Compulsi¨®n
Lo que ahora necesitamos no es una sociedad de izquierdas ni de derechas ni de centro: necesitamos una sociedad cuerda
¡°La locura¡±, dice Julio Ram¨®n Ribeyro, ¡°no consiste en perder la raz¨®n, sino en querer llevarla¡±.
Aqu¨ª hay demasiada gente en esa tesitura, en la de querer llevarla: yo mismo, usted mismo, el vecino de enfrente. No digamos los miembros del Gobierno y de la oposici¨®n, por no hablar de los nacionalistas, de los negacionistas y de los agentes de Bolsa. Tal vez si todos nos quit¨¢ramos la raz¨®n para d¨¢rsela, aunque sea de forma provisional, al otro, el mundo ganara en sensatez. Y es que lo que ahora necesitamos no es una sociedad de izquierdas ni de derechas ni de centro: necesitamos una soc...
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¡°La locura¡±, dice Julio Ram¨®n Ribeyro, ¡°no consiste en perder la raz¨®n, sino en querer llevarla¡±.
Aqu¨ª hay demasiada gente en esa tesitura, en la de querer llevarla: yo mismo, usted mismo, el vecino de enfrente. No digamos los miembros del Gobierno y de la oposici¨®n, por no hablar de los nacionalistas, de los negacionistas y de los agentes de Bolsa. Tal vez si todos nos quit¨¢ramos la raz¨®n para d¨¢rsela, aunque sea de forma provisional, al otro, el mundo ganara en sensatez. Y es que lo que ahora necesitamos no es una sociedad de izquierdas ni de derechas ni de centro: necesitamos una sociedad cuerda. Acepto que cada cual tenga su propia idea acerca de la cordura, pero que renuncie tambi¨¦n a ella para escuchar un poco la del vecino. Ser¨ªa fant¨¢stico un encuentro de personalidades en el que cada intervenci¨®n comenzara con la frase de Alcoh¨®licos An¨®nimos: ¡°Me llamo Fulano de Tal y llevo la raz¨®n¡±.
A partir de ese reconocimiento, el resto del grupo le ayudar¨ªa a desintoxicarse. Cada miembro tendr¨ªa un padrino al que podr¨ªa telefonear a cualquier hora del d¨ªa o de la noche en demanda de auxilio: ¡°Me ha dado un ataque de llevar raz¨®n¡±.
Para la persona que ha llevado toda su vida la raz¨®n lo m¨¢s conveniente es mantenerse alejado de ella. Basta con que pruebes un poco para caer de nuevo en la compulsi¨®n razonadora, como el exbebedor que prueba una gota de alcohol. Le ocurre, si ustedes se fijan, y por poner un ejemplo, a Felipe Gonz¨¢lez cuando le colocan un micr¨®fono delante. Una vez que suelta la primera frase razonable, ya no puede dejar de beber o de razonar con los efectos estupefacientes que todos conocemos. Queda, en fin, fundada la Asociaci¨®n de Razonables An¨®nimos. D¨ªganselo a sus amigos razonadores.