Padre ausente en la pandemia
El mito fundacional de la literatura occidental merece una revisi¨®n en tiempos de replanteamiento familiar
Debido a un desenga?o amoroso, un rey convoca a los ej¨¦rcitos para recuperar su honor y a su mujer, que ha huido con otro hombre. Su pueblo se lanza a la guerra. La misi¨®n que tiene es doble: servir al reino y proteger a sus mujeres de la amenaza extranjera ¡ªla defensa de la patria y de la familia, en corto¡ª. A este conflicto acude un astuto h¨¦roe que pasa veinte a?os fuera de casa, y a cuyo regreso es felizmente recibido por su hijo y su esposa, quien destaca, en efecto, por su implacable fidelidad¡
Expuestas as¨ª la Il¨ªada y la Odisea, lo cierto es que toda la literatura ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Debido a un desenga?o amoroso, un rey convoca a los ej¨¦rcitos para recuperar su honor y a su mujer, que ha huido con otro hombre. Su pueblo se lanza a la guerra. La misi¨®n que tiene es doble: servir al reino y proteger a sus mujeres de la amenaza extranjera ¡ªla defensa de la patria y de la familia, en corto¡ª. A este conflicto acude un astuto h¨¦roe que pasa veinte a?os fuera de casa, y a cuyo regreso es felizmente recibido por su hijo y su esposa, quien destaca, en efecto, por su implacable fidelidad¡
Expuestas as¨ª la Il¨ªada y la Odisea, lo cierto es que toda la literatura occidental se eleva sobre el mito del padre ausente, encarnado por el magn¨¦tico Odiseo, modelo de hombr¨ªa valiente, perspicaz, vigorosa y proveedora. Parad¨®jicamente, Odiseo protege en la distancia. O as¨ª es como lo sentimos al leer su haza?a. En la vida real, en cambio, el encadenamiento de confinamientos y teletrabajo, sumado al deber moral y sanitario de permanecer cerca de los nuestros, hace que 2020 haya aplastado la validez de nuestro orgulloso personaje milenario. Ante la crisis de modelo, parte de la fachada del castillo de la masculinidad se desmiembra. Polvo era y en polvo se convierte.
Del surtido de cat¨¢strofes dom¨¦sticas surgidas de la covid-19 sobresalen al menos dos: la primera es el sobrecalentamiento de la violencia ejercida contra las mujeres en su propio hogar (las peticiones de ayuda por agresiones machistas se dispararon durante el estado de alarma, evidenciando que lo que deber¨ªa ser un espacio de sosiego y conciliaci¨®n, la vivienda familiar, a menudo, no es m¨¢s que un caldero de ansiedad y calamidades); igualmente, las muchas grietas que dificultan la sinton¨ªa entre el cuidado familiar y el mundo profesional son ya indisimulables. Ambos problemas aparecen estrechamente ligados a un orden social muy concreto, que a lo largo de la historia ha legitimado la divisi¨®n del trabajo: el hombre arrienda el potencial reproductivo de la mujer, y ella, mediante un pacto de fidelidad, recibe mantenimiento y hogar del hombre. Monique Wittig lo llam¨® pensamiento heterosexual, entendiendo la heterosexualidad como un dispositivo de control pol¨ªtico, en donde hombre y mujer se convierten as¨ª en propiedad del otro. En verdad, los textos religiosos de nuestra civilizaci¨®n insisten ya en esta idea: aunque consideremos que vivimos en sociedades modernas y seculares, nuestra estructura como sociedad reproduce un modelo de familia de inspiraci¨®n supersticiosa y ancestral.
Incluso si han pasado milenios desde ambos textos, ni Odiseo ha dejado de ser un modelo de hombr¨ªa ejemplarizante, ni el matrimonio como instituci¨®n sagrada ha dejado de ser una aspiraci¨®n popular. En un contexto como el nuestro, el actual virus podr¨ªa desencadenar entonces dos escenarios: precipitar el final de un orden social capitaneado por padres ausentes y sujetos convertidos en patrimonio¡ o bien reforzar todos estos cepos. A menudo, la incertidumbre revalida nuestras m¨¢s oscuras creencias, incluso si dudamos de ellas. En el verano del ominoso a?o de la covid, la postal de la familia plegada sobre s¨ª misma que disfruta del bienestar de las vacaciones sigue siendo un g¨¦nero fotogr¨¢fico l¨ªder en redes sociales, quiz¨¢ porque como ciudadanos sentimos la sombra del fracaso al no cumplir con las expectativas.
En los ¨²ltimos meses, el argumento publicitario m¨¢s repetido es la aspiraci¨®n a recuperar nuestra vida anterior. La mayor¨ªa de epopeyas fundacionales que tratan del nacimiento de un pueblo, de una organizaci¨®n pol¨ªtica o de una idea constan de dos partes: la sublevaci¨®n contra una injusticia y la traves¨ªa por el desierto en direcci¨®n a una tierra prometida. Hoy so?amos con el d¨ªa de ayer. Incluso si el d¨ªa de ayer no nos gust¨®. Diagn¨®stico: necrosis de la imaginaci¨®n. ?Queremos el destino del padre ausente glorificado como h¨¦roe, o quiz¨¢ es ya el momento de leerlo como una ficci¨®n, una construcci¨®n cultural, una fantas¨ªa? ?Las muchas horas de meditaci¨®n dom¨¦stica reforzar¨¢n la idea de familia ¡ªconsangu¨ªnea o no¡ª como vertedero de frustraci¨®n y desasosiego, o, por el contrario, es ya irreversible la necesidad de despresurizar esta instituci¨®n, al margen de los rom¨¢nticos juramentos sobre el monopolio del cuerpo del otro?
Representada tres siglos despu¨¦s de los textos de Homero, Lis¨ªstrata, de Arist¨®fanes, narra la sublevaci¨®n de las mujeres griegas ante la ausencia de sus maridos, constantemente destinados en la guerra. Para ellas, la polis merece otro destino que no sea el conflicto permanente, raz¨®n por la que la protagonista propone una huelga sexual. ¡°No sin raz¨®n ¡ªdice Lis¨ªstrata en un popular fragmento¡ª las tragedias se hacen a costa nuestra, pues no somos m¨¢s que follar y parir¡±. Reimaginado con la ense?anza de Lis¨ªstrata, tal vez el verdadero destino de Odiseo como h¨¦roe hoy fuese otro: renunciar a la violencia como fundamento de la econom¨ªa, acompa?ar a Tel¨¦maco en su educaci¨®n y facilitar a Pen¨¦lope una vida libre, al margen de un sistema depredador empe?ado en sacrificar a todos sus hombres en la picadora de la guerra. A¨²n estamos a tiempo de una nueva epopeya.
Antonio J. Rodr¨ªguez es escritor. Su ¨²ltimo libro es La nueva masculinidad de siempre (Anagrama).