La democracia y la verdad
Plantear la vida pol¨ªtica como una batalla entre el bien y el mal equivale a acabar con ella. En el origen del tensionamiento actual est¨¢ el recurso a la condena moral, cuando hubiera bastado el rechazo pol¨ªtico
La democracia es un sistema pol¨ªtico forjado por unos seres humanos que, tras muchas batallas y experiencias amargas, han aprendido que deben hacer compatibles dos cosas que de entrada parecen llevarse mal: la importancia de que la vida p¨²blica respete el valor de la verdad y la sospecha frente a quienes pretenden monopolizarla. Lo mismo puede decirse de la moral: entre los comportamientos morales exigidos por la democracia est¨¢ tambi¨¦n aprender a presentar la posici¨®n propia como pol¨ªticamente preferible, pero no como moralmente superior. Los sistemas pol¨ªticos liberales est¨¢n construidos sob...
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La democracia es un sistema pol¨ªtico forjado por unos seres humanos que, tras muchas batallas y experiencias amargas, han aprendido que deben hacer compatibles dos cosas que de entrada parecen llevarse mal: la importancia de que la vida p¨²blica respete el valor de la verdad y la sospecha frente a quienes pretenden monopolizarla. Lo mismo puede decirse de la moral: entre los comportamientos morales exigidos por la democracia est¨¢ tambi¨¦n aprender a presentar la posici¨®n propia como pol¨ªticamente preferible, pero no como moralmente superior. Los sistemas pol¨ªticos liberales est¨¢n construidos sobre la experiencia de que los mentirosos y los malvados deterioran la vida democr¨¢tica menos que los administradores de la verdad y la bondad.
Tiene raz¨®n Cayetana ?lvarez de Toledo cuando afirma que con su cese no se est¨¢ dirimiendo una batalla entre la moderaci¨®n y la radicalidad porque su estilo belicoso no es un asunto de grado, sino el resultado de una determinada manera de entender la pol¨ªtica. Cuando explicaba las razones de su cese defend¨ªa su ¡°derecho a decir la verdad¡±. Al ver a alguien que disfruta de una relaci¨®n tan ¨ªntima con la verdad no s¨¦ si siento m¨¢s envidia o temor. En cualquier caso, refleja una mentalidad que es incompatible con ser liberal, ideolog¨ªa con la que dice identificarse la exportavoz del PP.
El liberalismo es una cultura pol¨ªtica que, sin renunciar a la verdad y el bien como aspiraciones humanas, dise?a la vida p¨²blica de manera que nadie pueda representarlos absolutamente. La verdad y el bien son entendidos m¨¢s como aspiraciones que como propiedades. Hemos aprendido de nuestros errores tanto como de nuestras ¡°verdades¡± (es decir, de la precipitada designaci¨®n de nuestras opiniones como verdades). Es cierto que tenemos un problema de banalizaci¨®n del debate pol¨ªtico, donde todo parece valer en la misma medida, pero tambi¨¦n sufrimos esa polarizaci¨®n y tensionamiento que produce la pretensi¨®n de monopolizar la verdad y la excesiva moralizaci¨®n del campo de juego pol¨ªtico. Son cosas que cualquier liberal deber¨ªa conocer, as¨ª como el papel que la verdad y el bien juegan en la pol¨ªtica desde las revoluciones democr¨¢ticas contempor¨¢neas.
La verdad en pol¨ªtica es una aspiraci¨®n compartida, no una propiedad privada o un arma arrojadiza. La democracia es un r¨¦gimen de opini¨®n, que no se puede desarrollar sin respeto a las evidencias, por supuesto, pero en la que nadie ostenta el privilegio de representar a los hechos verdaderos. Hay hechos palmarios sin cuya aceptaci¨®n el di¨¢logo ser¨ªa imposible; uno de los m¨¢s b¨¢sicos es, por cierto, nuestra tendencia a calificar como hechos evidentes lo que no son m¨¢s que opiniones personales. John Rawls recordaba que cierta concepci¨®n de la verdad (¡°toda la verdad¡±) es incompatible con la democracia porque en una democracia la verdad posible es parcial, limitada, compartida, provisional y discutible. No tenemos democracias para encontrar verdades absolutas, sino para decidir los asuntos comunes sobre la base de que nadie ¡ªmayor¨ªa triunfante, ¨¦lite privilegiada o pueblo incontaminado¡ª tiene un acceso privilegiado a la objetividad que nos ahorrara el largo camino de la p¨²blica discusi¨®n. Si incluso en la ciencia, que cuenta con instrumentos de verificaci¨®n, protocolos rigurosos, datos contrastados y evidencias, la verdad es algo construido cooperativamente, qu¨¦ decir de la dimensi¨®n de verdad de la pol¨ªtica, que es un arte pr¨¢ctico basado en el contraste, el equilibrio de las fuerzas contrapuestas y la negociaci¨®n continua.
