivir¨¢ su particular vuelta al cole. Me la imagino poni¨¦ndose su mascarilla quir¨²rgica para iniciar el curso con incertidumbre, abulia, miedo. La socializaci¨®n es prioritaria y manifestar nuestra tristeza ante estos casos es el ¨²nico modo de tom¨¢rnoslos en serio para hacerlos desaparecer. El drama no es la mascarilla, sino la falta de docentes e infraestructuras. Una l¨¢grima cay¨® en la arena. Hoy tambi¨¦n odio esta canci¨®n. Es fresquita.