Arist¨®fanes y nosotros
Estoy pensando en una revuelta desde abajo consistente en imaginar nuevas formas de autoorganizaci¨®n de la sociedad civil para acabar supliendo a nuestros representantes formales
En una Atenas devastada por la guerra del Peloponeso, ante la incapacidad de sus dirigentes para sacar a la polis de su atolladero, a Arist¨®fanes se le ocurri¨® algo hasta entonces inimaginable, una conspiraci¨®n de las mujeres para hacerse con el poder. El t¨ªtulo de la hilarante comedia es La asamblea de las mujeres, donde se presenta c¨®mo estas acaban dando un sutil golpe de Estado e imponen una especie de sistema comunista. Ya antes, en Lis¨ªstrata, el mismo autor recurre a una artima?a similar: huelga sexual de las mujeres hasta que se consiga la paz. Y, obviamente, se consigui¨®...
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En una Atenas devastada por la guerra del Peloponeso, ante la incapacidad de sus dirigentes para sacar a la polis de su atolladero, a Arist¨®fanes se le ocurri¨® algo hasta entonces inimaginable, una conspiraci¨®n de las mujeres para hacerse con el poder. El t¨ªtulo de la hilarante comedia es La asamblea de las mujeres, donde se presenta c¨®mo estas acaban dando un sutil golpe de Estado e imponen una especie de sistema comunista. Ya antes, en Lis¨ªstrata, el mismo autor recurre a una artima?a similar: huelga sexual de las mujeres hasta que se consiga la paz. Y, obviamente, se consigui¨® enseguida (en la ficci¨®n, claro). La idea es interesante: si vosotros, los dirigentes, sois incapaces de cumplir con vuestras obligaciones lo menos que podemos hacer es quitaros de en medio y ponernos nosotras.
En algo as¨ª deber¨ªamos pensar los pobres ciudadanos espa?oles, que tenemos que afrontar una espeluznante crisis mientras la clase pol¨ªtica sigue en su burbuja: vetos cruzados, divisiones internas, antagonismos enfermizos. Y ese incesante narcisismo que consiste en atribuirse cada cual la ¨²nica e irrenunciable soluci¨®n para cada uno de los problemas. Todos, claro est¨¢, cargados de supuestas ¡°razones¡±, aunque estas solo sirvan para convencer a los ya previamente convencidos. No sigo porque el tema aburre. Aunque ser¨ªa injusto no recordar aqu¨ª a quienes lo est¨¢n dando todo desde los cargos que ocupan. Bien sabemos que no es a ellos a quienes aqu¨ª me refiero.
Pero volvamos a Arist¨®fanes. Alg¨²n escritor con talento y olfato politol¨®gico deber¨ªa atreverse a ensayar algo parecido ¨Dlos cient¨ªficos sociales carecemos de inventiva¨D. Estoy pensando en una revuelta desde abajo consistente en imaginar nuevas formas de autoorganizaci¨®n de la sociedad civil para acabar supliendo a nuestros representantes formales. Empresarios y sindicatos que llegan a acuerdos sin mediaci¨®n gubernamental; ayuntamientos que, aparcando lealtades partidistas, consens¨²an una f¨®rmula para distribuirse los tan disputados remanentes; profesionales de la educaci¨®n o de la sanidad que consiguen dar con una alternativa propia para resta?ar sus muchas deficiencias; organizaciones y ciudadanos comprometidos con el cambio clim¨¢tico que, ayudados de expertos, proponen una nueva pol¨ªtica verde. Qu¨¦ s¨¦ yo, las posibilidades son casi infinitas. Al final se podr¨ªan elevar todas estas propuestas a las autoridades formales para que las ejecutaran, ya que solamente ellos tienen la capacidad para adoptar decisiones vinculantes para todos.
La pena es que esto, hoy por hoy, solo puede hacerse en la ficci¨®n. Pero su mensaje ser¨ªa similar al que Arist¨®fanes quiso transmitir a los gobernantes atenienses (todos varones): si no cumples, qu¨ªtate t¨² que me pongo yo. Y el recado tiene tambi¨¦n una apelaci¨®n al com¨²n de los ciudadanos: ?qu¨¦ est¨¢s haciendo t¨² para que las cosas funcionen como deben? Si no recibes respuestas desde arriba, act¨²a, comprom¨¦tete. Todo menos seguir ri¨¦ndoles las gracias a quienes hace tiempo ya que la perdieron. Los problemas son demasiado graves para seguir soportando los vicios de nuestra otrora pol¨ªtica normal, ese patol¨®gico antagonismo metodol¨®gico.