En la vida pol¨ªtica hay cosas mejores y peores, pero plantearla como una batalla entre el bien y el mal equivale a acabar con la pol¨ªtica. Sabemos que no todo el mundo es bueno, pero ni siquiera a los mejores entre nosotros les hemos conferido la capacidad de otorgar el certificado de bondad y maldad. La democracia moderna seculariza estos valores sin necesidad de renunciar a ellos: la verdad es una aspiraci¨®n que no se da fuera de la discusi¨®n y el contraste, a la que resulta m¨¢s f¨¢cil acceder cuando el punto de partida es la diversidad de opiniones que donde estuviera prohibida o neutralizada esa pluralidad; la vida p¨²blica busca el bien com¨²n, para lo cual un primer requisito es no descalificar moralmente a quien lo pretende de un modo que difiere del nuestro. El hecho de que existan personas malvadas no dice nada en contra del sano principio de que podemos criticar a nuestros adversarios sin descalificarlos moralmente.
Seguramente en el origen del tensionamiento actual de nuestra vida pol¨ªtica hay una hipermoralizaci¨®n de los discursos; enseguida recurrimos a la condena moral cuando hubiera bastado el rechazo pol¨ªtico. La democracia moderna se configur¨® en paralelo con los procesos modernos de secularizaci¨®n y de ah¨ª ciertos parecidos formales: se privatiza la concepci¨®n del bien y se desmoraliza la vida p¨²blica, no en el sentido de que los asuntos comunes carezcan de reglas, sino de que las normas pol¨ªticas no pueden ser remplazadas por normas morales. No hace falta que consideremos a nuestros adversarios pol¨ªticos como unos malvados, ni es necesario calificar de ileg¨ªtimo al gobierno que detestamos cuando basta que los critiquemos por sus malas pol¨ªticas. De quien echa mano con demasiada frecuencia a descalificaciones morales podemos sospechar que le faltan argumentos propiamente pol¨ªticos.
La gran divisi¨®n moral en este pa¨ªs se hizo cuando comenz¨® a utilizarse la Constituci¨®n como un elemento de identificaci¨®n y de exclusi¨®n. Por utilizar la c¨¦lebre pregunta de Vargas Llosa, esto se jodi¨® cuando comenz¨® a utilizarse la etiqueta del ¡°constitucionalismo¡±, como si no se advirtiera la contradicci¨®n que ello supon¨ªa. De este modo, dejamos de entenderla como un marco tan com¨²n que incluso albergaba a quienes manten¨ªan serios desacuerdos con su contenido concreto. ?C¨®mo se integra en el llamado ¡°constitucionalismo¡± la propia jurisprudencia del Tribunal Constitucional que establece que el deber de lealtad constitucional es solo procedimental y que no formula ning¨²n deber de adhesi¨®n? Se trata adem¨¢s de un constitucionalismo que hace referencia a la unidad territorial, pero que no se aglutina en la defensa de otros valores. Una Constituci¨®n que es entendida adem¨¢s como poder constituido y no como poder constituyente porque siempre es demasiado pronto o demasiado tarde para plantear su reforma, significativamente entendida como un proceso incontrolable, similar a abrir la caja de Pandora. Puestos a repartir calificativos cabr¨ªa preguntarse qui¨¦n sirve m¨¢s a la Constituci¨®n, quien la fosiliza y deja que las instituciones se deterioren o quien la quiere cambiar, actualizar e incluso modificar audazmente.
La democracia es una realidad din¨¢mica, que se revitaliza por el cambio y la transacci¨®n, ampliando los acuerdos e incorporando a nuevas generaciones, mientras que se anquilosa cuando evita cualquier transformaci¨®n, para lo cual una de las m¨¢s eficaces estrategias es suponer las peores intenciones en quienes proponen su actualizaci¨®n constituyente.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Ha publicado recientemente Pandemocracia. Una filosof¨ªa de la crisis del coronavirus (Galaxia Gutenberg).