La pu?alada
Con la que se viene, el querer y no poder no va a ser parecer rico a ratos sin serlo, sino trabajar y comer tres veces al d¨ªa
El martes, a las siete de la tarde, me dieron una pu?alada sin tocarme un pelo y a m¨¢s del metro y medio de distancia obligada por el virus. Estaba con una amiga en una terraza pij¨ªsima sin llegar a exclusiva ¡ª3,80 un refresco¡ª y vino un mendigo. Era el tercero o cuarto que lograba sortear el control de los camareros, probablemente rescatados del ERTE y temiendo el pr¨®ximo, y entrenados para espantar a los pedig¨¹e?os y no molestar a los se?ores clientes. A todos los despachamos con una moneda o un ¡°lo siento, no tengo suelto¡±. Pero este parec¨ªa distinto. Le vi demorarse de m¨¢s en la mesa de al...
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El martes, a las siete de la tarde, me dieron una pu?alada sin tocarme un pelo y a m¨¢s del metro y medio de distancia obligada por el virus. Estaba con una amiga en una terraza pij¨ªsima sin llegar a exclusiva ¡ª3,80 un refresco¡ª y vino un mendigo. Era el tercero o cuarto que lograba sortear el control de los camareros, probablemente rescatados del ERTE y temiendo el pr¨®ximo, y entrenados para espantar a los pedig¨¹e?os y no molestar a los se?ores clientes. A todos los despachamos con una moneda o un ¡°lo siento, no tengo suelto¡±. Pero este parec¨ªa distinto. Le vi demorarse de m¨¢s en la mesa de al lado, valor¨¦ escapar al ba?o y dejarle el marr¨®n a mi colega, pero no me dio tiempo. ¡±?Tienes algo para m¨ª?¡±, me espet¨® mir¨¢ndome a los ojos, oliendo mi apuro. Baj¨¦ los m¨ªos, abr¨ª la cartera y le di mi ¨²ltimo euro en met¨¢lico, trag¨¢ndome la verg¨¹enza propia y el sufrimiento ajeno. ¡°Dame un billete, lo necesito y t¨² no. S¨¦ cu¨¢ndo alguien tiene dinero y t¨² lo tienes¡±, me clav¨® la daga. Me defend¨ª farfullando que no pod¨ªa dar a todo el mundo mientras ¨¦l se iba dign¨ªsimo con mi euro de mierda y yo me quedaba con su navaja en el h¨ªgado sus buenos 10 minutos.
Los que tard¨¦ en apurar la cocacola, arrastrar a mi amiga a las rebajas de Adolfo Dom¨ªnguez, comprarme tres pingos que no necesito y escuchar el pitido del m¨®vil sobre el dat¨¢fono pagando 100 pavos como quien oye tocar al tiempo a gloria y a muerto. Nada nuevo. Lo mismo de siempre. El puedo, el quiero, el quiero y no puedo y el no puedo en absoluto. La desigualdad indecente. El capitalismo. La diferencia es que, con la que se viene, el querer y no poder no va a ser parecer rico a ratos sin serlo, sino trabajar y comer tres veces al d¨ªa. A mi atracador le doy las gracias y, si vuelvo a verlo, igual le doy un billete. A¨²n me escuece su estocada cuando me acuerdo. Pero me dio escrito el primer art¨ªculo del curso. Y eso no est¨¢ ni agradecido ni pagado.